—¿Y que se te ocurre? —preguntó Emiliano con gesto cansado mientras su bella hermana sonrió y tomó asiento frente a él, mientras cruzaba las piernas.
—Debemos actuar —respondió ella sin borrar su sonrisa.
—No me salgas con la tontería eso de que debo casarme con una buena mujer porque eso no lo haré, yo no me voy a casar ni ahora ni jamás —declaró. Giana rodó los ojos.
—No tenía eso en mente, pero te apuesto que papá y mamá, sí. Así que debemos actuar antes de que te pongan un ultimátum.
Emiliano suspiró hondo y pesado. —¿Y que se te ocurrió? Porque por la cara que traes sé muy bien que tienes una estupenda idea.
Giana sonrió mostrando sus hermosos dientes blancos.
—Claro hermanito, yo siempre tengo grandes ideas. Ya lo tengo pensado. Contrataré a la mejor publicista de la ciudad. Ella te ayudará a limpiar tu culo.
—Ey, no seas tan grosera.
Ella rodó los ojos. —¿O sea, tendré detrás de mí a una mujer que me dirá lo que tengo que hacer todo el tiempo?
Su hermana asintió. —O es eso o te buscas una esposa para calmar a papá.
Ahora fue Emiliano quien rodó los ojos.
—No, prefiero la publicista, no quiero tener a una mujer detrás de mí todo el tiempo y para colmo le tengo que ser fiel, así que lo de la esposa está descartada. Haz lo que tenga que hacer, Giana, solo quiero que papá y mamá se calmen con ese tema. No entiendo porqué tanto les molesta mi vida.
Giana se puso de pie. —Hermanito, no solo perjudicas tu imagen, también la mía y la de toda la familia. Así que harás lo que yo te diga, o dejo de apoyarte.
Cuando Giana se dirigió hacia la salida, la puerta se abrió dejando ver a Dimitri quien la miró fijamente a los ojos. Giana sintió el rubor ascender a sus mejillas, el piso temblando bajo sus pies. Desde niña ella vivía enamorada del mejor amigo de su hermano. Dimitri fue siempre su amor platónico, pero ella jamás se animó a confesarle sus sentimientos por temor a ser rechazada.
—¿Cómo estás Giana? —preguntó él en tono serio. Era eso lo que siempre le había gustado a ella. La seriedad que mantenía, siempre ha sido el más sensato entre todos ellos, el mas maduro. Y el que le ponía a latir el corazón de forma acelerada.
—H-hola, Dimitri —saludó ella nerviosa y se apresuró en pasar a su lado saliendo de la oficina de su hermano. Sintiendo un calor abrazar su cuerpo. Se mordió el labio muy fuerte y luego sonrió para ella misma cuando abandonó el despacho.
Sacudió su cabeza para borrar cualquier distracción de lo que tenía que hacer. Tenía un trabajo y ese trabajo requería poner toda su concentración. Tenía la persona perfecta para ayudar a limpiar la imagen de su hermano, solamente no sabia si ella aceptaría el trabajo. Eso Giana debía averiguarlo personalmente.
El amanecer en Boston era sereno mientras el primer rayo de luz se filtraba por entre las cortinas de la habitación de Lucy. Desde su lujoso ático, podía ver la ciudad despierta, lentamente irrumpiendo con su bullicio matutino. Lucy repasaba mentalmente la jornada enfrascada en su rutina diaria.
La proyección del éxito en su vida era evidente. Lucy había trabajado sin tregua para llegar hasta donde estaba. De la adversidad de su niñez en México, había logrado emerger como una de las publicistas más codiciadas y mejor pagada de Boston. Su carrera era una línea continua de triunfos y logros que decoraban su historial profesional. Lucy siempre había sido inteligente y nunca se daba por vencida. Eso la llevó a la cima.
De pie frente al espejo del vestidor, Lucy escogía cuidadosamente su atuendo. Pensó en su día, plagado de reuniones, pero algo la sacó de sus pensamientos o más bien alguien. Su novio, André le besó la mejilla.
Era fotógrafo de modelos y llevaban juntos al menos dos años de convivencia. Aunque André era bueno, y aceptaba a Lucy así como era, había días en que ella sentía que él no era el hombre que ella necesitaba. Pero al menos le daba paz. No era un novio celoso, posesivo, tóxico, le daba su espacio y su tiempo. Eso era suficiente pensó ella.
—Hola nene —saludó terminando de ponerse el labial.
—Te ves estupenda —le dijo y ella suspiró hondo. A pesar de que ella se mostraba segura, fuerte y empoderada, por dentro no se sentía a gusto con su apariencia, siempre fue de talla plus y aunque eso nunca fue impedimento para lograr todos sus éxitos, había días en que soñaba ser delgada.
"¿Es esto realmente lo que quiero?”, se cuestionó mirando su reflejo. La Lucy que sus clientes y colegas conocian era impecable y segura de sí misma, pero las dudas seguían apilándose como cartas en un castillo delicadamente construido, esperando el más mínimo viento para tambalear. Pero ella no dejaría que nadie la hiciera sentir menos por su contextura física, lo que importaba era el cerebro, no un culo redondo y trabajado, se alentó.
—Nos vemos en la noche —dijo Lucy girando hacia su novio antes de salir de la habitación.
Ella no era la típica chica melosa, de besos y mucho afecto. André tampoco lo era y ella así estaba bien. No le gustaban las demostraciones de sus sentimientos. Eso ya nunca más, se juró ella cuando de pequeña le rompieron el corazón tan cruelmente.
Más tarde, Lucy se encontraba rodeada de ejecutivos, en la sala de juntas de una prestigiosa empresa de venta de productos de belleza, era la mayor compañía de exportación de maquillajes y productos de belleza.
Su voz se elevaba sobre la sala con confianza y brillantez mientras presentaba una nueva campaña. La charla fluyó, atrapando la atención de todos.
Y como siempre Lucy había conseguido esa millonaria campaña, que nuevamente le auguraba muchísimo éxito. Sonriente salió de la empresa apurada porque tenía una reunión con un importante cliente en su oficina.
—Muchísimas gracias Lucía, entonces le espero la próxima semana en la empresa para ultimar los detalles de la publicidad —le dijo su nueva cliente luego de cerrar el trato con un apretón de mano.