(4) El Ángel Rebelde [pausado]

⭐ Capítulo 7: la decisión de Jael.

Al instante en que el interior de la Gruta se hizo visible una cantidad de voces conocidas le dieron la bienvenida.

—¡Jael! ¡Hola!

—¡Oigan todos, Jael llegó!

—¡Doya! Busquen a Doya, llegó Jael.

Todas las noches era igual, la recibían con gran emoción, la única diferencia hasta el momento era que ella no les devolvía el saludo.

—¿Vino un Ángel? ¿Un nuevo Rebelde estuvo acá? ¿Alguien ha visto a un Ángel con túnica entrar?

La cara de despiste de todos evidenciaba la respuesta, pero aún así Jael insistió un poco más.

—¿Nadie ha visto a alguien nuevo? —preguntó mirando a todos.

—No, Jael, tú has sido la única en venir desde Padma y Gael.

—¿Estás seguro? —interrogó mirando fijamente a quien le había respondido.

—Completamente —dijo una voz conocida, Jael se dio la vuelta y al ver a Doya no sintió más que desilusión, si él lo decía entonces no había duda alguna.

—Vi a alguien, alguien nuevo —soltó Jael como si hubiera estado haciendo un enorme esfuerzo en guardar un gran secreto y de pronto no pudiera soportarlo más.

—¿Dónde? —preguntó Doya, más con preocupación que con emoción.

—Estaba caminando en el límite, se veía… pues como se ven ellos —explicó con cierta decepción.

—¿Hablaste con él?

Los Rebeldes Cautivos se acercaron un poco más, como si desde donde se encontraban no pudieran escuchar bien.

—No —respondió Jael.

—¿Lo intentaste? —interrogó Doya como dando a entender de que de ser así no fue una buena idea.

—No.

Jael movió la cabeza en negativa y bajó su cabeza como derrotada.

—Puede que haya sido lo mejor, pero si lo vuelves a ver hazlo, con extrema precaución, hazlo y tal vez te escuche —ordenó Doya y se dio la vuelta.

—¿Cómo que tal vez? —preguntó Jael confundida y comenzando a perseguirlo.

Doya no hizo caso a la pregunta, siguió un camino improvisado que no parecía llevar a ningún lado, caminaba casi pegado a las paredes interiores de la Gruta, de roca irregular entre marrón y naranja y cierto brillo peculiar, casi invisible.

Jael caminaba a su lado observando sin mucha atención las pequeñas viviendas que los Rebeldes Cautivos habían construido con los troncos de los árboles del bosque, algunos charlaban animados afuera de sus hogares, otros caminaban de un lado a otro ya fuera para buscar a alguien o solo por el gusto de caminar, no había mucho que hacer allí dentro durante ese momento, Doya le había dicho a Jael que durante el día todos salían al Bosque, pero ella no había podido estar allí por miedo a ser descubierta, por seguridad ningún Ángel había estado nunca en aquel lugar durante la luz, solo les era permitido mientras las Luces dormían.

—¿Qué quisiste decir con eso de que tal vez me escuche si le hablo? —preguntó Jael finalizando su paciencia.

—Es posible que hables y no ocurra nada —respondió Doya pensativo y sin dejar de caminar—, pero no diría que es una señal para rendirse, solo hay que esperar a que esté listo, si estaba caminando por el límite de Hogar entonces ya ha llegado mucho más lejos que muchos de los otros Fieles.

—Quisiera hablar con él, me siento muy sola cuando estoy allá.

—No podrías hablar con él mientras las Luces están en el cielo, lo sabes, igual tendrían que esperar a llegar a este lugar.

—Lo sé, pero al menos sabría que no estoy sola. Quisiera que muchos otros despertaran.

—No podemos obligar a nadie, Jael —explicó Doya con firmeza—, cada uno despierta a su tiempo, una vez que despierta podemos estar allí para enseñarlo, pero no depende de nosotros, hay muchos que nunca despiertan y nosotros no podemos hacer nada, no es nuestra responsabilidad.

Jael bajó la mirada, observó cómo sus pies no se ensuciaban al tocar la tierra con cada paso que daba, al contrario de Doya que tenía sus pies manchados de tierra al igual que los otros Rebeldes Cautivos. Ella se mantenía inmaculadamente limpia, su vestimenta era mucho más blanca que la de cualquiera que allí se encontrara, su cabello siempre estaba en perfectas condiciones, todo en ella seguía exactamente igual. Observaba todo y a todos a su alrededor, le gustaba ese lugar, pero quería saltar, quería ir a la Tierra, aquel lugar del que tanto le habían hablado los últimos días.

—No saltaré —dijo Jael de pronto..

—¿Qué dices? —preguntó Doya con gran sorpresa.

—Al menos no por ahora, lo esperaré, aún me falta mucho para aprender —aseguró.

—Quisiera decirte que es cierto, pero a la velocidad que llevas estarás lista muy pronto para tu primera clase de vuelo y podrías salir de aquí.

—Esperaré.

—¿Estás segura? —interrogó con cierta preocupación.

Jael se detuvo y Doya la imitó un par de pasos más adelante, se dio la vuelta para escuchar su respuesta, pero ella no decía nada, parecía tener la mirada perdida.



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En el texto hay: angeles, amor, fantasa

Editado: 17.08.2022

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