5. Lo que siento cuando estoy contigo

29. Rescate

Aaron:

Delion la ha secuestrado…

Las palabras de mi madre, dan vueltas en mi mente sin parar, aturdiéndome; llevándome a un estado de nervios imposible de controlar. Mi corazón late a un ritmo desenfrenado; mis manos tiemblan desorbitadas, incluso aunque intento mantenerlas sujetas mientras vamos de camino a la residencia de los Bolt.

Bryan va manejando. Gracias a Dios, llegaba justo cuando nosotros íbamos saliendo, pues no creo que Dy, Lu o yo estuviésemos en condiciones de conducir. Mis mejores amigos van en los asientos traseros, abrazados, mientras la rubia hace lo posible por controlar su llanto y su primo no sucumbir a él. Yo intento tragar el nudo de emociones en mi garganta, ese que no me deja articular palabra de ningún tipo, pero no tengo muchos resultados. La opresión en mi pecho amenaza con ahogarme y por más que me digo que todo estará bien, que encontraremos a la enana antes de que esto llegue a mayores, no consigo calmarme, pues con Delion, todo es posible.

Maldito mal nacido.

Doblamos en una cuadra a la derecha y diviso la casa de los Bolt. Bryan no ha detenido el auto completamente frente a ella, cuando abro la puerta y desciendo como alma que lleva el diablo. Sorteo el mar de policías que pululan en el jardín, importándome una mierda sus órdenes de detenerme y sus preguntas de quien soy.
Entro a la casa y no tardo en sentir al resto detrás de mí.

La repentina llegada, alerta a todos los presentes. Lu corre hacia su madre que camina de un lado al otro en la sala como león enjaulado y la mía, al percatarse de mi presencia, corre hacia mí. Sin embargo, toda mi atención esta puesta en mi padre, Zion, Maikol, Estefan, Bryan, el esposo de mi abuela, y el abuelo Andrés, que observan con detenimiento lo que sea que los dos detectives frente a ellos, les muestran.

—¡Oh, cariño! —dice mi madre al llegar hasta mí y envolverme en uno de esos abrazos de osos protectores, que dan la sensación de que nada puede salir mal; sin embargo, justo ahora, no me da la tranquilidad que necesito porque mi chica está en peligro, mucho peligro.

El nudo en mi garganta se acentúa y ante la imposibilidad de hablar, me limito a devolverle el gesto. Respiro profundo varias veces sin soltarla y me obligo a tragar con fuerza.

—¿Han sabido algo? —Consigo preguntar, aunque la voz me sale en un débil susurro.

—Ya la hemos encontrado.

Sorprendido, me separo de ella para poder mirarla a los ojos. Para mi gran alivio, ella sonríe ligeramente.

—Luego del accidente, Zion les puso un rastreador a los cuatro, incluyendo a Ari, por temor a que algo así sucediese. —Miro al rubio que continúa concentrado en lo que el detective le dice, asintiendo con la cabeza varias veces—. Les había puesto vigilancia también, pero los dos que seguían a Emma, fueron asesinados.

Mi corazón late más rápido ante esa declaración y todo el alivio que había sentido hasta el momento, se evapora. Si Delion ha llegado tan lejos, atreviéndose a asesinar para secuestrar a Emma, es señal de que no está jugando. Él quiere venganza y sabe que nada va a joder más a Zion que si algo le pasa a uno de sus hijos.

—Los detectives le siguieron la pista con las cámaras de seguridad de la ciudad. Cogió un taxi frente al centro comercial y ahí iba su secuestrador. Al parecer ella dio pelea porque el auto iba de un lado al otro, incluso tuvieron un pequeño accidente. —Abro los ojos de par en par—. Nada grave según parece. Llegaron al bosque Ímer y salieron de la carretera, así que no se les pudo seguir la pista, pero por el rastreador, sabemos que está en una casa abandonada en esa zona.

»Cameron, el chico con el que salía, fue quien la secuestró.

—Hijo de puta. —Logro decir.

Juro por lo más sagrado que mataré a ese mal nacido.

—Rastreamos el taxi hasta el momento en que salió y lo vimos entrar a él. Lo más curioso es que un todoterreno los seguía, supongo que para asegurarse de que todo saliera bien. —Asiento con la cabeza ante las explicaciones de mi madre, algo que agradezco sobremanera.

—¿Qué van a hacer ahora?

—Irán a buscarla; están armando un operativo, solo nos queda esperar que llegue el refuerzo, no deben tardar.

A lo lejos, comienzan a sentirse las sirenas, erizándome la piel y la sala se revoluciona. Los detectives comienzan a recoger sus cosas y tanto mi padre, Stefan, Bryan, el abuelo, Zion y Maikol, se alistan para irse con ellos.

—Iré con ustedes —dice Ariadna, de repente. Zion termina de ponerse la chaqueta, mortalmente serio, sin prestarle una pizca de atención.

—No. —Es su única respuesta. Concisa y contundente.

—Es mi hija, Bolt, claro que iré.

—No, no irás. Ya tengo uno de mis tesoros en peligro, no voy a poner a otro. —Coge su celular de encima de la mesa, sin siquiera mirarla. Ariadna parece ligeramente sorprendida e incluso sonrojada, por las palabras de su esposo.

—Pero…

—Es mi última palabra, Ariadna, y me importa una mierda si te enojas.

La pelinegra, esa mujer fuerte, valiente y decidida, se queda en silencio; su labio inferior tiembla y una lágrima rueda por su mejilla. Luciana la abraza y Zack no tarda en unirse.




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