30 de julio del 2028.
Zion:
—¿En qué piensas? —le pregunto a Ariadna que tiene la cabeza apoyada en la ventanilla del auto con la mirada concentrada en el paisaje y la mente volando por un lugar que solo ella sabe.
Hace quince minutos salimos de la consulta del doctor donde gracias a Dios y a todos los santos por fin sabemos el sexo de nuestro segundo bebé. Y sí, señores, ¡es un hombrecito!
¡Por fin!
Luego de dos hermosas princesas, pensaba que mi esperma solo servía para mujeres, pero no, por fin voy a tener un hijo varón. No me malentiendan, amo a mis dos niñas, pero dudo mucho que en un futuro se interesen por ir a pescar conmigo o a que les enseñe a jugar futbol. Y cuando crezcan es muy distinta la conversación sobre el sexo, o sea, ya es difícil tener que decirle a dos niñas que tienen terminantemente prohibido tener sexo hasta que cumplan los treinta años, eso si estoy de buen humor; decírselo a tres niñas, sería un castigo injusto de Dios.
Sin embargo, ahora que tendré un niño podré decirle: “macho, pon a trabajar tu amiguito ahí abajo pero ponle doble bozal para que no te pase como a mí”.
Envidiaba a Maikol y Kyle por tener dos niños hermosos, Dylan de tres años y Aaron de cinco añitos respectivamente. Ahora los tres estaremos en igualdad de condiciones.
—Nada importante, cariño, no te preocupes.
No estoy muy seguro de que esté siendo sincera pero decido dejarlo pasar. Conozco lo suficiente a mi mujer como para saber que si no quiere decir nada, no hay forma humana de que cambie de opinión. Cuando esté preparada, lo hará.
Aparco el coche frente a la casa porque por lo que veo, mis amigos ya inundaron la casa y el garaje está ocupado.
—¿Qué hacen todos aquí?
—Les envié un mensaje —respondo quitándome el cinturón de seguridad—. No podía aguantarme para contarles que iba a ser padre de un baroncito y que había que celebrar. Lo que no pensé es que estuvieran aquí tan pronto.
—Estás bien contento, ¿verdad? —pregunta con una sonrisa hermosa, esa, que a pesar de los años que llevamos juntos, sigue provocando en mí unas ganas irrefrenables de comérmela a besos.
—¿Y lo dudas? Por fin tendré a alguien que se ponga de mi lado. No son justas las tomas de decisiones en nuestra familia cuando son tres mujeres y un solo hombre.
—¿Pero de qué hablas, musculitos? Luciana solo tiene tres años, no decide nada y Emma te adora.
—Pero tú eres su mamita linda y si yo no puedo negarte nada, ellas menos.
Vuelve a sonreír y decido acatar lo que mi corazón me pide, así que acercándome a ella, tomo su barbilla con delicadeza y acerco mi boca a la suya en un suave y sensual beso.
Ella me aparta suavemente.
—Estate quieto. Sabes que desde que el pequeño musculitos está en mi barriga cada vez que me besas de esa forma solo puedo pensar en llevarte a la cama y por si no te has dado cuenta, nuestros amigos no nos lo permitirán.
Suelto una carcajada realmente divertida. Tiene razón, sus hormonas están súper revolucionadas y yo no me quejo para nada, el sexo es espléndido y más seguido de lo normal, lo que es mucho seguir.
—Eso es porque el pequeño musculitos, va a ser todo un semental.
—Idiota.
Con una sonrisa de oreja a oreja, baja del coche y camina hacia la casa. No tardo en seguirla y una vez entramos, somos recibidos con gran algarabía por nuestros amigos y nuestros retoños.
—¡Felicidades! —gritan al mismo tiempo mientras Kyle descorcha una botella de Champán.
Las chicas corren a abrazar a Ariadna mientras mis amigos me ofrecen una copa para brindar por las buenas nuevas.
Emma baja las escaleras corriendo, algo que no me gusta que haga porque se puede caer, pero no me da tiempo a regañar porque se lanza a mis brazos para luego repartir dulces besos por mis mejillas y mi cuello. Amo a esta mocosa.
—¿Entonces será un hermanito? —pregunta con una preciosa sonrisa.
—Un hermanito, cariño. ¿Te gusta?
—Claro, ya era hora. Creo que no soportaría otra hermana que me robe los juguetes.
Río al recordar los berrinches de Emma cada vez que Luciana le quita los juguetes. Ella dice que lo hace para molestarla pues Lucy tiene los suyos igual, pero yo estoy seguro de que mi nena más pequeña solo quiere la atención de su hermana mayor.
—Oye, Emma, ¿no estás demasiado grande para que tu padre te cargue de esa forma? —pregunta Aaron haciendo que mi niña ruede los ojos. Esos dos son como el aceite y el vinagre. Sin embargo con Luciana se lleva de lo mejor, no sé si es porque son de la misma edad, pero se han convertido en mejores amigos, es más, son inseparables.
—Cállate, enano —responde Emma mientras se desprende de mi agarre y Aaron se enoja.
Emma lo bautizó enano pues al parecer sacó el gen bajo de su madre, Luciana ya le saca casi una cabeza.
Lucy, que acaba de soltar a su mamá, corre hacia mí para abrazarme y de verdad, creo que no hay nada mejor en el mundo, que los brazos de tus hijos.