Emma:
Horas antes:
Dos semanas…
Faltan dos semanas para la competencia y ya lo nervios están haciendo estragos conmigo. He participado en innumerables competiciones desde que tengo uso de razón, pero esta, por algún motivo, me emociona aún más. No sé si se debe a que es a nivel internacional o que, por primera vez, patinaré junto a Aaron. Esta es nuestra oportunidad de demostrar qué tan buenos somos, lo bien que nos compenetramos y la increíble química que tenemos. Somos la pareja perfecta y eso no lo duda nadie.
Sé que hace unos meses me desvivía por demostrar que era mejor que él, pero no soy tonta, en el fondo, siempre he sabido que es insuperable. Lo lleva en la sangre; es un Andersson Scott y no se podía esperar menos de él.
Sin poder evitar una pequeña sonrisa, lo observo mientras conversa con Bryan y Dylan luego de un extenso entrenamiento; entrenamiento que fue insoportable porque Sally odia que nos ausentemos y, al parecer, Cameron está enfermo porque nunca llegó.
Volviendo a Aaron, ese chico es genial en todos los aspectos y estoy feliz de tenerlo en mi vida. ¿Quién lo iba a decir? Emma Bolt feliz de poder estar con Aaron Andersson.
—Se te va a caer la baba. —Ruedo los ojos ante las palabras de mi hermana y la miro. Sonríe divertida y Dahiana, a su lado, no le es ajena. Tontas.
—No más de la que ya se les cae a ustedes.
—¿Quién nos puede culpar? —pregunta Dahiana—. Evans es el más delgadito de los tres, tal vez no está tan definido, pero sí es fuerte y es jodidamente bueno en todo lo que hace. —Mueve las cejas de forma pícara dándonos a entender el doble sentido de sus palabras—. Vivo locamente enamorada de él y no me avergüenza admitir que babeo cuando lo veo. Por otro lado, Bryan y Aaron son unos papacitos, con el perdón de las dos. Tengo novio, pero no estoy ciega.
Si soy honesta, su comentario provoca algo raro en mí, pero me obligo a ahuyentarlo. Ella no es como Adela; solo es una chica sincera y realmente habría que estar ciega para no ver que Bryan y Aaron son dignos modelos de revista.
Luciana se ríe y yo la imito.
—¿Se puede saber de qué se ríen, preciosuras? —pregunta Bryan llegando a nosotras, toma asiento junto a su novia y deposita un casto beso en su mejilla. Si fuéramos dibujos animados, mi hermana tendría corazones en los ojos.
Aaron, Dylan y Evans, se sientan a nuestro alrededor. Mi chico me guiña un ojo y yo le sonrío para luego contestarle a Bryan:
—De lo feo que ustedes están.
Aaron, a mi lado, ríe a carcajadas, mientras el resto, conocedores de la gran mentira, solo ruedan los ojos.
—Enana, eso no se lo cree nadie.
—Presumido —le digo, entrecerrando mis ojos. Él, sin dejar de sonreír, jala un mechón suelto de mi cabello de forma juguetona.
—¿Qué vas a hacer ahora? —pregunta un poco más bajo, solo para mí. Me encojo de hombros.
—Estaba pensando en ir a comprar los regalos para navidad. Ya la tenemos encima y no he preparado nada; algo que da miedo porque con lo grande que es nuestra familia, buscar para todos lleva tiempo. —Se ríe porque sabe que tengo razón. Comprar regalos en nuestra familia es una odisea—. ¿Quieres venir?
Suspira profundo.
—Me encantaría, pero tengo examen mañana. Nos reuniremos en la residencia de Julio, un compañero de clases, para estudiar.
Cierto, me había hablado de ese examen. Es una lástima.
—Bueno, supongo que les preguntaré a las chicas.
Él asiente con la cabeza y procede a quitarse los patines, algo que ya yo hice, solo me queda ponerme los tenis.
Una vez estamos listos, salimos juntos del club de patinaje. Le pregunto a las chicas si quieren ir conmigo de compras, pero solo se apunta Dahiana porque Lu saldrá a no sé qué cosa con Bryan. Propongo llamar a Daniela, pero Dylan sale en su defensa diciendo que está ocupada.
Esos dos, luego de la desastrosa, pero fructífera pedida de noviazgo, no se separan ni un segundo.
—Nos vemos en casa en la noche —dice Aaron luego de que el resto de mis amigos, salvo Dahiana, se marchan. Asiento con la cabeza—. Tengan cuidado, ¿vale?
—Sí, papaíto —responde Dahiana de forma burlona, sacándonos una sonrisa a los dos.
Aaron me da un beso corto en los labios y luego se pierde calle arriba con destino a la residencia de su amigo a estudiar, según él, una tortura del demonio.
Dahiana y yo tomamos un taxi rumbo al centro comercial más grande de Nordella y, luego de respirar profundo varias veces, nos adentramos al mar de personas con el mismo propósito que nosotras, conseguir regalos de navidad, una auténtica locura.
Conseguirle algo a Luciana y a Zack es más sencillo de lo que pensé. Tuve la bendita suerte de que Ambar Marin, la escritora favorita de mi hermana, estuviese firmando autógrafos en una de las librerías y, luego de una cola de casi una hora, en la que mi amiga y yo nos pusimos a adivinar la vida de los que nos rodeaban para matar el tiempo, logré conseguir la trilogía “Legnas: la profecía” firmada y con una dedicatoria especial. También me conseguí unos ejemplares, para qué negarlo. Lu va a flipar.