5. Lo que siento cuando estoy contigo

11. Beso en la mejilla

Aaron:

Luego de dejar a Emma en casa de sus padres, decido regresar a la residencia. La verdad es que justo ahora no tengo deseo ninguno de ir a clases, solo quiero caer en mi cama y dormir; algo que no pude hacer en toda la maldita porque cierta enana ocupaba mi espacio y el jodido sofá no es tan cómo como aparenta.

Pongo un poco de música para hacer más ameno el trayecto y resoplo al volver a escuchar a esa maldita mujer que tanto le gusta a Luciana, así que cambio todas las que le pertenecen hasta llegar a las que están de moda ahora.

Intento concentrarme en la carretera y relajarme con el sonido de la música, pero el maldito rostro triste de la enana se cuela en mi mente una y otra vez. No sé decir exactamente cómo me hace sentir verla en ese estado. Definitivamente no me gusta y los deseos de golpear a ese mal nacido corroen mi alma; sin embargo, lo que me preocupa es que en otras ocasiones me he ido a las manos con varios chicos por propasarse de listos con Luciana, pero nunca, jamás de los jamases, lo había sentido como una necesidad.

Es desconcertante ver cómo mis manos pican por estamparse en su rostro, por hacerle pagar todo el sufrimiento que le ha provocado a Emma y yo no soy una persona violenta o eso creo. Solo he reaccionado con los puños en dos ocasiones, (sin contar el día que encontré a Cameron con Adela) y ha sido simplemente un golpe en la mandíbula; pero hoy, justo en este momento, deseo mandarlo al hospital. Que sufra físicamente el daño emocional que le ha provocado a ella.

He jodido a Emma sin cansancio a lo largo de nuestras vidas y en muchas ocasiones sé que me merecía un buen coscorrón, pero nunca sería capaz de lastimarla de esa forma, por eso es que no entiendo cómo, dos personas que supuestamente la querían, pueden traicionarla así. Eso no significa que quiera a Emma, o sea, es parte de la familia e inevitablemente me preocupo por ella (aunque no suela demostrarlo) y supongo que le tengo cariño. Es la hija de Zion, el hombre que considero como mi tío a pesar de que no compartimos sangre, no solo por ser el mejor amigo de mi padre, si no, porque es el hermanastro de mi madre.

Para cuando me doy cuenta, ya estoy deteniendo mi auto frente a la residencia y me sorprendo al darme cuenta de que me he pasado todo el maldito camino con ella en la mente. Recordando momentos de la noche anterior cuando la tuve en mis brazos, cuando lloró y se desahogó conmigo de forma que, por un momento, olvidé la relación tan extraña de odio que tenemos entre nosotros… Estoy seguro de que ella también lo olvidó.

No me malentiendan, no odio a Emma, ella sí me odia a mí; simplemente me gusta molestarla, ver cómo consigo hacerla rabiar… es que se ve, ¿cómo decirlo? ¿Graciosa? Tal vez.

«Bonita también» Señala mi subconsciente, pero decido ignorarlo. A veces dice cosas estúpidas.

Tampoco sé en qué momento ni por qué, comenzó mi afección a molestarla. Recuerdo que cuando éramos niños todos decían que estaba poseído por la maldición Scott porque teníamos la misma mala suerte de mis padres. Juro por Dios que en ese momento era inocente, todo lo que sucedió fueron accidentes.

Creo que después de los diez años, al darme cuenta de que realmente le molestaba a niveles que ni nuestros padres entienden, es que comencé a provocar esos “accidentes” yo mismo; solo por la satisfacción de verla salirse de esa imagen de niña perfecta y princesa creída que siempre carga consigo.

Es que a veces no parece ni un ser humano. Puede convertirse en una perra fría y sin sentimientos cuando quiere. Si no me creen, solo hay que ver cómo trató a Adela hace unas horas. Se merecía cada cosa que le dijo, incluso más, pero me sorprendió ver cómo sacó ese carácter endemoniado que tiene y que de alguna forma solo usa conmigo. Quería que la tierra me tragara cuando comenzó a hablar sobre su vida sexual con ese idiota; ni siquiera le importaba que hubiesen ojos curiosos alrededor que no se perdían ni un segundo de la discusión.

Emma es más humana cuando se enoja. Me cae mucho mejor, aunque suene contradictorio.

Me detengo justo antes de abrir la puerta de la habitación.

¿En qué momento me bajé del auto?

¿Cuándo subí en el acelerador?

¿Dónde tengo la cabeza?

¿Por qué sigo pensando en ella?

Sacudo la cabeza y termino de adentrarme a mi habitación. Luego de lavarme las manos y enjuagar mi rostro, me quito la ropa, los zapatos y caigo directo en la cama, pero media hora después dándole vueltas a lo mismo y sin poder sacar de mi mente sus bonitos ojos abnegados en lágrimas, decido que mejor me incorporo a las clases.

Tal y como pensé, no tuve problemas con la profesora del primer turno, perdonó mi falta y ni siquiera la anotó, bajo todos los efectos, asistí a su clase. Para el segundo turno no fue tan sencillo, pero terminó creyendo que la comida de la noche anterior me hizo daño y que me he pasado toda la mañana de la cama al baño, que solo ahora es que estoy mejor.

Al tercer turno llego a mitad y gracias a Dios, la profesora me deja entrar. No sé qué tenía en mente al decidir venir a la Uni, tal vez centrar mi mente en otra cosa, pero las palabras de la mujer ante mí se escuchan a penas como un murmullo porque mi jodida mente me está gastando alguna broma de mal gusto. Solo eso puede significar que no consiga sacar a la enana de mi cabeza.




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