5. Lo que siento cuando estoy contigo

17. ¿Tengo límites?

Aaron:

No sé qué tiempo paso sentado en esa silla, solo, mareado y con las palabras de Zion dando vueltas en mi cabeza una y otra vez.

¿Enamorado?

Tiene que estar de coña.

¿Qué le dio a pensar algo así?

Una cosa es admitir que la deseo, otra es empezar a aceptar que puede que me guste, pero decir que estoy enamorado son palabras mayores.

No, no estoy enamorado.

No puedo estar enamorado de ella.

¡Joder, es Emma!

Paso mis manos por mi rostro, frustrado, sobrepasado, mareado y con ganas de irme a dormir.

Las luces a mi alrededor se encienden y solo entonces me doy cuenta de que la noche ha empezado a caer. Joder, la fiesta solo comienza y no hay forma de que pueda huir a mi habitación.

Resignado y con la mente por las nubes, decido regresar a nuestra mesa. Hago todo lo posible para que no se den cuenta de que ya voy bastante pasado de copas y me maldigo una y otra vez por tomar tanto vino. La resaca mañana será monumental.

—¿Estás bien? —pregunta creo que Roma, pero, sin mirarla, asiento con la cabeza cuando me dejo caer en la silla.

Apoyo los codos sobre la mesa y hundo mi frente en mis manos mientras introduzco la punta de mis dedos en mi cabello.

¿Qué se supone que debo hacer con esta revelación?

¿Ignorarla y seguir con mi vida como si no sucediera nada?

¿Intentar algo con... Emma? Joder, solo pensarlo me da escalofríos.

¿Emma y yo de novios?

¿Ella siquiera querría intentarlo?

¿Yo quiero intentarlo?

—¿Estás bien?

—Que sí —digo levantando la cabeza y mis ojos se abren ligeramente al ver el ceño fruncido de Emma.

Y cómo no, mi corazón acelera su marcha hasta un ritmo realmente preocupante.

—¿Aaron? ¿Tes sientes mal?

—¿Eh? —Su ceño se frunce aún más y el mío la imita cuando se acerca un poco.

—¿Qué te pasa?

—Na... nada. —Me aclaro la garganta—. Estoy bien.

—¿Seguro? No tienes buena cara.

—¿Preocupada, enana? —Sonrío de medio lado o eso creo.

—Sí —responde con tanta convicción que la sonrisa se me borra y mi cerebro hace cortocircuito por un segundo.

¿Está preocupada por mí?

—¿En serio? —Rueda los ojos.

—Claro que sí, idiota. Tú no eres así.

—¿Así cómo?

—Tranquilo, callado.

—¿Y cómo soy? —pregunto más desesperado de lo que me gustaría. De repente me resulta importante saber qué piensa de mí.

Se encoge de hombros.

—Yo qué sé, Aaron. Eres de los que no se pueden quedar quieto por más de dos minutos, siempre estás jodiendo a alguien. De todas las personas que conozco, eres la que más sonríe y buscas que los demás rían por muy malo que sea el momento.

—Estoy empezando a creer que ya no me odias, rubia.

—Bueno, te odio un poquito menos. —Sonríe dejándome confundido.

—¿Estás borracha? —pregunto porque no le hay más lógica a que esté siendo tan agradable.

—¿Eh? No, ¿por qué preguntas?

—Por nada, no te preocupes.

Quedamos en silencio por varios minutos. Yo, sin saber qué decir, con las palabras de su padre dando vueltas en mi cabeza e intentando no mirar el valle entre sus senos que, desde aquí, se ve jodidamente bien.

Miro a mi alrededor con la esperanza de concentrar mi atención en algo que no sea ella y si de paso se aburre y se va, mucho mejor.

Frunzo el ceño cuando veo a Dylan y Daniela bailando en el centro de la pista.

—Hacen buena pareja —comento.

—Sí, me gustaría que él se olvidara de su ex. —Asiento con la cabeza—. No me esperaba el beso de hace un rato.

—El ex novio de Daniela está aquí como pareja de una de las amigas de Sabrina. Ella quería que el chico pensara que lo había superado y le pidió ayuda a Dy... luego de meterle la lengua hasta el fondo, claro.

—Genial... Dos personas dañadas usándose la una a la otra. —Respira profundo—. No creo que eso salga bien.

—O tal vez sí. —Me encojo de hombros—. Tal vez puedan sanarse el uno al otro.

—Solo espero que no terminen más rotos aún.

En eso tiene razón. Si Dylan se enamore y Daniela no le corresponde, va a sufrir aún más.

—A... Aaron. —Miro a Emma, extrañado ante su titubeo; suena nerviosa y lo compruebo al ver cómo retuerce sus dedos sobre su regazo—. ¿Quieres...? Mmm... ¿Quieres... bailar?

Abro los ojos de par en par. ¿Lo ha dicho de verdad o el vino me está haciendo delirar?

—¿Qué? —pregunto como un idiota.




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