5. Lo que siento cuando estoy contigo

Final

Emma:

Lo voy a matar.

En serio, hoy, 31 de octubre será el último día de vida de Aaron Andersson. Y no, no estoy siendo dramática.

Tengo todos los motivos del mundo para estar enojada porque mi queridísimo novio, noten el sarcasmo, por favor, ha olvidado nuestro cuarto aniversario.

Poco después del Campeonato Internacional, en una de nuestras muchas conversaciones nocturnas, decidimos llegar a un acuerdo sobre a partir de qué día debíamos comenzar a contar nuestra relación, pues nosotros iniciamos de una forma bastante diferente. Las opciones eran: a partir de la boda de Sabrina que fue la primera vez que sucedió algo entre nosotros, Halloween o el día que le revelamos a Lu nuestro noviazgo.

La primera quedó descartada por razones obvias, pues, después de eso, parecíamos dos extraños mientras intentábamos descifrar qué sentíamos. La tercera, aun cuando fue el día que lo hicimos oficial, tampoco se sentía como la opción correcta, pues eso significaba restarle valor a todo lo que ya habíamos vivido, así que escogimos Halloween, que fue cuando decidimos intentar algo y ver a dónde nos llevaba.

Ambos estuvimos de acuerdo y se supone que, si es así, pues los dos deberíamos acordarnos del maldito día, pero no, al niñato se le olvidó.

El muy hijo de su madre, se levantó esta mañana corriendo porque llegaba tarde a su reunión con el tutor de su tesis final. Me dio un mísero casto beso en los labios y desapareció.

No he recibido noticias suyas desde entonces.

Y ya son las once de la mañana.

—¿Por qué miras tu celular como si quisieras pulverizarlo, gatita? —Levanto la cabeza.

Mi padre me observa con una sonrisa divertida en el rostro, apoyado en el marco de la puerta de mi oficina, con los brazos cruzados sobre su pecho. Ah, por si no lo notaron, dije oficina, pues llevo tres años trabajando en la empresa de mi padre.

Luego de graduarme, comencé a trabajar aquí. Al principio no creí que fuera buena idea, pero él me lo pidió, o más bien, me lo suplicó y yo soy demasiado débil, nunca he podido negarle nada a ese hombre de aspecto imponente que se derrite conmigo o mis hermanos. Solo puse una condición: empezar desde abajo y sin ningún privilegio. Debo decir que se lo tomó muy en serio.

He tenido que esforzarme muchísimo para abrirme paso en este mundo y convertirme en una arquitecta reconocida. Ahora tengo mi propia oficina, algo que conseguí hace solo dos meses y de lo que estoy muy orgullosa. Me queda mucho camino por recorrer, pero voy en la dirección correcta.

—Aaron —respondo como si eso lo explicase todo.

Mi padre se ríe por lo bajo y se adentra a la habitación tomando asiento en la silla frente a mi escritorio.

—¿Qué ha hecho?

—Nada. Ese es el problema, no ha hecho absolutamente nada. —Hago un puchero triste—. Estamos de aniversario y él no se ha acordado. Cuatro años, papá, cuatro años y él lo ha pasado por alto.

Su sonrisa se ensancha y yo me frustro. ¿No ve que lo estoy pasando mal?

Mi móvil comienza a sonar y la imagen de nosotros dos con las mejillas unidas y dos sonrisas gigantes adornando nuestros rostros, aparece en pantalla.

Resoplo.

Y no contesto.

—¿No vas a contestar?

—No, estoy ocupada. —Se ríe.

¿Por qué está tan feliz hoy?

—¿Estás segura? —La llamada se cae e inmediatamente vuelve a sonar. Frunzo el ceño en su dirección—. Tal vez no lo olvidó.

¿Tal vez?

Coloco los brazos sobre la mesa, me inclino hacia adelante y lo observo con los ojos entrecerrados.

—Tú sabes algo, ¿verdad? —Se encoge de hombros.

¿Estará planeando una sorpresa?

—Yo solo sé, que, si no contestas esa llamada, no lo sabrás.

Mis manos vuelan al celular y antes de que la llamada se corte, me aclaro la garganta y contesto:

—Estoy un poco ocupada, niñato, que sea rápido —digo con mi voz más profesional y mi padre hace lo posible por no reír a carcajadas.

—Ocupada y enojada por lo que veo. ¿Qué tal tu día, enana?

—Estresante. ¿Y el tuyo? —Suspira con exageración.

—El tutor me ha reprendido varias veces. —Frunzo el ceño.

—¿Por qué?

—Por no estar concentrado. Mi mente no ha dejado de pensar en mi preciosa novia y en las muchas ganas que tengo de verla para hacerle el amor y hacer que gima mi nombre por todo lo alto en celebración por nuestro cuarto aniversario.

Mis mejillas hierven ante sus palabras descaradas y, con los ojos abiertos de par en par, observo a mi padre. Él entrecierra los suyos y yo agradezco a Vitae porque no ha escuchado.

—No pensaste que lo había olvidado, ¿verdad? —Suspiro profundo.

Hace unos minutos estaba convencida de que lo había olvidado; luego de hablar con mi padre, ya no estoy tan segura. Supongo que Aaron interpreta mi silencio como una afirmación a su pregunta, por lo que sigue hablando:




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