5. Lo que siento cuando estoy contigo

22. Vale la pena esperar

Aaron:

El regreso a casa tiene un sabor agridulce.

Por una parte, no quería irme de la mansión del lago, esos días de relax nos han sentado muy bien, el lugar es precioso y la compañía, exquisita. Por otro lado, estoy ansioso ante la perspectiva de una nueva vida en la que Emma y yo ya no somos enemigos, sino amantes; en la que vivimos a escondidas una apasionante historia que tiene amplias posibilidades de hacerme feliz como de romperme en mil trocitos.

Hemos llegado a un acuerdo que pusimos en práctica desde que salimos del mini paraíso donde quedamos en vivir nuestro idilio a escondidas. Si no queremos que comiencen a sospechar, debemos seguir actuando como si nos odiáramos y es por eso que cuando regresamos a la mansión, ella tiene su característica cara de mala leche que refleja el enojo que burbujea en su interior.

Luciana solo necesitó un vistazo para suspirar profundo y preguntarme sin duda ninguna, qué carajos le había hecho a su hermana. Yo solo me encogí de hombros mientras la enana le respondía: “Existir, eso es lo que ha hecho”, para luego marcharse hecha una furia hacia su habitación. Y así, señores, es como se evita tener que dar explicaciones por habernos desaparecido al mismo tiempo.

Los siguientes días transcurren en un torbellino que, si bien nos vemos a toda hora por los intensivos entrenamientos, solo podemos estar juntos en las noches, luego de que Luciana y Dylan se van a la cama, lo que, por lo general, es después de la medianoche. Para colmo, alrededor de las seis, tengo que regresar a mi cuarto para que no me vean.

Debo decir que la adrenalina de la situación me pone muchísimo y que, si bien a veces es agotador acostarme tan tarde porque sí, cuando entro a su habitación no es precisamente a dormir, y para colmo, tener que levantarme temprano, vale totalmente la pena el momento que pasamos a solas. Y no me refiero solo al sexo que es jodidamente espléndido aun cuando debemos ser silenciosos, sino también a esas largas conversaciones hasta altas horas de la madrugada, las caricias, los besos dulces, las risas y las bromas, que me alimentan el alma.

¿Qué puedo decir? Estoy jodidamente enamorado de Emma Bolt y cualquier cosa a su lado me parece genial.

Por fin llega el día de la segunda parte de la competencia. Los nervios están a flor de piel, más aún cuando vemos el nivel elevado de nuestros contrincantes. Sin embargo, luego de una maravillosa presentación en la que ponemos en evidencia, no solo la complicidad del equipo, sino también la absolutamente increíble química entre la enana y yo, conseguimos el primer lugar y, por consiguiente, el honor de representar a New Mant en el Campeonato Internacional que tendrá lugar el primero de diciembre.

Está de más decir que esta noche nos emborrachamos todos para celebrar porque representar a nuestro país en una competencia tan importante como esta es uno de los mayores logros que podremos tener como patinadores.

Hoy es viernes y tanto Dylan como Luciana saldrán de fiesta con sus respectivas parejas. En realidad, no sé si Daniela y Dy son novios o si siguen en ese estúpido juego de follar para curar sus corazones rotos, pero últimamente no se separan para nada y se miran medio raritos como supongo yo que debo mirar a la enana cuando nadie nos presta atención. El punto es que los cuatro nos han invitado, pero la rubia se negó alegando que no quería ser el tercero en discordia y que no le hacía gracia otra noche de fiesta conmigo.

Debo decir, aunque creo que ya lo he hecho, que Emma es una actriz genial porque si no supiera que su objetivo es quedarse a solas conmigo, habría creído el absoluto desprecio que mostró su rostro al decirlo. Yo simplemente alegué que tenía mejores planes con cierta rubia de mi clase y que haríamos de todo, menos irnos de fiesta.

A Luciana no le gustó la idea. En otro momento me habría preguntado por qué, pero ahora que sé de la dichosa apuesta, entiendo que es porque quiere que esa rubia sea su hermana y no otra. Si ella supiera.

A Dylan le pareció un poco raro, pues él sí se imagina algunas cosas, pero decidió no preguntar demasiado.

—¿Qué haces? —pregunta mi amigo, sentándose a mi lado en el sofá. Llevo unos diez minutos aquí, vestido como si fuese a salir, esperando impaciente a que acaben de largarse, pero Luciana y Daniela se están emperifollando con ayuda de Emma. En serio me desespera la lija que se dan las mujeres para arreglarse.

—Esperando a que sean las diez para ir con mi cita. No quiero llegar antes para no parecer desesperado ni tarde para parecer desinteresado —miento descaradamente mientras me encojo de hombros—. ¿Ya estás listo?

—Desde hace media hora. —Suspira profundo y yo me río—. No sé ni para qué me arreglo temprano si nunca salimos a la hora que acordamos.

—Ese es un mal que sufren todos los hombres.

Dylan se acomoda en el sofá subiendo una pierna de modo que toda su atención queda concentrada en mí.

—¿Quién es la afortunada de hoy? —pregunta. Debí suponer que si se quedó callado cuando me negué la primera vez fue porque las chicas estaban presentes

—Una chica de mi año. No la conoces.

—Pensé que habías dicho que de tu clase.

—Compartimos una —respondo, indiferente.

—Últimamente no salimos juntos.




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