Annalía:
Odio a Cristal.
En serio, la cacatúa esa nunca me cayó bien, pero desde el numerito que se encargó de montar ayer en el horario de almuerzo, quedó, oficialmente, en mi lista negra. En el primer puesto para ser más exactos. Tal vez ustedes piensen que ella está en ese lugar desde la tarde de película en el apartamento de Zack hace ya cinco días y sí, no lo voy a negar; esa noche escaló posición bastante rápido, pero lo que sin duda la acaba de coronar como la perra más perra del universo fue su osadía de ayer en la tarde.
Era el horario de la siesta de los chicos y como las quimios tienen a Erick demasiado cansado, lo dejé durmiendo y decidí salir a distraerme un rato. Aquí entre nos, quería y no quería ver al idiota que no ha abandonado mi mente desde el lunes. Sí, Zack, pero no pienso decir nada al respecto, pues mi pobre corazón se acelera ante los recuerdos.
Mejor sigo con la historia. Salí a distraerme un poco y sin querer queriendo, terminé en la sala de espera del área de cardiología. Iba muy entretenida en mi celular leyendo los ridículos mensajes que me había enviado Tahira sobre su infructuosa cita con el chico que conoció la semana pasada en un café, cuando la voz chillona de la cacatúa me hizo levantar la cabeza. Estaba conversando con una chica detrás del mostrador y me vio. Su risa plástica se esfumó al percatarse de mi presencia y fue sustituida por una mueca de asco que me dieron ganas de reír.
Yo decidí ignorarla, pues no estoy en el hospital para buscar enemigos; pero debí suponer que no sería tan sencillo. Un golpe bastante fuerte en mi brazo derecho hizo que mi celular cayera a mis pies y que, del impulso, retrocediera dos pasos. Detrás de mí iba pasando un enfermero con dos bandejas llenas de utensilios quirúrgicos y, para mi mala suerte, terminamos los dos en el suelo con todo esparcido a nuestro alrededor.
La cacatúa se limitó a cruzarse de brazos y negar con la cabeza con desaprobación. Yo entrecerré mis ojos esperando su próximo movimiento, estaba convencida de que su numerito no iba a terminar ahí.
—¿Sabes el tiempo que lleva desinfectar esos instrumentos para poder usarlos? —preguntó, pero es más que lógico que no esperaba mi respuesta—. Este no es lugar para ti, niña. Solo estorbas; así que haznos un favor a todos y desaparece por donde mismo viniste. Eres torpe, distraída, ¿qué habría pasado si esos utensilios fueran a usarse ahora de urgencia? Alguien podría haber muerto por tu culpa.
Darme cuenta de que aun sabiendo eso, fue capaz de provocarme un accidente, fue lo que, oficialmente, me hizo colocarla en el puesto número uno de mi lista negra. ¿Siendo así de inconsciente pensaba ser doctora? Pobre de sus futuros pacientes.
¿Qué hice yo?
Nada.
Si algo aprendí de estar lejos de mi familia durante mucho tiempo es que un enfrentamiento directo no me llevará a nada, solo a rebajarme a su nivel y, definitivamente, yo tengo más clase que esa cacatúa. Además, la venganza es un plato que se sirve frío y puedo presumir de tener una muy buena imaginación cuando de urgir planes se trata.
La cacatúa, no conforme con el golpe, la caída y haberme avergonzado delante de una sala repleta de personas que, por cierto, ninguna tuvo la decencia de ayudarme, se arrodilló frente a mí.
—Aléjate de Zack, niña —murmuró por lo bajo y yo me permití sonreír de medio lado—. No eres mujer para él. Seré doctora igual que él; tú y tus idiomas de mierda no tienen cabida en su vida.
En ese momento me pregunté en qué demonios estaba pensando Zack cuando decidió involucrarse con ella. Aunque, viendo el cuerpazo que se gasta la chica, estoy seguro de que el menor de los Bolt estaba usando la cabeza incorrecta de su cuerpo.
—¡Oh, Dios mío, Lía, ¿estás bien?! —preguntó de repente y si no hubiese sido víctima de su numerito, me habría creído su rictus preocupado.
Debió ser actriz la condenada.
Y no, no se le soltaron las tuercas, a pesar de que ese fue mi primer pensamiento. Cuando vi a Zack a mi lado, evidentemente preocupado, comprendí su cambio de actitud.
Como ya es bastante habitual, mi corazón comenzó a latir vertiginosamente y, maldita sea, mi cerebro se bloqueó. Solo pude escuchar cómo preguntaba qué había sucedido y si estaba bien, mientras la cacatúa, toda dulce y sonrisas, le decía que me había tropezado con el chico y habíamos caído juntos. Debo decir que el enfermero se ganó algunos puntos cuando decidió hablar en mi defensa, pero no se lo permití.
Si ese chico decía la verdad, Zack buscaría en mí la confirmación hasta encontrarla, aun cuando yo decidiera no abrir la boca. Él discutiría con la cacatúa, se enojaría con ella y definitivamente eso es algo bueno, pero no, yo quería encargarme por mí misma. En ese momento, mi mente ya estaba armando mi plan de venganza y ahora, veinte horas después, está todo listo.
Observo a Erick a mi lado que sonríe con malicia; mientras, escondidos detrás de la puerta de acceso a la cafetería del hospital, vemos a Cristal y al resto de sus amigos, menos Zack, que no sé dónde demonios anda, sentados en su mesa habitual para almorzar.
—Bist du dir sicher? (¿Estás segura?) —pregunta con su mirada concentrada en la cacatúa.
—Ja, Crystal ist ein… (Sí, Cristal es una…)