9 Días Para Enamorarme

Capítulo 12; Amor

- ¿Qué es eso de cita de novios? - dijo Gabriella mirándome con enfado -. Tiana nunca diría eso, porque yo le dije que no dijera nada antes de que tú supieras o fueras mi novio. ¿Por qué ahora lo dijo?

- Si digo que tal vez fue un error de la niña, ¿me creerías? - dije.

Gabriella se detuvo, me miró como si estuviera siendo engañada y guardó silencio esperando una respuesta de mi parte. Obviamente tuve que abrir la boca, mi dignidad y buena imagen estaban en riesgo, en ese momento parecía que yo la estuviera llevando a una trampa.

- Hoy fuimos a prepara un pequeño obsequio para ti – dije -. Tiana estaba emocionada y dijo que yo era lindo y un novio genial, un novio tuyo ¿entiendes?

- Ella no diría eso solo por decirlo. La conozco, ella es muy prudente y muy inteligente – dijo.

- Bien, lo admito, tal vez me comporté como si tú fueras mi novia – dije -. Quizá también insinué varias veces que tú me interesabas y que eramos más que amigos. Bueno, al final tuve que decir que yo era tu novio para evitar que la señora regañara a la niña por imprudente.

- ¿Entonces soy tu novia y yo no lo sabía? Eso no concuerda con las cosas que me dijiste cuando te dije lo que sentía – dijo ella.

- Gabriella, perdoname – dije -, me gustas desde el segundo o tercer día de novena. Aunque ya desde el primero me pareciste muy bonita. Me negué a admitirlo porque nunca he creído que tenga suficiente para darte, porque para mí mereces muchas cosas geniales. Pero, después de leer tu carta y de conocer a Tiana; quiero darme la oportunidad de ofrecer todo lo que tengo, para ti.

- No sé si creerte, has sido grandioso conmigo, pero parecías molesto cuando mostré mis sentimientos hacia ti.

- Deja que te demuestre lo que digo – dije -. Cena conmigo hoy. Acompáñame y lo verás.

Llegamos a mi casa y al instante Mimoso se ganó el corazón de Gabriella. La cena que tenía preparada para dos se convirtió en una comida para tres. Ella, con bondad y paciencia, alimentó a Mimoso con pequeños bocados de carnes y papa que el pequeño peludo no despreciaba. El ronroneo de mi amigo estuvo latente durante casi toda la cena, entre los brazos de Gabriella.

- Es muy lindo – dijo ella -, ¿lo tienes hace mucho?

- Desde que me alejé de mi familia – dije -. Era mi único amigo. Si dudas de las cosas que he contado sobre mí, deberías preguntarle a Mimoso, él sabe todo de mí.

- No creo que me lo diga y ¿Por qué tienes todo esto aquí tirado? - dijo al ver mis decoraciones y luces navideñas todas tiradas en bolsas, en el suelo.

- Yo no he sido una persona muy navideña, desde hace mucho tiempo – respondí -. Compré esas cosas con la esperanza de decorar la casa, pero no me he animado a hacerlo.

- ¡Hagámoslo! - dijo -. Como agradecimiento por la comida, te ayudaré a dejar esto bien bonito.

Gabriella volvió a dejar ver su sonrisa, dedicó mucha energía y atención a ubicar cada detalle en el lugar correcto, todo para que mi casa se viera navideña. Disfruté cada minuto que estuvo diciéndome dónde poner una decoración o hasta dónde llevar alguna extensión de cable; hacía tantos años que no me sentía tan bien en mi propia casa, en época navideña. Ella definitivamente había llegado a mi vida para corregir mi entrega a la soledad.

- Creo que se ve bien – dijo ella - ¿qué dices?

- Que eres hermosa – dije casi sin pensarlo.

- ¿Qué?

- Sé que me estoy arriesgando a recibir una bofetada o ser rechazado, tal como yo lo hice contigo. Pero – dije antes de titubear y suspirar con la mirada recorriendo la iluminación navideña recién instalada -, tengo que intentarlo. ¿Te gustaría estar a mi lado, ser mi novia? Algo así como lo que me dijiste una vez; una novia que se comprometa conmigo y no solo por una noche de diversión. ¿Te gustaría ser quien me complemente?

Gabriella me miró fijamente, su rostro se ruborizó y sus ojos brillaban de forma bella rodeados por las luces de la decoración. Alcancé a atisbar unas lágrimas recorriendo sus mejillas y un leve movimiento en sus labios humedecidos; parecía que quería decir algo, pero no encontraba las palabras. Sin esperar más y temiendo que la incomodidad la hiciera huir de mí arriesgué mucho más que un simple rechazo. Di un paso suave hacia ella, tomé sus manos y rápidamente llevé mis labios a los suyos, cerrando mis ojos y enfrentando mis miedos. En cuanto logré mi objetivo, el sentir tan precioso sabor de los labios de quien había ganado mi corazón, me alejé velozmente sin abrir los ojos en espera de una bofetada o algún reclamo. Nada ocurrió.

Preocupado porque creí que ella huiría mientras mi vista no estaba activa, abrí los ojos y me percaté de su presencia. Su mirada había cambiado, ahora dejaba caer lágrimas sin contenerse y sus manos acariciaban sus mejillas para limpiar el rastro de su llanto perenne. En sus ojos vi el brillo de las primeras veces que hablamos, pero en ese momento su rostro esbozaba un detalle más, una sonrisa que no se mostraba solo por amabilidad.

- ¿Por qué? - dijo ella.

Mi mente no sabía cómo descifrar su pregunta y no tenía idea de qué otra frase decir para tranquilizar su llanto y evitar responder a tan abierta pregunta. Estaba confundido con su reacción, pues a pesar de lo conmovida y alegre que parecía, también temí haber despertado algún recuerdo doloroso que ahora se exteriorizaba en su llanto. A pesar de mi impericia, pude dar una respuesta.




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