Emma:
—¿Cómo está? —Escucho a alguien preguntar. Es algo lejano así que no consigo distinguir de quién se trata.
—Ni idea. Desde que se durmió no se ha despertado.
—¿Lloró mucho? —Esta vez es una mujer y por el tono de su voz, sé que está preocupada. Un silencio se extiende y es roto únicamente por un grito que me sobresalta—. ¡Juro que voy a matar a esos hijos de puta!
Abro los ojos impresionada por el odio que mancilla esa frase. Pestañeo varias veces intentando apartar los vestigios del sueño y frunzo el ceño al no reconocer la habitación. Me remuevo incómoda sobre la cama, no por el colchón, sino por saberme en un lugar que no conozco.
—¿Por qué durmió en tu habitación y no en la mía? —pregunta la voz del primer chico que esta vez reconozco como la de Dylan. Me siento en la cama.
—Iba a acostarla en tu cama, pero dada la hora, supuse que lo estabas pasando bien en la cita y pensé que podrías traer a la chica a pasar la noche. —La voz de Aaron se filtra por la rendija de la puerta que está medio abierta. Parece divertido.
Dylan resopla y la chica se ríe. Supongo que es mi hermana.
Recuerdos de la noche anterior vienen a mi mente. Desde las palabras de Adela mientras me decía que se acostaba con mi novio, el poco caso que este me hizo al darse cuenta de que ya lo sabía todo pues estaba más preocupado por exigirle a mi supuesta amiga por haberse ido de la lengua. Mi huida toda dramática de la residencia, la llegada a la habitación de los chicos, mi conversación con Aaron y lo absurdamente bien que me sentí en sus brazos.
Nunca pensé que podría encontrar en él, consuelo a mi roto corazón; pero durante ese momento que pasamos juntos, creí que todo iba a estar bien.
No sé por qué fue tan dulce conmigo si él me odia tanto... Tal vez fue lástima, compasión o yo qué sé. Sea lo que sea, se lo agradezco, al igual que el hecho de que piense seguir tratándome a la patada como siempre.
Nunca creí posible aliviarme de que ese chico me hiciera la vida imposible, pero justo ahora es lo que necesito... Anoche, aunque bien, me sentí extraña.
Pensar en Cameron y mi ex amiga provoca una opresión en mi pecho que no sabría explicar con palabras. Es un nudo que amenaza con arrebatarme la cordura y las lágrimas no tardan en salir como cascada. No sé cómo haré para salir de esto porque justo ahora siento como si el mundo se me viniese encima.
Lo peor es que mientras yo tengo el corazón roto, ellos deben haber pasado la noche revolcándose en mi miseria. Sé que no valen nada, que no merecen ni siquiera una lágrima mía, pero eso no lo hace más fácil porque les abrí las puertas de mi vida y ellos lo destrozaron todo.
Me siento como la mierda y no sé qué será de mí ahora. Sin embargo, a lo largo de mi vida he aprendido algo de mi madre... Esa mujer espléndida, con un corazón de oro, pero una armadura de acero capaz de enfrentarse a todo sin opción a renunciar. Puede que no sea su hija biológica, pero tengo su carácter fuerte y primero muerta, antes de dejarme pisotear por esos imbéciles. Aunque me esté muriendo por dentro, usaré su fuerza y todo lo que me ha enseñado y enfrentaré lo que sea que la vida me ponga enfrente, así sea recoger los pedacitos de mi corazón y volverlos a juntar.
Con esa resolución, me levanto de la cama y me dirijo a la puerta. Los tres pares de ojos me observan preocupados y antes de que pueda hacer algo, mi hermana me abraza con fuerza. Un nudo se me forma en la garganta y los deseos de llorar vuelven a mí, pero me obligo a no derrumbarme. Ya he llorado bastante.
—Lo siento mucho, Em —murmura sin soltarme—. Si quieres ir a un brujo y hacer un muñeco de vudú para joderles la vida, yo te acompaño.
Sin poderlo evitar, me río. Le doy un beso en el cuello y me separo.
—Olvídalo, ninguno de los dos merece mi tiempo.
—Así se habla —dice Dylan sonriendo.
—Enana, estás que das asco. Báñate.
Observo a Aaron y su sonrisa burlona. No me he visto en el espejo, pero sé cómo luzco acabada de levantarme y si a eso le sumamos la imagen post llanto, debo ser un desastre; sin embargo, él no está mucho mejor. Analizo su imagen. Pelo revuelto, ojos hinchados supongo que de no dormir mucho, el pecho al descubierto y...
Aparto la mirada cuando mis medios inconscientes ojos se quedan unos segundos más de lo necesario en su paquete de seis. ¿En qué momento creció tanto este mocoso?
—Tú no estás mucho mejor, idiota.
Resopla, aunque luce divertido.
—¿Y de quién es la culpa?
Nuestras miradas se encuentran y no sé si es que estoy demasiado atontada por el sueño o muy vulnerable por lo sucedido, pero siento como si me estuviese preguntando con sus ojos que cómo me siento.
Me aclaro la garganta y me dirijo a mi hermana.
—¿Tú no deberías estar en clases?
—Iba para allá cuando Aaron me llamó. ¿Vas a ir?
—No, hoy no. Necesito darme un baño y tomar algo para el dolor de cabeza. Necesito relajarme.
—Perfecto, entonces yo tampoco iré. Me quedo contigo.