Lucy, aún impactada por la repentina aparición de Gianna en su oficina, trató de recomponerse rápidamente. La sorpresa inicial en su rostro se transformó en una sonrisa cálida.
—No puedo creerlo, Gianna. Es increíble verte después de tanto tiempo —dijo Lucy mientras se acercaba para darle un abrazo. Había tantas preguntas girando en su mente, pero por el momento, simplemente disfrutaba la conexión inesperada con alguien de su pasado.
Gianna se veía prácticamente igual que en sus recuerdos, con la misma belleza etérea que siempre la había definido. —Sé que es una sorpresa —respondió Gianna con una risa suave, —pero tenía que verte. He oído mucho sobre ti y tu increíble éxito.
—Por favor, pasa, pasa, toma asiento. Dios Mio, aun no puedo creer, que hermosa estas en verdad.
Giana sonrió con vergüenza. —Tú también estas hermosa, Lucy, mírate, eres toda una mujer de éxito. He oído tanto de ti.
Las dos mujeres se sentaron en la pequeña sala de la oficina. A pesar de los años y los diferentes caminos que habían tomado, había una camaradería genuina que era reconfortante.
—Recuerdo cómo solías hablar de tus sueños —comentó Gianna, —pero verte aquí, asi, Dios Mio, es realmente inspirador.
Lucy se permitió un momento de nostalgia antes de contestar. —La vida nos lleva por caminos inesperados. Estaba tan centrada en salir adelante que me enfoqué en mi misma y dejé de lado todo lo demás.
—¿Qué has estado haciendo? —preguntó Lucy finalmente.
Gianna se recostó en el sofá, su mirada suavizándose mientras reflexionaba sobre su propia vida. —Bueno, me mudé a Nueva York, estudié en Parsons, y ahora estoy de regreso en Boston para ayudar a mi hermano a administrar las empresas de papá. De hecho, es lo que me trajo aquí.
La sola mención de su hermano le provocó un dolor de cabeza a Lucy. El aire en la oficina de Lucy se tornó pesado tras la declaración de Gianna. El nombre de Emiliano resonaba en su mente al igual que un tambor, haciendo eco de viejas emociones, sentimientos guardados en un rincón remoto de su memoria. Unos recuerdos que ella habia intentado de todas las formas posibles guardarlas y no traerlas jamás al presente.
—Lucia, he oído mucho de ti, de tu talento, de como has salvado grandes e importantes traseros —Giana suspiró con pesar.
—Quiero que salves el trasero de mi hermano Emiliano —repitió Gianna con una sonrisa amistosa, sin notar la palidez que cruzaba el rostro de Lucy. Para Gianna, era una simple solicitud profesional, pero para Lucy, significaba mucho más.
Gianna, ajena a la tormenta interior de Lucy, continuó hablando animadamente sobre los nuevos proyectos que Emiliano y su empresa estaban planeando. —Es increíblemente talentoso, sabes, pero su carrera ha sido salpicada por pequeños escándalos aquí y allá —explicó con un tono comprensivo.
Lucy, sin embargo, permanecía perdida en sus pensamientos. Momentos de su infancia volvían a su mente sin invitación: la risa de Emiliano de aquella tarde, su mirada fugaz. Intentó centrar su atención en el presente, su rol como publicista, su profesionalismo. Era lo que siempre había hecho, lo que la había llevado al éxito.
—Lucy, ¿estás bien? —La voz de Gianna la trajo de vuelta. Lucy se obligó a sonreír mientras asentía.
—Sí, solo estaba pensando en lo mucho que ha cambiado todo desde aquellos días —respondió, su voz buscando reconstruir la fachada de seguridad por la que era conocida.
—¿Acaso tu hermano ya no es todo un empresario? —preguntó. Era lo único que Lucy sabia de él. Que Emiliano Carson era un poderoso empresario y el soltero más codiciado de Boston.
—Si, lo es, pero lo que tiene de inteligencia aquí —señaló su cabeza—, le falta aquí —dijo bajando su dedo hasta su entre pierna. Lucy entendió y le dedicó una sonrisa.
Lucy se dio cuenta de la diversión implícita en las palabras de Gianna, un vestigio de complicidad entre hermanos. Sin embargo, la mención de Emiliano provocó un cúmulo de emociones en su interior; orgullo profesional mezclado con viejas heridas.
—¿Por qué yo, Giana? Abundan publicistas en Boston —Giana negó rotundamente.
—No tan buenas como tu, todos te buscan y es por algo. Necesito tu ayuda Lucy, de verdad. Su imagen está arruinada. Necesita alguien que lo ayude a recuperar su reputación.
—¿O caso a pesar de los años no lo has podido olvidar? —dijo en tono de burla.
—¿Qué? ¡Por supuesto que eso no es cierto! —Lucy hizo una pausa. —No importa. No puedo ayudarlo —declaró finalmente.
—Por favor, Lucy. Mi familia está sufriendo. Mi madre está devastada. Emiliano no es perfecto, pero no merece esto. Yo tampoco lo merezco y estoy pagando las consecuencias de sus actos, solo será por poco tiempo, por favor.
—No sé, Giana. No sé si puedo hacerlo —Giana tomó la mano de Lucy. — Por favor, Lucy. Ayúdame a salvar a mi hermano. El apellido de mi familia. Hazlo por la amistad que un día tuvimos.
Lucy miraba a Giana, luchando con sus emociones.
Lucy se soltó de Giana levantándose de su silla. —Giana, necesito tiempo para pensar. Debo analizar mi agenda y ver si puedo tomar este caso.
—Lo entiendo —dijo Giana bajando la cabeza hacia sus manos que descansaban sobre sus muslos.
Lucy suspiró hondo al ver a Giana de esa manera. —Déjame tu teléfono, te tendré una respuesta esta semana, no más.
—Gracias, Lucy. Significa mucho para mí —dijo la pelinegra. Giana se acercó a Lucy y la abrazó dejándola inmóvil. Lucy odiaba las muestras de afecto, todo por culpa del cretino de su hermano.
—Lucy. Sé que esto no es fácil para ti. Pero te prometo que Emiliano ha cambiado —ella la miró sorprendida.
—No importa, Giana. Esto es solo negocio. El pasado es eso, pasado. Ya ni recuerdo a tu hermano, mucho menos su estupidez de adolescencia —dijo intentando parecer que ya nada le afectaba.
—Está bien, aquí te dejo mi tarjeta —Giana le extendió un pedazo de cartón con letras doradas.