Bryan:
Mi teléfono suena por cuarta vez en el día, pero no lo contesto. ¿Para qué hacerlo si no tengo nada de qué hablar con él?
Aunque no voy a mentir, estoy un poco preocupado, pues Cameron es orgulloso a más no poder; no creo que esté llamando para, no lo sé, ¿pedir disculpas por haberse acostado con Adela? Esta vez podría tratarse de algo relacionado con su madre y, sí, estoy enojado con él, pero sé que no podría darle de lado si se tratase de la señora Lindse.
La llamada se cae y me prometo que, si vuelve a sonar, contestaré; sin embargo, por suerte o por desgracia, el aparato permanece en silencio.
Suspiro profundo mientras pierdo la mirada en el techo de la habitación de Evans en la residencia.
Desde que supe que Cameron había sido tan estúpido como para ponerle los cuernos a su novia, corté todo tipo de relación con él. No me interesa cómo me hace ver eso, pero tengo tolerancia cero a las infidelidades. Tal vez piensen que estoy exagerando al no hablarle, pero me siento traicionado, decepcionado y no puedo dejar de pensar en que, si yo estoy así, Emma debe estar muriéndose.
Pueden gustarme las mujeres y puedo disfrutar del sexo sin compromisos, pero desde el momento en punto que le pongo a una chica la etiqueta de “novia”, eso es sagrado. Cuando siento que ya no me gusta u otra ha llamado mi atención, corto la relación. No voy a decir que nunca he lastimado a ninguna, pues, inevitablemente, en una ruptura, la parte que más quiso siempre sale lastimada; pero puedo descansar tranquilo porque siempre he ido con la verdad por delante y nunca he jugado con una mujer y sus sentimientos.
Karlos, un chico de mi año, con el que me llevo bastante bien, aunque no tenemos mucho en común, me dice que tengo un trauma con las infidelidades producto a mi padre.
Tal vez tiene razón. Me he esforzado mucho para no ser como mi él, pero, trauma o no, me gusta la persona en la que me he convertido y no soporto relacionarme con aquellos que pueden tener la cara tan dura como para traicionar a la persona que, supuestamente, aman.
Aun así, me duele dejar a Cameron de lado.
Es un buen chico, estúpido a veces, pero no es malo y hemos compartido mucho desde que nos conocimos. Éramos mejores amigos y será difícil ignorar cada experiencia compartida.
Mi teléfono vuelve a sonar. Esta vez es un mensaje y, aunque puedo ver que se trata de él, lo leo.
"¿Volverás a hablarme alguna jodida vez?"
Otro.
"Deja de ser tan gilipollas, Bryan."
Otro.
"Púdrete". Y para mayor drama, coloca el emoji de la manito con el dedo del medio hacia arriba.
Vuelvo a soltar el móvil.
Me niego a contestarle.
—¿Puedo pasar? —pregunta Evans desde la puerta y yo levanto la cabeza.
—Es tu habitación.
—Ya, pero tú te has adueñado de ella. —Sonríe mientras cruza los brazos y se apoya en el marco.
Me siento en la cama y me acomodo contra el espaldar. Él se adentra en la habitación y se sienta en la silla frente a su escritorio.
—Prometo que podrás deshacerte de mí en un par de días. Estoy buscando un piso en el campus.
—Relájate, puedes quedarte el tiempo que necesites; de igual forma, paso más tiempo con Dahiana que aquí.
—Vale.
—¿Te he dicho ya, que eres un buen tío?
Enarco una ceja sin saber a qué ha venido eso.
—Estás enojado con Cameron, pero has sabido separar las cosas. Te has marchado de la residencia, permitiéndole a él quedarse con la habitación.
Me encojo de hombros.
—Yo me puedo permitir un piso en el campus; él no. Los trabajos de medio tiempo no le dan para mucho y tiene que costear el tratamiento de su madre. —Vuelvo a encogerme de hombros.
—Lo dicho, eres un buen chico. —Sonríe con calidez y yo le devuelvo el gesto.
Evans es un chico fabuloso con el que hice buenas migas desde que conformamos el equipo de patinaje. Es bastante tranquilo, tanto, que hay ocasiones en que me olvido totalmente de que está en la habitación, pues ni se le siente. Y, aquí entre nos, lo envidio muchísimo; él tiene algo que yo siempre he querido y que por más que lo he intentado, no lo he conseguido.
Dahiana.
Es decir, no ella, sino lo que tiene con ella.
Se conocieron una semana después de que el equipo de patinaje comenzara y el idiota, de no ser por mí, habría terminado revolcado en el suelo, por haberse quedado lelo mirándola. Fue amor a primera vista y, aunque le costó bastante declararse y Cameron y yo tuvimos que darle un empujoncito, una vez que comenzaron a salir, se convirtieron en inseparables.
Tienen una relación increíble y cada vez que los miro, pienso en lo bueno que sería tener algo así. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que eso no es algo que se busca; se encuentra sin más. Por mucho que he intentado enamorarme de las chicas con las que he salido, no lo he conseguido.