7. Contigo, en todos los idiomas

18. Celos

Annalía:

“Lo sé; pero al menos no me sentiré tan mal cuando me pare frente a tu padre y le diga que me he enamorado de ti”.

“Lo sé; pero al menos no me sentiré tan mal cuando me pare frente a tu padre y le diga que me he enamorado de ti”.

“Lo sé; pero al menos no me sentiré tan mal cuando me pare frente a tu padre y le diga que me he enamorado de ti”.

Mamacita santa.

Está enamorado de mí.

Digo, eso es lo que significa, ¿no?

Observo nuevamente la puerta por la que ha desaparecido y me obligo a despertar del letargo en el que me indujeron sus palabras.

Joder.

Zack está enamorado de mí.

Soy correspondida.

Siento mis labios extenderse en una sonrisa y me pregunto qué tan loca parecería en estos momentos si escenifico el ridículo baile que suelen usar Zion y mi padre cuando se salen con la suya.

“Lo sé; pero al menos no me sentiré tan mal cuando me pare frente a tu padre y le diga que me he enamorado de ti”.

¿Les ha sonado a ustedes tan lindo como a mí?

ESTÁ ENAMORADO DE MÍ, ¿entienden?

¡DE MÍ!

“Está mal salir con una menor de edad. No son uno, dos o tres años, Lía, son casi ocho y, eso, a los ojos de la ley, es un delito”.

Frunzo el ceño al recordar sus palabras.

¿Delito? ¿A quién le importa?

Mis padres no lo van a denunciar y yo, definitivamente, tampoco; sin embargo, conozco a Zack y lo estúpidamente correcto que puede llegar a ser a veces. Algo que, sin dudas, mis padres como futuros suegros, adorarían, pero que yo, como futura novia, detesto.

¿Cómo se supone que voy a esperar tres meses si desde que me besó lo único en lo que puedo pensar es en repetir?

Hostias.

Respiro profundo. Supongo que no me quedará de otra que hacer de tripas corazón, entender su postura y, por consiguiente, esperar a mis malditos dieciocho años.

Sin embargo, a pesar de haber llegado a esa conclusión, con el curso de las horas, mi resolución comienza a flaquear mientras el enojo va en aumento.

¿Por qué tenemos que esperar?

Si yo le gusto y él me recontra gusta, ¿por qué diantres hay que esperar tres meses?

¿Por qué no andamos a escondidas?

Digo, si lo que le preocupa es presentarse a mis padres como mi novio cuando ya nuestra relación sea legal, bien; pero, ¿por qué privarnos de lo que los dos deseamos por esa tontería?

Porque es una tontería, ¿verdad?

Podemos mantenerlo oculto; besarnos hasta que nos falte el aire, acurrucarnos en el sofá de su casa mientras vemos una película y no digo hacer el amor porque algo me dice que eso sí no sucederá hasta que llegue el maldito treinta de enero; sin embargo, mientras tanto, podemos probar otras cosas. Necesito aprender mucho y estoy convencida de que él será un excelente profesor.

Sí.

Decidido.

No hay que esperar tanto tiempo para ser feliz.

Zack tiene que dar su brazo a torcer.

El problema es ¿cómo?

Necesito a Tahira.

Gracias a Dios, llegan las cinco de la tarde y, por consiguiente, la hora de regresar a mi casa, así que luego de un beso y un fuerte abrazo a ese pequeño que se ha robado totalmente mi corazón, salgo del hospital.

No me despido de Zack porque me da un pelín de timidez después de su confesión que sé que se le ha escapado y, por la forma en que se fue, sé que él también está avergonzado. Así que prefiero esperar a mañana, cuando su confianza regrese y ya yo tenga seguro cuál será mi próximo movimiento.

El camino de regreso a casa se me hace extremadamente largo mientras los sucedeos de los últimos días dan vueltas y vueltas por mi mente; desde sus besos esa noche del carnaval, hasta sus palabras hace unas horas.

Cuando llego, me sorprendo al ver el auto de mis padres y de mi hermano en el parqueo. Es raro, a esta hora siempre están trabajando.

—¿Qué estrella se va a caer? —pregunto desde que entro a la cocina y los veo a los tres, alrededor de la isla, bebiéndose unas cervezas.

Le doy un beso a cada uno, quedando entre mi madre y mi hermano.

—Hola, mocosa, ¿qué tal tu día? —pregunta Aaron con su sonrisa más hermosa.

—Bien, ¿qué haces aquí?

—Me han invitado a cenar.

—¿Y Emma y los niños?

—De camino.

Asiento, contenta, de tenerlos aquí.

Mi madre coloca sus manos sobre mis hombros y me da un beso en la cima de mi cabeza.

—¿Por qué no te das un baño y te unes a nosotros?

—¿Celebramos algo y lo he olvidado?

—Para nada —dice mi padre sonriendo—. Tu hermano está aquí porque adora la comida de Pepa y desea comerse las sobras de ayer.




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