A L I S O N C A M P B E L L
Reaccioné al instante como si alguien me hubiera abofeteado. Lo que había pasado arriba me tenía en un torbellino de emociones, y Cooper... bueno, su mal humor combinado con su borrachera no era la mejor mezcla. Pero no tenía tiempo para eso.
Bajé las escaleras a toda velocidad y me dirigí directamente a la cocina, donde mi querido hermano Jacob y Fynn estaban discutiendo algo que seguramente era menos interesante que mi catástrofe personal.
—Oye, Jacob —solté mientras agarraba una lata de Coca-Cola que alguien había dejado en la mesa.
—Las mujeres educadas no dicen "oye" —me regañó sin siquiera levantar la vista.
—Entonces, ¿cómo quieres que te diga? ¿amor de mi vida? ¿cariño eterno? ¿bombón celestial? —repliqué con una sonrisa mientras abría la lata.
Fynn soltó una carcajada que hizo que mi hermano frunciera el ceño.
—Simplemente puedes decir Jacob, idiota —gruñó.
—Da igual —respondí encogiéndome de hombros, pero antes de que pudiera continuar, un fuerte portazo resonó en la casa.
Todos giramos la cabeza al unísono hacia el origen del ruido. Efectivamente, ahí estaba. Jackson, con esa eterna mirada de "me importa un carajo" y el aura de arrogancia que parecía llevar como un accesorio de lujo.
—¿He interrumpido alguna charla sexual? Porque, si es así, estoy interesado —dijo con una sonrisa perezosa, como si realmente creyera que era gracioso.
Oh, no. Esta vez no iba a salirse con la suya.
Solté un suspiro exagerado, me giré hacia los otros dos como si estuviera en medio de un drama digno de un Oscar, y hablé alto, muy alto.
—Oh, sí. Aquí lo tienen, chicos. Este es el idiota que le dijo a mi novio borracho que estoy teniendo sexo salvaje y siendo infiel. ¡Qué tipo tan increíble, ¿no les parece?! —solté con una voz cargada de sarcasmo y una sonrisa de pura satisfacción.
La reacción fue gloriosa. Jacob y Fynn se quedaron paralizados, con los ojos bien abiertos y las bocas colgando como si acabaran de presenciar un choque de trenes en vivo. Jackson, por otro lado, se congeló por una fracción de segundo antes de que una chispa de pánico cruzara su rostro.
Victoria temporal para Alison.
Mi mente ya estaba planeando el siguiente movimiento. Número uno: Jacob mataría a Jackson (y yo tal vez contribuiría al funeral). Número dos: Jackson se iría, y yo ganaría esta batalla. Número tres: nunca tendría que verle su cara de idiota otra vez.
—¿Algo que decir, Jackson? —añadí, inclinándome hacia él con una sonrisa dulce, pero peligrosa.
Él me miró como si estuviera decidiendo entre defenderse o salir corriendo.
—¿No? Qué raro —concluí, tomando un sorbo de mi Coca-Cola mientras sentía que el universo, por una vez, estaba de mi lado.
Pero, claro, esto aún no había terminado.
Pero la satisfacción duró muy poco.
—¿Tienes novio? —preguntó Jacob, visiblemente sorprendido.
Arrugué el entrecejo y puse una mueca de indignación.
—¿No has escuchado la parte donde tu querido amigo me viola verbalmente y le dice a mi novio que estoy teniendo sexo falso con él? ¿Eso no te parece más interesante?
—Jackson nunca se fijaría en ti —aseguró Jacob con absoluta convicción.
Todos se rieron. Todos. Menos yo, obviamente.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué rayos estás tan seguro de eso? —espeté, cruzándome de brazos y fulminando a mi hermano con la mirada—. ¿Qué pasa? ¿No soy hermosa? ¿No llamo la atención? ¿O es que acaso sus gustos son tan raros que necesitan un manual para entenderlos?
Jacob levantó las manos en son de paz, aunque su sonrisa burlona seguía intacta.
—No me malinterpretes, hermana. Lo único que trato de decir es que Jackson tiene... otros gustos.
Me giré instintivamente hacia Jackson, que seguía apoyado contra la pared con una expresión de "me importa un pepino todo esto".
—¿Y se puede saber cuáles son esos gustos exóticos? —le solté, esperando algún tipo de reacción.
Jackson alzó una ceja, tomó sus llaves de la mesa, y simplemente negó con la cabeza como si no valiera la pena responder.
—Nah —fue todo lo que dijo antes de salir por la puerta como si nada.
Me quedé mirando la puerta cerrada, procesando su monumental falta de interés.
—Jamás me había sentido tan vulnerable en mi vida —dije al aire, dejando caer mis brazos con un suspiro dramático.
Fynn, que estaba disfrutando el espectáculo, trató de consolarme:
—Si sirve de algo, a mí también me ignora cuando le pregunto algo.
Lo miré con cara de pocos amigos.
—Bien —gruñó Jacob, retomando su papel de "hermano mayor fiscalizador"—. Ahora quiero detalles. Nombre, edad, peso, altura, intenciones... y ahórrate las partes personales, no necesito ese nivel de trauma.
Rodé los ojos con exasperación.
—¿De verdad crees que te voy a dar su nombre? —repliqué, mirándolo como si acabara de sugerir que me lanzara de un puente.
—No, pero lo voy a averiguar. Y será mejor que hables antes de que llegue a oídos de nuestros padres.
Solté una carcajada amarga.
—Por Dios, Jacob. Papá ya sabe. Es más, sabe hasta el nombre de la abuelita de Cooper. Tú eres el único que vive en la luna.
Jacob parpadeó, confundido y ofendido a partes iguales, mientras Fynn trataba de no atragantarse de la risa.
—¿Eh?—Jacob tomó un sorbo de su cerveza, aclarando la garganta con lentitud—. Pues entonces dime, ¿quién es el chico?
Y como si el universo supiera que necesitaba un salvavidas, mi teléfono vibró con una videollamada entrante.
—Ay, mira, hermanito, mamá y papá quieren hablar. ¿Te apetece unirte?—le sonreí con inocencia, sabiendo perfectamente cuánto odiaba este tipo de cosas.
Jacob puso una mueca de fastidio y negó con la cabeza.
—Prefiero pasar.
Fynn, que aún estaba cerca, sonrió divertido.
—Yo también mejor me voy. Suerte con eso.