Aaron:
Veo a la parejita feliz marcharse y no sé cuál de los dos está más enojado, si Emma porque ahora soy su pareja o el listillo por haberle quitado el puesto. Sonrío.
—Dale un respiro, Aaron —me reprende Luciana revolviéndome el cabello.
—Sabes que eso es imposible, Lu. Por cierto, ¿cómo te fue en tu primer día de universidad? ¿Algún chico al que debamos intimidar para que te deje en paz o que sepa que si te hace daño está muerto?
Dylan se ríe a mi lado y ella, juguetona, golpea mi brazo.
—El día estuvo genial, creo que tengo nueva a miga; se llama Daniela y sobre los chicos… —Entrecierra los ojos mientras piensa y yo me tenso. Estaba bromeando hace unos instantes, pero pueden apostar que le leeré la cartilla a quien ose acercarse a ella y si le hacen daño, los haré sufrir.
Luciana es mi mejor amiga, la tía más cool del universo y primero muerto, antes de permitir que llore por un imbécil que no la merece.
—Ninguno que me llame la atención. —Suelto la respiración que sin darme cuenta contenía. La muy pícara solo quería molestarme y lo confirmo cuando me dedica una sonrisa ladeada.
—Bueno, chicos. —La entrenadora llama nuestra atención—. Ya pueden marcharse, pero los quiero mañana a las dos de la tarde aquí para comenzar con el entrenamiento.
Acomodo mi mochila sobre mi hombro y junto a Luciana y Dylan, salgo del estadio.
—¿Qué harán ahora? —pregunta Lu y yo me encojo de hombros. Ryan nos invitó a una fiesta en la piscina de su casa, pero ya había quedado en ir a una discoteca en la noche y no me gusta empatar una borrachera con otra.
—Yo iré a ver a Roxana —responde Dylan y yo resoplo.
Roxana es una chica agradable o eso me parecía hasta hace dos meses cuando puso a Dylan a escoger entre ella y la universidad. Menos mal que mi amigo tiene los pies sobre la tierra y comprende que la posibilidad de empezar una carrera tres años antes de lo que está establecido, no la tiene todo el mundo. Este chico es inteligente como nadie y se merece a provechar ese talento.
Aun así, ha hecho de todo para contentar a la ya no tan agradable de su novia, pero ella lo trata como quiere, unas veces como la tía más amorosa del mundo y otras como una perra fría a la que no le interesa. Por eso ya no me cae bien.
Deseo sinceramente que Dylan conozca a una universitaria mayor que le mueva el piso y olvide a esa mocosa.
—¿Y ahora para qué? —pregunto de mala gana y me alegro de que decida ignorar mi tonito.
—Aunque no te guste, a mí sí y detesto estar enojado con ella. Quiero arreglar las cosas, Aaron.
—¿Vas a ir a la fiesta de esta noche?
—No creo, me quedaré en casa de mis padres y regresaré en la mañana.
—¿Me vas a dejar ir solo?
—Naciste solo, Aaron. —Ruedo los ojos y Luciana se ríe.
—Ok, te llevaré a casa.
—No es necesario, solo son cuarenta minutos de camino.
—Pero no tienes licencia.
—Los taxis existen.
—Tienes quince años, Dylan, que estés en la universidad por lo jodidamente inteligente que eres, no te hace mayor. Si te dejo llegar solo, la tía Aby es capaz de matarme o peor, irle con las quejas a mi madre. Además, quiero ver a mis mocosas.
—Las vistes antier, Aaron.
—Ya, pero las extraño. —Mi amigo se ríe consciente de que mis hermanas son mi debilidad.
—Kay y Lía tienen suerte del hermano que tienen. —Luciana me dedica una sonrisa radiante—. Nos vemos luego, yo iré a ver a Daniela.
Se despide de nosotros con un beso en la mejilla y se marcha.
Nos dirigimos a mi auto y ponemos rumbo a casa. Los Bolt, los Torres y los Andersson son tres familias diferentes, pero por el cariño y la amistad que nos unen, somos como una sola y las tres se encuentran en la misma zona residencial aquí en Nordella.
Enciendo el reproductor y una canción de esa tipa que odio, pero que Luciana se empeña en escuchar, comienza a cantar por lo que la cambio. Ya bastante tengo con escucharla cuando andamos juntos.
Dylan me cuenta sobre su primer día en la Uni y yo le hablo del mío, fundamentalmente de las tres tías súper buenas que están en mi aula y por las que todos los hombres del salón, estaban babeando.
Mi amigo me pide que lo deje en su antiguo instituto pues quiere esperar a Roxana en la entrada, de esa forma no podrá encerrarse en su casa y negarse a verlo. Ruedo los ojos ante su comentario, pero decido no mencionar nada. Eso sí, una vez llegamos, lo detengo antes de que descienda del coche.
—¿Qué sucede? —pregunta.
—Eres un tipo inteligente, Dy. —Frunce el ceño—. Estoy orgulloso de todo lo que has logrado y me alegro de que hayas tenido la suficiente claridad para escoger tu futuro por encima de una mujer. Sé que ella te gusta, pero no tiene ningún derecho de jugar con tus sentimientos; desde el momento en que te dio a escoger entre ella y la universidad, me di cuenta de que no vale la pena.
»No tiene derecho a ponerte en esa situación ni tampoco a jugar con tus emociones. No contestarte el teléfono, actuar fría, luego cariñosa y de nuevo indiferente, es manipulación emocional. Lo sabes y tú vales demasiado como para permitirte sufrir de esa forma.