Un año después de su boda.
1 de julio de 2024
ABIGAIL:
—Diosito por favor, esta vez sí, por favor, se lo pido. Ayúdenos.
Con el corazón martillando con fuerza contra mis costillas, un nudo horroroso en mi garganta y mis manos temblorosas, cojo la tira del demonio como la ha bautizado Ariadna, pero no miro… no puedo hacerlo porque no creo que pueda enfrentarme a otra decepción. Llevo mucho tiempo intentando quedar embarazada y desgraciadamente aún no se me ha concedido esa dicha.
Temerosa, abro un ojo y luego otro. Siento que mi corazón se quiere salir pero se detiene por dos segundos mientras mi cerebro registra las dos rayas rosas en la tirilla: una es negativo, ninguna que no funciona, dos que estoy embarazada.
Estoy embarazada… ¡Estoy embarazada!
—¡!AAAAAAHHHHHHHHHH! —grito emocionada como nunca antes en mi vida.
Vuelvo a mirar el resultado y sigo gritando como una lunática mientras las lágrimas corren por mi rostro sin detención. Doy saltitos de emoción en el piso mientras abrazo contra mi pecho la tira del demonio, que para mí, es un ángel que ha descendido del cielo para regalarme un pedacito de esperanza.
Dios, cuando Maikol lo sepa va a infartar.
Vuelvo a gritar sin poder controlarme mientras mi llanto aumenta junto con el tamaño de mi sonrisa. Un año completo intentándolo y por fin voy a ser mamá.
Gracias, Dios mío, gracias.
Un sonido extraño, como si de una estampida de hipopótamos se tratara, se escucha tras la pared, pero antes de que pueda asustarme o identificar de qué se trata, la puerta de mi habitación se abre con un sonido estruendoso.
Tres pares de ojos me observan nerviosos, preocupados y al ver las lágrimas en mis ojos, corren hacia mí buscando algo en mi cuerpo que les permita entender el motivo de mis gritos y mi llanto.
—¿Mamá, qué te pasa? —pregunta Sabrina con la respiración entrecortada debido a la carrera y tal y como sucede cada vez que me llama mamá, mi corazón late acelerado.
Se pondrá enormemente feliz cuando sepa que tendrá un hermanito o hermanita.
Sin dejar de sonreír y ante las preocupadas miradas de mis amigas, le muestro la prueba de embarazo a mi hija, pero ella la observa sin entender. Claro que no entiende, solo tiene diez años.
El grito de Addyson a mi lado me sobresalta, coge la prueba en sus manos y sus ojos se llenan de lágrimas al ver las dos rayitas. Ariadna se la arrebata y se pone a gritar como una posesa mientras me abraza.
—Si, si, si, si… ¡Dios, sí! ¡Qué bien! —grita tan emocionada como yo y mi pobre niña nos observa con los ojos desorbitados sin entender absolutamente nada.
—Vas…vas a tener un hermanito.
Sus bonitos ojos de colores diferentes y que amo por todo el amor que me transmiten, me observan confundidos; busca algo en mi mirada, luego mira mi vientre. Repite la acción varias veces hasta que brinca a mis brazos y chilla como loca y mis amigas no tardan en unirse.
La verdad es que no me sorprendería si alguno de los vecinos llama a la policía alegando un asesinato o allanamiento de morada, pero la verdad es que no me importa. Estoy feliz y nada en el mundo podría cambiar eso.
—¡Oh, Dios, voy a ser tía! —grita Ariadna—. ¡Literalmente tía! ¡Dios, Aby, te amo!
—Felicidades, hermosa —interviene Addy con una enorme sonrisa en el rostro y tan llorona como yo.
Esto es… es simplemente perfecto. ¿Qué digo? Va más allá de la perfección. Siempre he querido ser mamá, pero desgraciadamente mi enfermedad me hizo dar ese sueño por perdido, no fue hasta que conocí a Maikol y que por algún milagro del destino, quedé embarazada, que ese sueño, ese anhelo, volvió a mí con más fuerzas que nunca.
Desgraciadamente ese bebé hace cuatro años no pudo nacer… nos dejó con una herida en el corazón, tanto a mí como a Maikol que se desvive ante la idea de ser papá. Nunca lo vamos a olvidar, pero ahora, esta criatura que crece en mi interior, nacerá, llenará nuestras vidas de amor y esperanza y la verdad es que no veo la hora de contarle a mi esposo.
Con cuidado cojo a Sabrina por los hombros y la separo de mi cuerpo que continuaba aferrada a mí como si temiera que la idea fuera un sueño.
—Tengo que decírselo a tu padre.
Me dispongo a buscar el celular, pero me detiene sujetándome de una mano.
—¡No! —grita para mi desconcierto y tanto yo como mis amigas la observamos confundida—. O sea, mmm, papá siempre ha querido tener un bebé contigo, ¿no creen que la noticia debes dársela de una forma más… no sé… especial?
—Pero mira que es inteligente la nena. Salió a su tía —celebra Ariadna y todas reímos—. Tienes razón, brujita, esta será una de las noticias más felices en la vida de mi hermano y no se la puedes dar por teléfono. Hay que planear algo especial.
—Ay, no, Ari, tus planes me dan miedo.
—No seas exagerada. Aprovechemos que los chicos no están y preparemos algo especial. Sabrina, esta noche te quedas en mi casa.
—¿Por qué?
—Porque tus padres tienen que celebrar esta noticia y necesitan la casa sola.