Dylan:
Me cago en mi mejor amigo.
Lo juro, hasta hoy, Aaron Andersson era una de mis personas favoritas en este mundo, pero después de lo que estoy a punto de hacer por su culpa, prometo que no le dirigiré la palabra en lo que me queda de vida.
Vale…
Tal vez estoy siendo dramático, pero es que, por su culpa, tengo que ir a una cita doble con mi prima y su mejor amiga para ver si el chico con el que sale es digno de confianza. Es lógico que quiero asegurarme de que el tal Harry sea trigo limpio, pero, ¿no había otra forma?
¿Es realmente necesario tener que fingir que me gusta la amiga de Luciana? ¿Una chica a la que no conozco de absolutamente nada?
Sé cuáles son las segundas intenciones de Aaron; sin embargo, en estos momentos, lo último que me apetece es conocer a una chica nueva. Acabo de terminar con mi novia, mi primer amor, la chica más guapa que he conocido en toda mi vida y a la que quise como a nadie; merezco vivir mi duelo en paz, pero no, mi amigo eso no lo entiende. Para él, la mejor forma de olvidarme de Roxana es conociendo a otra chica que me ponga el mundo patas arriba.
Yo no soy partidario de eso de que un clavo saca a otro clavo. Es ridículo, como mínimo.
—Tienes cara de querer vomitar —comenta mi prima, asomada entre los asientos delanteros del taxi.
Respiro profundo como única respuesta.
—Relájate un poco. Daniela es una chica preciosa, divertida y tiene muy buena conversación. Lo pasarás bien.
Da igual lo que diga.
Yo ya tengo mis propios planes; luego de la cena, llamaré a Aaron para que me saque del lío en el que él mismo me metió. Para ese momento, ya me habré hecho una idea clara de quién es ese tal Harry y si es suficientemente bueno para estar con Luciana; aunque, conociendo a Aaron, dudo que haya alguien que sea digno de su amiga.
—Oh, vamos, Dy, me estás haciendo sentir realmente culpable.
Vuelvo a suspirar profundo, me acomodo en el asiento copiloto y me volteo hacia ella.
—Solo estoy pensando en cómo hacer pagar a Aaron por obligarme a esto —bromeo y ella se ríe.
—Cuando lo descubras, me avisas, que yo te ayudo. —Se acomoda en su asiento—. Es aquí.
El taxi se detiene frente a una de las muchas residencias para mujeres y salgo una vez Luciana lo hace. A lo lejos, veo a una chica de cabello negro acercarse a nosotros y en lo primero que me fijo es en los grandes ojos color café que nos observan con nerviosismo; luego, mi mirada desciende inconscientemente por su esbelto cuerpo que, apuesto lo que sea, le roba suspiros a los hombres cuando pasa.
Es preciosa, debo admitirlo y ya que estamos en estas, espero que sea tan divertida como dice Luciana para que esta noche no sea una tortura total.
—Dani, te presento a mi primo, Dylan. Dy, ella es mi amiga Daniela.
Sin saber cómo debo saludarla exactamente, le tiendo mi mano. Mi prima arquea una ceja ligeramente divertida y la chica se limita a fruncir el ceño. Por un segundo creo que no va a corresponderme, pero al final, luego de pasarse la mano por la falda de su vestido, supongo que para eliminar la posible humedad, la une con la mía y no puedo evitar notar la suavidad de su piel.
Carraspeo un poco incómodo y deshago la unión. Me rasco la nuca estúpidamente nervioso, y digo estúpidamente, pues no tengo motivos para sentirme de esta forma.
—Un placer conocerte —dice con voz suave—. Lu me ha hablado muchísimo de ti.
Sonrío con amabilidad.
—El placer es todo mío. —Me satisface decir que mi voz suena segura, para nada acorde con mi estado de nervios.
—Ok, debemos irnos. —Interviene Luciana, salvando el incómodo momento—. Recuerden; supuestamente, ustedes ya se conocen y se gustan, pero debido a su timidez, he tenido que organizar la cita doble.
Ruedo los ojos ante el dichoso cuento que se inventó Aaron para que esta locura de cita tuviera un poco más de sentido.
—Tranquila, lo tenemos todo controlado —responde Daniela y la sonrisa que se extiende por su rostro me hace desviar la mirada.
Se ve demasiado hermosa y se supone que yo no debería notar que otras mujeres lo son.
Espera… ¿Por qué no debería? A fin de cuentas, ya no tengo novia. La muy tonta me botó por sus estúpidos celos infundados cuando siempre le he demostrado lo mucho que la quiero y lo importante que siempre ha sido para mí.
Puedo mirar a otras mujeres sin necesidad de sentirme mal conmigo mismo; aunque, tal vez deba prestarle atención a chicas un poco más acordes a mi edad. Puedo ser alto y tener un cuerpo más o menos formado, pues siempre he ido detrás de Aaron al gimnasio, pero no dejo de tener quince años. Soy un crío y ella es un poco mayorcita para mí.
—¿Nos vamos? —pregunta Luciana y yo asiento con la cabeza.
Abro la puerta trasera del taxi para que ellas entren, sin embargo, mi muy querida prima, que parece confabulada con su mejor amigo, abre la del copiloto, donde se supone que iba a ir yo. Se encoge de hombros al ver mi mirada inquisidora y entra, obligándome a ir con su amiga.