7 pasos para obtener tu amor

Capitulo 3

—¿Crees que somos unos malos amigos?

La pregunta de Alana me toma por sorpresa, pero no tanto como el tono preocupado en el cual lo dice.

—¿Por qué?

Sé su respuesta antes de oírla.

—¡No me respondas con otra pregunta! —grita en mi oído con rabia muy mal contenida.

Hago una mueca de dolor y me cubro la oreja con la palma de la mano, alejándome tres pasos de ella.

—¡No tienes que gritarme!

—¡No me grites por gritarte! —me empuja por el hombro con ambas manos.

—¿No creen que es muy temprano para que ya estén haciendo el ridículo? —dice la voz de Roger, pasando por el medio de ambos sin voltear a mirarnos y, peor aún, sin detener sus pasos.

Nos quedamos en silencio viendo su figura alejarse con un porte orgulloso.

—¿Ves? —señala Alana—. Por eso intentaba tener una conversación seria contigo.

—Bueno, debo prepararme mentalmente para eso, porque no pienso que nada inteligente pueda salir de tu boca —reclamo.

—¿Quieres morir? —amenaza, pero yo ya estoy corriendo hacia la entrada de la universidad, ignorándole como de costumbre.

Roger en ningún momento voltea a vernos, aún cuando estoy siseando como serpiente detrás de él. Lo cual me deja muy en claro lo molesto que se encuentra con nosotros por lo sucedido el día de ayer.

—¿Ahora sí vamos a hablar? —Alana coloca sus brazos sobre mis hombros.

Asiento y dejo que me arrastre de vuelta a la entrada de la universidad. Busca un espacio apartado y solitario para que hablemos pero resulta algo complicado por lo cual terminamos caminando casi por diez minutos dando vuelta al edificio y yendo al área de canchas deportivas.

—¿Qué vamos a hacer con él? —es lo primero que pregunto.

—Obviamente no matarlo —dice la muy tonta.

—Podríamos fingir su muerte y así Ángela lo notaría, ¿No?

Ahora es su turno de mirarme mal. Me encojo de hombros.

—Seamos serios en esto, hasta el final —replica—. Nunca lo vi tan esperanzado como ahora, esto va muy en serio.

—Lo sé, ni siquiera nos dirige la palabra —refunfuño.

—¡Exacto! Debemos proceder con el paso 2 sin decirle nada, ¿Ok? Obviemos el número uno —dice Alana.

Me quedo un rato en silencio y ella luce desesperada.

—¿¡Qué!?

—¿Tú siquiera sabes cuál es el segundo paso? —pregunto ligeramente preocupada.

Su mirada lo dice todo.

—¿Entonces cómo pretende la señora ayudar a su gran amigo? —me burlo.

—No había pensado en eso. Creí que tú sabías los pasos —acusa.

—¿¡Yo!? ¿¡La primera y única persona que nunca estuvo de acuerdo en esto!? —exclamo.

—¿¡Cómo que nunca estuviste de acuerdo!? ¡No seas mentiroso!

—¡No miento!:

—¡No me digas señora! —reclama.

El enojo me baja de golpe al escucharla.

—Eso lo dije hace como tres horas antes, ¿Qué demonios sucede contigo?

—No había caído en cuenta aún.

Ahora ambos estamos calmados y mirándonos fijamente, como esperando a saber cuál será el próximo movimiento que realizará el contrario.

Un suave carraspeo nos hace despertar del trance.

—Lo siento, no queríamos interrumpir su intimo momento pero me parece que están justo en medio de la cancha de béisbol y necesitamos, dentro de diez minutos, comenzar a entrenar.

Me sorprendo más al pensar en cuánto caminamos que en el hecho de que este chico pudo haber estado escuchando toda nuestra conversación. Alana parece tan consternada como yo.

—¿Estabas espiándonos?

Doña imprudencia a sus órdenes.

—No, acabo de llegar a acá —dice con fingida calma—. Aunque sí los vimos llegar y pelear pero no logramos escuchar nada.

Bueno, lo último no me convence del todo pero ya el chico está lo suficiente asustado por la mirada de Alana como para agregar alguno de mis comentarios.

—Vamos ya —le digo a mi amiga, pero ella parece haber quedado anclada donde se encuentra.

—Dijo que aún tenemos quince minutos.

—Diez —le corrige el chico en voz baja.

—Quince o nada —negocia.

—Si sabes que para nosotros es mejor nada, ¿No?

Alana no le despega la mirada y el chico se revuelve incómodo en su lugar.

—Esta bien —se rinde—, hablaré con los chicos y diré que es algo de vida o muerte.

Mi amiga sonríe ampliamente ante sus palabras.

—¡Muchas gracias! —exclama.

El chico se va corriendo sin siquiera responderle o hacer alguna expresión, pero puedo ver el alivio con el cual huye. Quiero reírme pero Alana se coloca en modo sería enseguida.

—Quizá podamos ayudarlo de otro modo —su voz es escalofriante.

—Roger es algo atractivo pero igual yo creo…

—¡Cállate! —grita.

Debo, como de costumbre, cubrir mis oídos con mis manos ante su voz tan aguda. Y así quiere el chico beisbolero que le crea cuando dice que no lograron escuchar nada de lo que conversábamos.

—Solo yo voy a hablar porque el tiempo es oro —anuncia.

Me muerdo el labio inferior para reprimir el insulto que quiero decirle.

—No tenemos la lista, no nos acordamos de los pasos que le siguen al número uno, no somos sutiles al momento de ejecutar el plan, no tenemos un plan…

Alzo mi mano e inmediatamente vuelvo a bajarla al ver la expresión que tiene su rostro.

—Obviamente todos los “no” —dice con una mirada aterradora, como si hubiera podido leer mis pensamientos—. Nuestra única ayuda en este momento crítico es descubrir las intenciones que tiene el capitán del equipo de béisbol con Ashley, ¿Ok?

Su pregunta es retorica, ¿Cierto?

Si intensa mirada se mantiene sobre mi rostro con una fuerza que me hace mirar hacia un lado, solo para toparme, a diez pasos de dónde nos encontramos, con unos ojos negros que parecen estar viendo a través de mí.

Salto asustado en mi lugar y Alana se ríe.

El tipo comienza a cortar la poca distancia que nos separa.

—¿Escuché algo sobre el capitán del equipo de béisbol? —pregunta con una voz gruesa.

¡Joder!




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