Aaron:
Sonriendo y, consciente de que no podré volver a dormir, me levanto y voy al baño. Luego de hacer mis necesidades y asearme, salgo de mi habitación.
—Vivir con ustedes va a ser un dolor de cabeza —dice Luciana mirándome con mala cara. Yo solo sonrío—. Aaron, no puedes seguir molestándola así, por favor. Hazlo por mí o me volveré loca, ¿sí? —Sus hermosos ojos verdes me miran con súplica y hace un puchero con su boca. Me le acerco, le doy un beso en el cachete y revuelvo su cabello.
—Lo siento, Lu, te quiero, pero enojar a Emma le da energía a mi vida. Por cierto, ¿dónde está?
—No lo sé. Se vistió y se largó. —Se encoge de hombros y yo la imito.
Decido probar la piscina y Dylan no tarda en seguirme. Así pasamos el resto de la mañana y alrededor de las tres de la tarde, nos dirigimos al club. Sí, ni los domingos nos salvamos del entrenamiento, ayer lo hicimos y fue después de suplicarle a la entrenadora una y otra vez para poder mudarnos.
No he visto a Emma desde que irrumpió en mi habitación a base de golpes y eso, aunque no quiera admitirlo, comienza a preocuparme. ¿Se enojó de verdad? O sea, no creo que tomarle el jugo sea para tanto, he hecho cosas peores. Por suerte, cuando llegamos al club ella ya está entrenando, con esa maestría y gracia que la caracteriza; moviéndose de un lado al otro como si se mezclara con el viento.
Sacudo la cabeza ante esa idea tan cursi.
Pensé que las cosas empezarían a calmarse, pero ese hijo de puta en serio me está sacando de mis casillas. Ya nos quedó claro desde hace unos días que mantiene una relación con Adela, ¿por qué carajos tiene que restregárselo en el rostro a Emma? ¿No les basta todo el daño que le han hecho? Se pasan el maldito entrenamiento entre besos, caricias, palabras subidas de tono y aunque la entrenadora les pide en una ocasión que se estén quietos, ellos alegan que su relación no está afectando el patinaje y que, por tanto, no tienen por qué detenerse.
A Saly no le gusta esa respuesta y va a refutarles, pero Emma se adelanta alegando que debemos repetir el último giro porque estábamos descoordinados. Fue su forma de decir que era mejor no hacer más grande el problema; después de todo, entre más demostremos lo mucho que odiamos su comportamiento, más lo van a hacer.
Todo esto hace que mi teoría de que Cameron estuvo con Emma como venganza por todo lo que sucedió con su padre, se refuerce. No he querido decírselo a ella porque ya bastante sufre en silencio.
Cuando llegamos a la residencia, Emma se encierra en su habitación y no volvemos a verla hasta el día siguiente. Ni siquiera quiere comer y a duras penas, casi obligada por Dylan y Lu, acepta un vaso de leche con unas galletas.
Los próximos tres días transcurren igual. Clases, un entrenamiento de mierda donde la enana hace de tripas corazón y sonríe como si nada le doliera, para luego llegar a casa y encerrarse en su habitación. No hay que ser adivino para saber lo que hace ahí sola y lo juro, esa situación me está cansando.
—Me voy —dice Luciana de repente.
Está de pie en la puerta de mi habitación enfundada en un pantalón ceñido a su cuerpo que saca a relucir cada curva que heredó de su madre, un top rojo tomate y unas sandalias de tacón cuadrado. Se ve preciosa; sin embargo, su mirada demuestra preocupación.
—¿Por qué esa cara, Lu? —Apoyo mis codos en el colchón y me elevo.
—No quiero dejar a Emma sola en la situación que está.
—¿Y yo que soy? ¿Un fantasma? —Ella se ríe por lo bajo.
—No es que tú seas una compañía muy grata para ella.
—De igual forma, no creo que vaya a salir de ahí. —Suspira profundo y yo me siento en la cama—. Venga, Lu, sal un rato a divertirte. Eso sí, dile a Harry que como se le ocurra pasarse de listo contigo, se las verá conmigo—. Rueda los ojos y sonríe—. Dylan quedó para verse con Daniela y ya he consolado otras veces a tu hermana, no creo que una más me vaya a matar. Además, lleva días que no sale a nada de su habitación, no creo que lo haga hoy.
—Cualquier cosa me llamas, ¿vale? —Asiento con la cabeza y me acerco a ella.
—Tranquila —le digo colocando mis manos sobre sus hombros—. Ve y diviértete, hoy estás preciosa.
—Gracias. —Beso su frente y la acompaño hasta la puerta principal.
Una vez solo, respiro profundo. Voy a la cocina, cojo una cerveza del refrigerador y regreso a la sala. Me siento en el sofá frente al televisor dispuesto a ver la dichosa serie de los Legnas que no he tenido tiempo de comenzar y justo cuando voy a darle play, me detengo.
Observo las escaleras.
¿Y si la invito a verla conmigo?
Según ese artículo que leí en internet anoche, las personas con el corazón roto suelen refugiarse en la soledad, algo realmente malo porque la única compañía son los recuerdos que martirizan su alma una y otra vez impidiéndole avanzar, así que el primer paso debería ser obligarla a salir de ahí. Hacer que se enfrente al mundo, pero no del modo que lo ha estado haciendo hasta ahora con esa máscara de frialdad; no, ella necesita exteriorizar su dolor para luego aceptarlo y seguir adelante. O eso creo.
Me revuelvo el cabello y a sabiendas de que no podré concentrarme si no lo intento, termino de beberme la cerveza y me dirijo a su habitación. Respiro profundo varias veces y toco la puerta.