El día que apareció Eilyn.
CAMIL:
“Soy más madre de Emma, que usted de Zion porque madre, no es la que engendra, madre es la que cría, la que ama, la que protege. Esa que está dispuesta a hacer hasta lo imposible por garantizar el bienestar de su criatura, que antepone las necesidades de esta antes de las suyas propias y usted, desde que su hijo mayor murió, olvidó como ser una buena madre para Zion”.
Me sirvo otra copa de vino y la bebo sin detenerme a pensar en el día agitado que tendré mañana y la posible resaca por seguir tomando de forma tan desmedida. No acostumbro a hacerlo, pero hoy, emborracharme parece una buena idea si de esa forma logro olvidar las palabras de esa chica que no me han abandonado desde nuestra última conversación.
“Despierte, aproveche que ese chico está aquí, vivo y que a pesar de todos sus desplantes, aun anhela su amor, su respeto, su comprensión”.
Paso mis manos por mi rostro, mientras la mirada decepcionado de mi hijo las últimas veces que hemos estado juntos, se burla de mí en mi mente. ¿Tanto daño le hemos hecho?
“Zion no tiene la culpa de lo que le pasó a Zack, él era un niño cuando todo sucedió”.
Claro que no tiene la culpa de absolutamente nada. No puedo creer que Nicolás le haya dicho algo tan cruel. Zion era un niño cuando todo sucedió, él no podía prever y mucho menos evitar ese accidente que le arrebató la vida a su hermano.
Recuerdos de hace tantos años, aquellos en los que Zack estaba vivo y éramos una familia feliz, vienen a mi mente mientras apoyo la cabeza en el espaldar de la silla de mi despacho.
Fueron tan buenos tiempo y hace tanto de eso que a veces me parecen una ilusión, como si nunca hubiesen existido.
Dejo que mi mente vuele a los meses que le siguieron al accidente. Nicolás centrando su vida en el trabajo al punto de olvidarse de su familia, ocasiones en las que ni siquiera llegaba a dormir o que no nos dábamos ni los buenos días. Parecíamos dos desconocidos compartiendo la vida.
Por otro lado yo, cayendo en la depresión, buscando refugio en la bebida, una vía de escape a mi miseria que solo desaparecía cuando quedaba inconsciente por la intoxicación y cómo poco a poco, me fui apartando de Zion… cómo ambos lo hicimos.
No podía verlo, era un recuerdo constante de que su hermano ya no estaba, no porque lo culpara pues ni en mis momentos más humillantes, sentí que Zion tenía algo que ver, pero eran tan parecidos de pequeños que solo mirarlo me recordaba que una parte de mí ya no estaba.
Luego del día en que casi pierdo la vida por una sobredosis de alcohol, fui ingresada en una clínica de desintoxicación. Fueron meses horrorosos, pero salí y decidí seguir adelante. Pero no me di cuenta de que para mí, salir adelante significaba guardar todas las fotos en las que Zack aparecía, no mencionar su nombre y regañar fuertemente a Zion cada vez que se atrevía a mentarlo. Nos mudamos solo para no vivir rodeados de recuerdos y volqué mi vida en el trabajo.
Conseguí una nueva adicción, pero esta no me mataba, de hecho, me robaba tanto tiempo que me hacía olvidar. Y con el tiempo, Zion comenzó a crecer y sin darme cuenta, me fui perdiendo de los momentos más importantes de su vida. No sé ni siquiera en qué momento comenzamos a exigirle tanto y mucho menos cómo nos volvimos tan dependientes de la opinión pública.
Solo sé que llegó un punto en el que nuestras vidas debían ser perfectas, sin errores, sin escándalos. Debíamos mantener una imagen impoluta y Zion era demasiado intranquilo, irresponsable como para atender a razones, por eso pasó toda su vida sometido a nuestras exigencias. Ahora, mirando en retrospectiva, creo que arruinamos su infancia, colocamos en él la carga de ser el hijo que perdimos, nuestro primogénito.
Mi matrimonio se fue a la mierda hace años, tantos, que ni siquiera puedo recordar la última vez que Nicolás y yo intimamos a no ser una u otra muestra de afecto cuando hay alguien a nuestro alrededor y ambos terminamos buscando en terceras personas lo que ya no encontrábamos entre nosotros.
Sé que eso también afectó a Zion, que se volvió un libertino, un chico que odia todo tipo de compromiso. Un hombre que anda de mujer en mujer como si fuera un deporte.
Y lo que me desconcierta es que solo hasta ahora me haya dado cuenta del daño que le hicimos. No entiendo cómo pude no notar sus ojos suplicantes por amor cada vez que nos veía llegar del trabajo, cómo pudimos crear ese agujero tan grande en su corazón, cómo pasamos de ser su ejemplo a seguir, sus ídolos, a que estuviese decepcionado de nosotros.
Porque lo está, noto la decepción, el cansancio, la rendición en sus ojos cada vez que nos mira.
Y lo que más me jode, es que haya tenido que venir esa chica a abrirme los ojos. No solo son sus palabras de hoy, desde hace tiempo llevo dándole vueltas a todo esto, tal vez por eso es que la odio tanto, eso y porque el idiota de Nicolás no deja de comerle las tetas cada vez que la ve. No es que me interese tanto, ya no siento absolutamente nada por él, pero es una falta de respeto.
Ver a Ariadna Kanz defender a mi hijo sin importarle nada ni nadie, ver cómo defiende sus sentimientos, creo que es admirable y nunca lo diré en voz alta, pero en estos momentos me siento más baja, más inmoral, más inmerecedora del cariño de mi hijo que ella.