Emma:
—Luciana, Lu, despierta —llamo a mi hermana por no sé cuántas veces en los últimos quince minutos.
La muy tonta se quedó hasta tarde, muy tarde, enfrascada en su computadora, escribiendo esos libros que tanto le gustan y ahora no puede levantarse. Parece mentira que sea yo, la hermana rebelde, la que tenga que despertar a la niña buena su segundo día de clases. Si mi madre la ve.
—¡Luciana Bolt Kanz, como no te despiertes, me voy a enojar!
—Oh, joder, Emma, ¿por qué tanto ruido? —Resoplo ante la queja de mi mejor amiga. Esta es otra que no sé ni a qué hora regresó.
Luciana, por suerte, se sienta en la cama, soñolienta y al fijarse en la hora, abre los ojos aterrada y se levanta corriendo. Se enreda con el edredón y de puro milagro no cae al piso. Río por lo bajo ante la sarta de maldiciones que emite por su torpeza hasta que se encierra en el baño.
Me volteo a mi mejor amiga.
—¿A qué hora regresaste?
—No sé.
—¿Todo bien por tu casa? —pregunto. Ayer, su hermano mayor y su esposa, fueron a casa de sus padres a cenar y la invitaron.
—Genial —murmura mientras vuelve a acomodarse.
—¿No vas a clases?
—No.
Me encojo de hombros y procedo a terminar de arreglar mis cosas. Mi hermana se arregla a una velocidad súper sónica y, juntas, salimos de la residencia. Llegamos temprano por solo cinco minutos.
—Nos vemos en el almuerzo —me dice y luego de un beso en mi mejilla, se aleja corriendo hacia su facultad.
Sonriendo, me adentro a la mía.
Las clases transcurren con una calma desquiciante y a diferencia de los años anteriores, ni siquiera tengo deseos de que llegue la tarde para ir a entrenar, pues ahora, eso supone verle la cara al imbécil de Aaron.
Camino a la cafetería concentrada en mi teléfono mientras veo fotos de Zack, mi hermano menor, que me ha enviado hace como diez minutos. Este mocoso está acabando.
Me reúno con mi hermana y almorzamos junto a Dahiana, Vanesa y Camila, las otras chicas pertenecientes a La Élite. Pasamos un rato agradable y luego regresamos a clases. Me extraña no ver a Cameron por eso le escribo, pero cinco minutos después sin recibir noticias suyas, bloqueo el teléfono y lo guardo en mi bolso.
A las cuatro, espero a mi hermana en la puerta de su facultad para ir juntas al club y a lo lejos veo a Cam junto a Bryan. Sonriendo, me acerco a ellos, sin embargo, me quedo de piedra al ver el rostro todo golpeado de mi novio.
Con el corazón latiendo a millón, me le acerco. Al verme, me dedica una suave sonrisa que debe dolerle cantidad pues su lindo rostro se desfigura en una mueca.
—¿Qué te ha pasado? —chillo preocupada. Dios mío, parece que le dieron con fuerza. ¿Quién fue el maldito animal?
Detrás de él, veo a Luciana acercarse a nosotros con unos libros en sus manos. Bryan, al verla, se los quita.
Cameron baja la cabeza sin contestar.
—¿Cam?
—Creo que es mejor terminar, Em —dice de repente dejándome fuera de juego y con el corazón a mil.
—¿Qué? ¿De qué hablas Cameron? —El esquiva la mirada y solo pensar en terminar me forma un nudo en la garganta.
—Solo te estoy lastimando, Emy. —Frunzo el ceño sin entender y contengo la respiración cuando sus ojos, nublados por las lágrimas sin derramar, se encuentran con los míos.
—¿De qué hablas?
—Sé lo importante que es tu familia para ti. —Abro los ojos, asustada, al ver a mi hermana escuchando todo. Ella no sabe quién es él—. Y sé que saliendo conmigo los estás traicionando. Soy consciente de que sufres ante la posibilidad de que tu padre descubra que sales conmigo.
»Ese chico tiene toda la razón... —Hace una pausa y una lágrima corre por su mejilla. Yo no puedo reaccionar pues intento entender de qué carajos habla, pero no entiendo. ¿Qué chico?—. Soy un egoísta, Emma, un egoísta que te quiere demasiado y aunque le duela, está dispuesto a dejarte ir para que seas feliz y puedas vivir en paz. Yo...
—Cam. —Lo interrumpo—. Necesito que te explique porque no entiendo nada. ¿Qué chico? ¿Quién te dijo qué cosa?
—Tu amigo... El chico nuevo… Aaron.
Cierro los ojos y aprieto mis puños intentando calmar mi enojo que va creciendo sin límites al comprobar, una vez más, que ese mal nacido está a punto de arruinarme mi tercer noviazgo.
—¿Él te golpeó? —pregunto entre dientes.
—Sí, pero no te enojes con él, yo se lo pedí. —Frunzo el ceño, más confundida aún—. Él llegó exigiendo que terminara las cosas contigo, que era lo mejor para ti, que de esa forma serías feliz.
»Sé que él no te cae muy bien, pero sigue siendo como familia para ustedes y yo soy un Archer, Emma...
Un jadeo de asombro se escucha y cuando veo a mi hermana, tiene los ojos abiertos de par en par y sus manos cubriendo su boca evidenciando lo sorprendida que está.
Trago el nudo de emociones en mi garganta. No quería que se enterara así.
—Soy el hijo de la familia que casi destroza la tuya y pensé que si me golpeaba iba a sentirse mejor y se daría cuenta de que no soy como mi padre, pero no creo que haya funcionado.
—Ok.
Cameron frunce el ceño, pero no quiero seguir esta conversación. Hay algo que me urge aún más pues Aaron esta vez se pasó de listo.
Me alejo de ellos ignorando el llamado de Cameron y mi hermana y aunque en algún memento dejo de escuchar la voz de mi novio, Luciana insiste hasta alcanzarme.
—¿Qué vas a hacer?
—Pararle los pies de una vez por todas a tu amiguito del alma.
—Emma, tranquila...
—¿Tranquila? —grito deteniéndome y enfrentándola sin importarme estar a la vista del resto del estudiantado—. Es la tercera vez que Aaron se mete en mis relaciones, Luciana, eso es inaceptable. Él ya no es un niño y, por consiguiente, no puede seguir siendo así de infantil.
—Escucha, puede que Aaron disfrute molestarte, pero si golpeó a Cameron, es por algo...
—¿Lo estás defendiendo? ¿Acaso no escuchaste lo que dijo Cameron?