5. Lo que siento cuando estoy contigo

31. Campeonato Internacional

Aaron:


Odio a Adela.

Joder, odio a esa mujer insufrible que, no bastándole todo el daño que le hizo a la enana, aparece ahora para restregarle en el rostro, que su amistad hace mucho que dejó de significar algo.

¿Es necesario ser tan cruel?

También odio a Cameron, aunque tenga que agradecerle el haber ayudado a Emma durante el secuestro. Me gustaría decir que, de no haber sido por él, la enana no se habría visto envuelta en algo como eso, pero no puedo. Aunque ese idiota no hubiese intervenido, Delion se las habría arreglado para hacer lo mismo. Medios no le faltaban, motivo, mucho menos.

Aun así, no me gusta, no me cae bien... Mucho menos ahora que tiene a mi novia entre sus brazos.

Frunzo mis labios con desaprobación.

No debería tocarla. Joder, no quiero que la toque, aunque me tachen de celoso, posesivo o tóxico. Sé que Emma ya no siente nada por él y que necesita este cierre; precisamente por eso no intervengo, pero no puedo dejar de pensar que esas manos la acariciaron en algún momento, que ese idiota fue el primero en su vida. Esa sensación que tanto odio, ese nudo en la boca de mi estómago, me asalta con fuerza y debo reprimir los deseos de acercarme y exigirle que le quite las manos de encima.

Por suerte, Emma se separa y él desaparece... Espero que para siempre.

Mi chica se acerca a mí, sonriendo, y algo en el modo en que me mira y recordando la forma en que lo hizo mientras hablaba con Cameron, me dice que se ha enterado de algo que me hubiese gustado que nunca supiera.

—¿Todo bien? —pregunto una vez llega a mí.

—Todo bien. —Asiento con la cabeza, feliz.

Puede que no me guste ese tipo, pero me alegra que haya tenido los cojones de venir y permitirle un cierre. La enana lo necesitaba para pasar página de una vez y ser feliz.

Con una sonrisa dulce, cruza los brazos alrededor de mi cuello y apoya el freno de sus patines sobre la pista, ganando algo de tamaño.

Coloco mis manos en su cintura.

—¿Te he dicho alguna vez que eres el hombre más perfecto del mundo?

Mierda.

Que me lo diga me gusta, pero sé por qué lo hace y, honestamente, me da un pilín de vergüenza.

Deposito un casto beso sobre sus labios.

—Creo que debemos irnos, hay mucho que preparar para mañana. —Improviso, intentando zafarme de esta conversación.

—Aaron —advierte y yo respiro profundo.

—¿Podrías dejarlo pasar? —pregunto.

—No. ¿Por qué lo hiciste?

Decido hacerme el desentendido, aunque a estas alturas, sé que es ridículo.

—No sé de qué hablas.

Miro por encima de su hombro con la esperanza de encontrar a alguien que pueda salvarme del momento, pero todos están quitándose los patines, muy entretenidos en lo que sea que conversan. Ni siquiera Lía nos presta atención.

—¿Por qué le pagaste el tratamiento?

La miro con resignación.

—¿Qué te hace pensar que fui yo?

—Que no fui yo y de haber sido alguno de mis padres, me lo hubiesen dicho. —Deposita un beso en mi mejilla—. ¿Por qué lo hiciste?

Suspiro profundo.

—No me cae bien Cameron, de hecho, lo detesto, creo incluso que lo odio, pero a pesar de todo lo que hizo, te salvó, Emma y desde mi punto de vista, eso salva sus errores. —Me encojo de hombros y trago duro—. Además, sus motivos... No puedo decir que justifican lo que hizo, pero me pongo a pensar y... —Concentro mi mirada en la suya, pues hasta este momento, observaba mi alrededor, un poco avergonzado—. Por mi familia estoy dispuesto a hacer lo que sea, enana, así que, hasta cierto punto, puedo entenderlo. Y esa mujer no tiene la culpa de nada; nadie debería tener que sufrir tanto por ese tipo de enfermedades. Es injusto, inhumano y yo... —Me muerdo el labio y cambio el peso de mi cuerpo del pie derecho al izquierdo. Su mirada está brillante—. No podría dormir sabiendo que podía hacer algo y no lo hice.

Me rasco la cabeza, nervioso y ella sonríe.

—¿De dónde sacaste el dinero?

—Bueno, dado que no me he ganado la lotería, tuve que pedírselo a mi padre.

—¿Y qué dijo Kyle? —Me encojo de hombros.

—Que me había enseñado bien.

Ella sonríe.

—¿Podemos dejar ya el tema?

—Gracias, niñato. Honestamente, no se me había ocurrido hacerlo, pero gracias. Cameron, después de todo, no es malo; solo ha sido víctima de las circunstancias.

—Ok —respondo sin saber qué más decir y una alarma se enciende en mi mente—. No le dijiste que fui yo, ¿verdad?

Ella sonríe de medio lado.

—Tranquilo, tu orgullo de macho alfa está intacto. Supuse que no querrías que él lo supiera, así que Cameron sigue pensando que fui yo.

—Bien —respondo aliviado.

—Te amo —murmura y yo sonrío de par en par. Me encanta escuchar esas palabras—. Eres malditamente perfecto, Aaron y no tienes idea de lo feliz que me hace que estemos juntos. Tú me haces feliz.




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