Luciana:
Unas horas antes…
Estoy enamorada.
¿Los sabían? ¿No?
Pues sí, estoy locamente enamorada de Bryan Hoffman, el chico más increíble que existe sobre la faz de la tierra y me importa un comino que mi hermana crea que ese título le pertenece a Aaron.
Mi chico me ha regalado sin dudas el mejor aniversario de mi vida.
¡He conocido a Ambar!
¡Aahhh!
Estoy tan feliz que no podría expresarlo con palabras y justo ahora, sentados en el restaurante cenando, sumidos en una charla agradable, no puedo dejar de sonreír; símbolo inequívoco de mi estado anímico.
—Lu, ¿puedes acompañarme al baño? —pregunta mi hermana luego de cenar, mientras esperamos el postre.
Asiento con la cabeza y la sigo; sin embargo, antes de adentrarnos al pasillo que conduce a los baños, me toma por una mano y nos conduce hacia la salida.
Confundida, me dejo arrastrar hasta el exterior y cuando el frío de la noche golpea mi rostro, mi cuerpo se estremece. Maldigo a Emma en mi interior por no haberme advertido que saldríamos para coger el abrigo.
—¿A dónde vamos?
No contesta, continúa caminando.
—Emma, me estoy congelando —me quejo mientras paso mi mano izquierda por mi brazo derecho por encima de la enguatada, buscando un poco de calor.
—Deja de quejarte; hago esto por ti.
Sin entender nada, llegamos al aparcamiento y nos detenemos al frente del auto de Bryan. Observo a Emma sacar un punzón de su cartera y… ¿Qué carajos hace Emma con un punzón en la cartera?
Bajo mi absoluta estupefacción, mi hermana se arrodilla junto al auto, presiona el botón de la alarma, que no sé en qué momento le robó a mi novio, y una vez suena y las luces parpadean, hunde el punzón en la goma.
—¡Emma! —grito, horrorizada, y me acerco a ella para intentar detenerla. Sin embargo, logra zafarse de mí y dirigirse a la otra—. ¿Pero qué haces? ¿Estás loca?
Una vez las cuatro gomas del auto están arruinadas, se levanta y le coloca nuevamente el seguro.
—¿De dónde sacaste las llaves?
—De su abrigo; no te preocupes, no se dará cuenta —responde, despreocupada, como si lo que acaba de hacer no fuese una locura.
Miro el auto.
Mierda, Bryan se va a enojar.
—Escucha, Luciana. Hace unos días me dijiste que querías estar con él, pero te daba pena proponerlo, ¿no?
Asiento con la cabeza.
—Pues hoy será tu oportunidad. Lo tengo todo planeado. —Sonríe con picardía—. Mi sorpresa para Aaron ha sido con la intención de poder dejarlos solos sin que mi chico se ponga en plan amigo celoso. Cuando Bryan se de cuenta de que le han arruinado el coche, su primer pensamiento será llamar a Aaron para regresar con nosotros.
»No lo dejes llamarlo. Esto es importante, Lu. Tienes que llamarme a mí; yo me encargaré de decirle que ya no estamos aquí, aunque en realidad sí lo estaremos y le quitaré la posible idea de pedir un taxi. Si llama a Aaron, estaremos jodidas las dos. Él dejará lo que esté haciendo así estemos en lo nuestro, para ir a rescatarte y salvar tu pureza.
—Eso es ridículo; duermo con Bryan todas las noches.
—Pero estamos lejos de casa, Lu. Es otro ambiente, están celebrando su aniversario; es un día especial para ustedes y, créeme, eso cambia las cosas. No dudes que cuando Bryan te tenga en sus brazos, se le irá lo de caballero al quinto infierno y luego de hacerte el amor dulcemente, te follará como un animal.
Mis mejillas hierven ante sus palabras.
—Mierda, entremos, me estoy congelando.
Comienza a caminar y yo la sigo, no sin antes darle una última mirada al coche. Cuando Bryan lo vea, le va a doler en el alma. No es mío y a mí me duele.
—Seguimos —dice una vez entramos al restaurante y, en vez de regresar con nuestros chicos, nos dirigimos al baño—. Como es lógico, terminarán en un hotel. Los hombres son bastante básicos, Luciana, así que, lo primero que harás será darte un baño. Tu misión es lavar tu ropa interior para poder usarla al día siguiente y dejarla visiblemente colgada en el baño.
—¿Y me quedo desnuda?
Emma, que estaba abriendo la llave del lavamanos, se detiene y me mira a través del espejo. Estoy segura de que está pensando que cómo no he aprendido nada con todos los libros que leo. O eso creo.
—No, Lu, en los hoteles hay albornoces.
Cierto.
—Cuando Bryan sepa que no llevas nada debajo, se volverá loco. Créeme, no podrá dejar de pensar en eso.
»El resto será sencillo. Solo tendrás que besarlo y él hará el resto.
Hurga en su cartera y saca una tira de condones.
—¿Y tú? —pregunto cuando los mete en la mía.
—No los uso, yo tomo pastillas.
—Oh.
—Todo listo, si tienes dudas, solo llámame, ¿de acuerdo?