(4) El Ángel Rebelde [pausado]

⭐ Capítulo 3: La gruta.

Lo primero que vio fue agua, todo el suelo estaba lleno de agua, no había piedra, camino nada sólido para adentrarse en aquella cueva. Eso no la detuvo, igual continuó caminando y descubrió que el agua era tan sólida como el suelo lleno de hojas sobre el que había estado caminando hace un instante. Mientras avanzaba observaba las estalactitas en el techo de aquel lugar, unas más largas que otras. Todo el panorama se veía igual pero ella caminaba como si supiera que había algo más allá, a pesar de que no parecía ser posible porque por más que caminaba no llegaba a ningún lugar.

Llegó hasta una oscuridad, de pronto frente a ella no podía ver nada más que no fuera oscuridad, era como una pared de un negro intenso, no parecía que hubiera nada más, que ese era el final de la cueva, pero no podía ser, se negó a creerlo y avanzó. No había nada de luz, nada que le indicara que iba en la dirección correcta o que había continuado en línea recta desde que entró en esa sombra, todo se veía igual, no había otro color que no fuera el negro.

De pronto, como si le quitaran una venda de los ojos apareció ante ella un escenario que la dejó atónita. Enseguida un estruendoso júbilo la hizo estremecer.

—¡Bienvenida! ¡Ha llegado uno nuevo! ¡Un Rebelde! —decían numerosas voces— ¡Atención, atención ha llegado un Rebelde!

Una enorme cantidad de Ángeles comenzaron a acercarse y a saludarla con gran júbilo.

—Calma, calma, ¿Cuándo entenderán que es importante dar la bienvenida con calma? —dijo una voz que se abría paso entre la multitud.

—Nunca, esto no pasa muy seguido —dijeron varias voces casi a coro.

—Estoy de acuerdo, no es fácil contener la emoción —agregó otro.

—Ya, ya, déjenme pasar.

El Ángel que se abría paso entre la multitud caminaba con lentitud, como si nunca nada lo hiciera apresurarse, y aunque era un Ángel como todos los demás tenía algo en su mirada que lo hacía ver como el más importante del lugar, con gran conocimiento y experiencia sobre lo que fuera que se tratara todo aquello.

—Bienvenida seas —dijo aquel Ángel y Jael recordó enseguida las palabras del ser misterioso que la había llevado a Hogar ese día.

—¿Dónde estoy? —peguntó aún consternada.

Todos los Ángeles a su alrededor a excepción del que se mostraba como el líder la observaban con gran alegría y en aquellas circunstancias le daba un poco de miedo, parecían Ángeles, pero eran muy diferentes a los que habitaban en Hogar.

—Estás en la Gruta, no tienes nada que temer aquí, estás a salvo —se apresuró a decir al notar que el rostro de Jael no disminuía la impresión—. Soy Doya, y todos acá somos Rebeldes Cautivos.

Jael solo miraba.

—Comprendo que esto no explica mucho, repito, estás a salvo aquí. Ven, sígueme, te explicaré todo lo que quieras saber.

Jael aceptó la invitación no menos confundida y comenzó a caminar detrás de Doya tratando de hacer caso omiso a los rostros que la miraban con alegría. Caminaba más que todo mirando al suelo compacto de tierra marrón, veía las túnicas y vestidos de los Rebeldes, que parecían ser Ángeles, estaban todas deslucidas, como manchadas, viejas, no como su vestido inmaculadamente blanco, incluso sus rostros se mostraban algo demacrados, manchados, solo un poco, pero los rostros en Hogar así como el de ella estaban tan limpios y eran tan perfectos que cualquier otro rostro diferente se mostraba demacrado y sucio. Incluso sus cabellos no eran tan rubios, se notaban un poco más oscuros, al lado del cabello de Jael que resplandecía se observaban descuidados.

No tuvo que caminar demasiado para llegar a una tienda que se mostraba diferente a las demás, como la más importante de todas las que había en el lugar. Se adentró en ella al momento en que Doya le indicó y se sorprendió al ver como era el lugar por dentro, no porque fuera increíble, sino porque nunca había visto nada igual, su lugar estaba lleno de nubes con paredes sólidas, acá en cambio había una mesa y asientos fabricados con palos de madera.

—Toma asiento —pidió Doya con amabilidad.

Jael obedeció, primero estaba un poco confundida, pero Doya señaló el lugar y al sentarse él en una silla de ramas torcidas ella comprendió lo que debía de hacer.

—Primero lo primero, te he dicho mi nombre, ¿Cuál es el tuyo?

—Soy Jael —respondió de inmediato.

—Soy Doya, ya te lo había dicho, pero igual, es mi nombre. Soy el líder en este lugar, si te preguntas por qué no he sido escogido, simplemente fui el primero en llegar, soy el más antiguo acá.

Jael se quedó en silencio, sentía que tenía muchas preguntas, pero en ese momento sentía que no podía formular ninguna.

—Has despertado pronto, supongo que tiene que ver con Padma y Gael.

—¿Quién?

—Padma, Gael... dos Rebeldes, dos Ángeles ellos saltaron justo antes de que las luces salieran este día.

—No sé quiénes son —respondió Jael sin comprender bien sus palabras— ¿A qué se refiere con saltar?

—Un momento —interrumpió Doya—. Si no has despertado porque Padma y Gael lo han hecho entonces... Es decir, creí que los habías notado, seguido a ocultas o algo.

—Aún no comprendo, yo existo desde que las Luces despertaron, no conozco todo Hogar, yo...

—Repite lo que acabas de decir —solicitó Doya pasmado e interrumpiéndola de nuevo.

—Que no comprendo lo que dice, yo existo desde que las Luces despertaron...

—¿Cuántas veces has visto despertar a las Luces? —interrogó Doya como si de pronto tuviera problemas para hablar.

—Una —respondió sin imutarse.

—¿Estás segura de lo que estás diciendo? —interrumpió Doya de nuevo.

—Lo estoy.

—¿De verdad solo has visto las Luces despertar y dormir una sola vez?

—Sí

—No puedo creerlo —musitó congelando su rostro por un momento—. No puedo creerlo —repitió un instante después levantándose de su asiento para dar unos pasos alrededor de la habitación mientras que se llevaba una mano a la barbilla y por instantes abría los ojos asombrado.



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En el texto hay: angeles, amor, fantasa

Editado: 17.08.2022

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