9 Días Para Enamorarme

Capítulo 5; Perdón

En esa mañana, con una taza de chocolate entre mis manos, Gabriella me hacía preguntas que rara vez yo contestaba a un desconocido. Ella quería saber sobre mis padres, mis gustos y la razón por la que no quería cantar. Según ella, yo cantaba muy bien como para decir que no sabía cantar.

- Mintió – dijo ella -, en verdad ¡qué mentiroso! Usted canta muy bien, parece que hubiera practicado.

- No – dije -, solo fue porque tomé algunas clases cuando era niño y ya. Pero no canto bien realmente.

- Mentiroso – repitió ella entre dientes llevando la taza a su boca.

Prosiguió sus acusaciones contra mí juzgando mi rechazo a ser atendido tras el accidente con las sillas. Parecía enojada porque no esperé a que me revisaran mejor y volví a cargar las sillas. A pesar de eso, no dejaba de observarme, como si buscara una posesión preciada que había perdido hacía mucho tiempo. Sus ojos no me habían llamado la atención hasta ese momento, en esa cafetería. Quizá se deba a que siempre nos encontramos en la oscuridad de la madrugada o estábamos ocupados en las actividades de la celebración navideña, pero en ese instante me parecieron los ojos más bellos que jamás hubiera visto.

- ¿Qué pasa? - dijo ella al notar mi mirada enfocada en sus ojos por varios segundos, en silencio.

- ¿Nada? - respondí de forma insegura - ¡Nada! Todo en orden. Cuénteme sobre usted. ¿Qué tal su familia?

Ella volteó la mirada, miró hacia la salida y tomó otro sorbo de chocolate. Tras un par de segundos volvió a verme, suspiró y jugueteó con el pequeño plato bajo la taza. Me sentí incómodo por preguntar sobre su familia, creí que eso la había molestado y a la vez pensé que era lo justo teniendo en cuenta que ya me había consultado sobre mis padres.

- Mi padre me abandonó y mi madre está muerta – dijo ella sin dudar -. Siguiente pregunta.

- Lo siento – dije con la vista hacia la mesa, esquivando su mirada.

- Descuide, no es su culpa – respondió ella.

Continuamos haciendo preguntas triviales, sobre estudios y trabajo. Me enteré de que no había hecho educación profesional debido a sus escasos recursos, también supe que trabajaba en una tienda de vestidos en donde le pagaban bien. Conversamos de forma casual, pero a la vez con mucha desconfianza y limitando las preguntas que hacíamos. Sobre todo yo, quien temía hacer preguntas inapropiadas como la que hice sobre sus padres. Por lo mismo, tras unos minutos me quedé en silencio sin más que preguntar o decir.

- Usted no parece el típico hombre conversador que coquetea fácilmente – dijo ella al fin, terminando la bebida y recargándose contra la mesa.

- ¿Qué más podría decir? - dije.

- No sé, pero si queremos que la conversación avance, ¿qué tal si pregunta sobre mis padres? - dijo ella – No me incomoda hablar sobre eso, si es lo que le preocupa.

Al escuchar eso me sentí aliviado y amenazado a la vez. Aquella sugerencia podría ser una amable invitación para seguir conversando o una evidente trampa que me llevaría a ser imprudentemente molesto y enojar a mi compañera. Definitivamente no sabía qué hacer, pero recordé que de cualquier forma ella me había estado siguiendo y hablando durante esos días. Arriesgarme a conocerla quizá me ahorraría problemas futuros, tal vez podría ayudarla en pago por la asistencia que me brindó tras mi accidente.

- Bueno, si no es molestia – dije -. Cuénteme ¿qué hay de su padre? ¿sabe de él?

- Sé que está vivo, que está en algún tipo de relación con una mujer y que trabaja como policía – dijo.

- Pero, sobre eso de que la abandonó…

- Ah sí. Él maltrataba a mi mamá, la abandonó y luego ella murió.

- ¡Vaya! - dije – En verdad lo lamento.

- Repito, no es su culpa, ¿por qué decir eso por algo que no tiene que ver con usted? - me dijo -. Él se fue cuando yo apenas aprendía a leer y escribir. Fui criada por mi abuela, hasta que ella también murió y aquí estoy.

- ¿Vive sola? - dije -. Disculpe, no debería preguntar eso.

- Sí, vivo sola y no, no se preocupe por preguntarlo – dijo ella -. Yo fui quien lo invitó a conversar.

Tras escucharla sentí un vacío en el pecho, como si algo me faltara y a la vez me incomodara. Creí que la conversación sería algo más trivial pero se había tornado bastante importante y continuaría para ser todavía más profunda y reflexiva. Esa mujer no era una persona normal. Lo preocupante en ese momento era que me estaba gustando que ella no fuera normal.

- Disculpe – dije -, sobre su padre ¿se siente mal por lo que él hizo y no tenerlo cerca? Me refiero a que, él debería pagar por lo que hizo ¿no?, además debió responder por usted.

- No – dijo ella -. Para mi madre yo fui una bendición a pesar de que prácticamente fue violada por él. Pero para mi padre probablemente soy un error y un problema.

- Entiendo, para mis padres tampoco he sido el mayor logro de sus vidas realmente – musité mirando mi taza vacía.

- Parece que le molesta, no debería – dijo ella -. Que ellos lo valoren o no, ¿realmente debería importarle tanto a usted? Yo perdoné a mi padre hace mucho, sé que no me considera su hija y tal vez ni me recuerde, pero igual es mi padre aunque no cuento con él – me miró fijamente -. Usted no parece un mal hijo, ni una mala persona. Sus padres seguramente lo educaron, pero al final usted mismo es quien define su ser.




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