Eran la una de la tarde de un frío domingo del mes de mayo, y Angélica despertó a su hija para almorzar. Brenda no tenía ganas de levantarse, estaba cansada, pero igual se levantó, para que su mamá no sospechara nada. Y hay que comer para subsistir pensaba. Su mamá percibía algo raro mientras ella almorzaba. Notaba que su hija estaba cansada, seguro que es por ver la televisión hasta la madrugada creía Angélica.
—¿Que pasa Brenda? —le preguntó Angélica.
—Nada estoy cansada nada más —le respondió Brenda.
—¿Seguro que estuviste viendo televisión hasta la madrugada no? —le dijo Angélica.
—Primero leí un libro y después vi televisión hasta las cuatro de la mañana —le respondió Brenda.
—Ah sabía que era eso —le dijo Angélica.
Pasaron unos días y llegó otra vez el tan esperado sábado a la noche. Brenda estudió varias horas por la tarde, mientras se preparaba mentalmente para su nueva salida. A la una y media de la mañana, volvió a salir otra vez por la ventana de su casa, rumbo a la discoteque, arriesgándose a que su mamá la descubriera. No se daba cuenta de lo peligrosa que puede ser la noche. Al llegar a la disco encontró a sus amigas y las cuatro comenzaron a bailar. A las tres de la mañana Angélica, se levantó para ir al baño, y se le ocurrió pasar a la habitación de Brenda, solo para ver si dormía, y se llevó la sorpresa de que no estaba ahí, entonces se desesperó y enseguida llamó a una amiga de su hija.
—Hola Florencia soy la mamá de Brenda, de casualidad esta ella en tu casa —dijo Angélica.
—No señora, y yo ahora no estoy en mi casa, estoy en una discoteque —respondió Florencia.
—¿Y ella no está ahí con vos en la discoteque? —preguntó Angélica.
—No señora, no está acá —le respondió Florencia.
—Bueno gracias por contestar —dijo Angélica.
Su mamá no sabía qué hacer y presentía que su hija podría estar en problemas, entonces llamó desesperadamente a otra amiga de Brenda.
—Hola soy la mamá de Brenda y estoy desesperada porque ella no está en la casa —dijo Angélica
—Tranquila señora Brenda está en la discoteque con nosotras —respondió Micaela.
—Como que en la discoteque —dijo Angélica.
—Si esta acá con nosotras —respondió Micaela.
—Bueno vuelvan temprano, ya voy a hablar con Brenda cuando llegue a la casa. —dijo Angélica.
Cuando Brenda llegó a su casa, su mamá la estaba esperando sentada en el sillón del comedor. Llevaba unas dos horas esperándola. Apenas la vio ya sabía de qué se trataba el tema Y ahí se inició la discusión entre la dos.
—Como te vas a escapar de la casa así —le dijo Angélica.
—Si pedía permiso, no me ibas a dejar salir —le respondió Brenda.
—Lo que hiciste está mal —le dijo Angélica.
—Si ya se mama, pero no me quedaba otra opción —le respondió Brenda.
—Tenés que tomar conciencia de lo que hiciste —le dijo Angélica.
—Tenía muchas ganas de salir, creí que lo ibas a entender. No sos una madre moderna. —le respondió Brenda apenas dijo eso se fue corriendo a su habitación.
En la habitación de Brenda había un silencio intenso, en su mente resonaban las palabras de su madre, salir a bailar se había convertido en un problema, sus ojos se llenaron de lágrimas, y sus ganas por salir otra vez iban desapareciendo. Quería olvidar la discusión, por eso decidió encender la radio para distraer su mente. La música la hacía sentirse muy bien, tenía cinco pendrives, y hasta tenía cds de bandas legendarias. Mientras escuchaba al grupo Queen pensaba en sus amigas, sabía que ellas tenían el permiso de sus padres para salir.
Su madre se quedó parada en la cocina, no le gustaba discutir con Brenda y no quería otra discusión así con ella. Permaneció unos veinte minutos allí, pensando en lo que había sucedido. Creía que las palabras de su hija habían sido inapropiadas, siguió dándole vueltas al asunto, hasta que recordó que tenía que limpiar el piso de la cocina. Cuando de pronto escuchó, que alguien estaba tocando el timbre de su casa.
Angélica corrió hasta la puerta movió la cortina y vio que era su vecina, enseguida la hizo pasar.
—Como estas Angélica —preguntó la vecina.
—Y estoy con un problema con Brenda, pasa que te cuento —respondió Angélica.
Las dos se sentaron en un sillón grande que estaba en el comedor y comenzaron a dialogar.
—Brenda salió a bailar sin mi permiso, el sábado a la noche —dijo Angélica.
—Sin permiso!!! Y que le dijiste —respondió la vecina.
—Si. Hoy estuvimos discutiendo —dijo Angélica.
—Y son cosas de chicas adolescentes —respondió la vecina.
—Si ya se pero a mí me parece que Brenda tiene una obsesión por salir a bailar —dijo Angélica.
—Bueno espero que puedan hablar bien y solucionar el problema —respondió la vecina.
—Si eso espero. No es que no sea una chica inteligente, lo que pasa es que últimamente no tiene ganas de estudiar, porque no la dejamos salir a bailar —dijo Angélica.
—Tenés razón Brenda es una chica inteligente —respondió la vecina.
—La idea es dejarla salir cuando cumpla los diecisiete años, y para eso faltan meses largos todavía —dijo Angélica.
—Y no sé si va a aguantar, tal vez se ponga rebelde —respondió la vecina.
—Lo que pasa es que esta en una edad difícil, por eso con mi marido la cuidamos, no queremos que le pase nada grave, tiene que estudiar después va a tener tiempo para salir. Hoy me dijo que yo no era como esas madres modernas —dijo Angélica.
La vecina escuchaba atentamente, mientras comía unas pastillas de menta que de casualidad había guardado en el bolsillo de su camisa.
Las dos estuvieron conversando de ese tema durante media hora, por eso decidieron, hablar de otras cosas, Angélica paso una linda tarde con su amiga hablando de todo un poco, y tomando unos mates.
Pasaron tres semanas sin que Brenda salga a salir a bailar. Ya no tenía ganas de estudiar porque no la dejaban salir de noche. No quería permanecer en su habitación otro mes más, porque sabía que sus amigas se iban a divertir los sábados por la noche. Y sus bandas preferidas de rock, ya no le agradaban tanto como hace dos años atrás.