7 días y 6 noches

Capítulo 4. Cuarta noche

El sonido de los pájaros me despierta, no abro los ojos quiero seguir echada, me duele la cabeza. Me giro en la cama y me tapo hasta el cuello.

-Mierda! -me levanto sobre saltada y miro a mi alrededor -donde coño estoy -giro el cuello admirando mi cama -una cama con dorsel, las veces que se lo pedí a mi madre…mi manta -me abrazo a ella.

No entiendo nada, me levanto y me asomo a la ventana, saco medio cuerpo, para saber en que piso estoy exactamente. Según las balconadas, estoy en el segundo.

Me parece todo tan subrealista, hay muñecas de toda clase, son preciosas. Toco la cara de una, que me llama la atención, es de porcelana y el cuerpo parece de verdad. Tiene un traje muy bonito.

Me voy al piso de abajo, tengo que empezar el día, me gusta llevar una rutina y las noches, no han salido precisamente, como yo he querido, de tranquilas.

Desayuno, me doy una ducha rápida y limpio un poco, tampoco me voy a matar, porque la casa está llena de polvo.

Acabadas mis tareas, me siento en el sofá a leer un poco, pero el dolor de cabeza persiste, me echo y sin darme cuenta, caigo en los fornidos brazos de Morfeo.

Imaginaos como de fornidos eran los brazos, que cuando me desperté era ya de noche. Las tripas ya rugen como leones hambrientos.

No hace falta que os explique, cena, fregar, recoger y la taza de té, que nunca falte. Soy así, y me da a mí, que no voy a cambiar, mi viejito Alberto me dice, que si sigo con esas manías, me quedo soltera para siempre. Yo no veo el problema, no necesito a nadie a mi lado, para ser feliz.

Pienso en la habitación donde me desperté, era preciosa y la cama comodísima.

Voy al salón, libro, velas, cerillas, mi taza y manta, ya estoy preparada, para subir a mi nuevo cubículo.

Subo el primer escalón, con mucho cuidado, pero no suena, me encojo de hombros, riendo para mis adentros.

-Esto no hay quien lo entienda -en el pasillo del primer piso, miro para las habitaciones de estos días, subo al segundo -si no recuerdo mal, era la segunda puerta.

Muevo el pomo y me cuesta abrirla, al final empujando fuerte, termino entrando y apoderándome de las cuatro paredes, pero sobre todo de la cama.

Dejo todo sobre la mesa, y me tiro de espaldas sobre el colchón. Pienso para mí, que el día que esta casa sea mía de verdad, esta habitación, será la mía…

Las luces empiezan a parpadear y esta vez se apagan de golpe, sin hacer amago de volver a encenderse.

No enciendo la vela, la luna está llena, es preciosa y está iluminando todo el cuarto.

Sobre la mesa que puse mis cosas, veo que también está la muñeca de por la mañana, la de la cara de porcelana, es raro, antes no había nada.

La levanto, la luz lunar le refleja en su blanca y regordeta cara, miro en la mesa y debajo de ella, hay una foto. Soy yo de pequeña, junto a mi madre. Era tan guapa…cuando sonreía contagiaba su alegría, pero poco a poco se fue apagando, hasta que se consumió.

Pongo la foto al lado de la muñeca, ese conjunto es igual al que llevo yo, incluso los rizos de mi melena. Es como si hubieran echo, una muñeca a mi imagen y semejanza, lo único que cambia es que yo no soy tan blanca.

La pongo en la almohada, la tapo como si fuera un bebé.

-Hoy dormirás conmigo -cuando me iba a girar a coger la vela, vuelvo la cabeza a mi compañera de cuarto, si no supiera que es de porcelana, diría que acababa de cerrar los ojos y abrirlos, como si me contestara -Débora…no empieces.

Sigo leyendo y como si de un bebé se tratara, leo en voz alta, para entretenerla.

Oigo un sollozo, sin moverme, levanto la vista hasta donde alcanzan mis ojos, no hay nadie, solo las muñecas en la estantería, miro de reojo a mi compi de cama, pero ella está quieta, como debe de ser.

Seguimos en la lectura, momento interesante y trascendente de la historia, por culpa del protagonista grito y pego un salto, me río de lo tonta que parezco.

Me levanto a por la taza que se me olvidó en la mesa del centro, bebo un poco y cuando me fijo en una de las muñecas, le veo una mancha en su limpia cara.

Voy a la mesita y cojo la vela, me vuelvo a acercar y la mancha que había visto, es…lágrimas de sangre.

Suelto a la muñeca, dejando que caiga en el suelo, de repente, empieza a llorar y echar lágrimas de sangre por sus ojos.

Otro sollozo, se une a éste y así sucesivamente, hasta que quedan en silencio de repente y miran a mi cama.

Lentamente, hago lo mismo, para ver como mi muñeca de porcelana se levanta y camina por encima de mi colcha. No hago gesto alguno, no por nada, si no porque el miedo me impide moverme.

Camina hasta el borde de la cama y se sienta como si fuera una maldita vieja.

-Entonces, vas a abandonar la casa? -me pregunta, niego con la cabeza -sabes que vas a morir? -sigo negando -te crees valiente…

Trago saliva, mi corazón va a una velocidad, que da la impresión, de que me va a salir por la boca en cualquier momento.




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