Saliendo de la oficina, Lucy pasó por la cafetería por un Starbucks y unas chucherías que le gustaba comer, sintiendo el peso del pasado apretándose en su pecho. Las palabras de Giana Carson resonaban en su mente, y aunque ella ya era una mujer madura e inteligente había veces en que necesitaba el consejo sabio de su madre. Había decisiones que no podía tomar sola, especialmente cuando cargaban tanto del legado de su familia.
De regreso a su apartamento, Lucy se dejó caer en el sofá, tomando su teléfono con manos algo temblorosas. Marcó el número de su madre, algo que siempre había encontrado reconfortante desde que era una niña. Después de un par de tonos, la cálida voz de su madre rompió el silencio.
—Hola, Lucita. ¿Cómo estás, hija? —La familiaridad del tono aliviaba parte de la tensión y le recordaba que siempre había un puerto seguro al que regresar. Lucy había sacado a su madre de la pobreza, le compró una casa en la ciudad de Boston, con un amplio jardín y todas las comodidades que su madre necesitaba, ella era su reina y todo su éxito se lo debía a ella. Su madre nunca la abandonó a pesar de todo.
—He estado bien, Mamá, con mucho trabajo.
—Eso es maravilloso hija, que tengas mucho trabajo es excelente.
Lucy sonrió, su madre tenía razón
—Lo es mamá, es genial.
—Ahora dime qué pasa, corazón.
Lucy suspiró.
—Mama, estaba pensando… hoy alguien del pasado apareció inesperadamente, y no sé qué hacer. — hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras: —Giana Carson vino a verme, y sabía que debía hablar contigo sobre ello.
La línea se mantuvo en silencio por un momento antes de que su madre contestara. —Giana Carson, ¿eh? Esa familia fue buena con nosotros, ¿Y aunque fue?
Lucy explicó brevemente el encuentro y la propuesta de Giana, sintiendo que cada palabra la ayudaba a aligerar la carga que sentía. Cuando terminó, esperó la respuesta de su madre, que llegó con la serenidad de siempre.
—Hija, sé que recordar esos días no es fácil para ti, pero los Carson siempre trataron con respeto a todo aquel que trabajó con ellos. Hay cosas en la vida que merecen una segunda oportunidad, y tal vez este sea tu momento para encontrar esa redención con el joven Emiliano. —La voz de su madre era firme, impulsada por la sabiduría acumulada a lo largo del tiempo.
Lucy cerró los ojos por un instante, intentando procesar lo que su madre había dicho. Sabía que había verdad en esas palabras. —Entiendo lo que dices, mamá, pero no puedo olvidar lo que pasó. A veces siento que esos recuerdos son como sombras detrás de mí, acechando.
Su madre rió suavemente al otro lado de la línea. —El pasado puede ser una sombra, pero también es una lección. Puede que sea hora de que tú y Emiliano encuentren un cierre sobre todo eso. Mira al joven que ha llegado a ser, al igual que tú te has convertido en una gran mujer. Tal vez ya no hay ni rastro de lo que fue hace años atrás. Tal vez se recuerde de ti y te pida perdón por todo lo que pasó en el pasado. Pero también es una manera de que tú lo veas y lo perdones, así puedas liberarte de esa carga pesada, amor.
Lucy reflexionó sobre las palabras de su madre. La mujer que era ahora no era la niña asustada que corría con lágrimas en los ojos. Sabía que enfrentar el pasado también significaba abrazar su propio crecimiento.
—Gracias, mamá. Necesitaba escuchar eso —respondió finalmente, sintiendo una pequeña chispa de decisión prendiendo dentro de ella.
—Siempre estaré aquí para ti, hija. Haz lo que sientas correcto, pero nunca olvides que a veces los males pueden ser cicatrizados si lo enfrentamos y lo resolvemos.
Colgaron después de un intercambio más de palabras de cariño, dejando a Lucy un poco más tranquila. Sabía que su próximo paso debía ser encontrar el equilibrio entre sus responsabilidades profesionales y personales.
El ruido de las llaves al abrir la puerta distrajo brevemente a Lucy de sus pensamientos. Lucas entró con paso seguro, su chaqueta sobre el hombro y una sonrisa en el rostro. Al verla en el sofá, su expresión se suavizó, relajándose al estar finalmente en casa.
—Hola, nena — dijo mientras se inclinaba para darle a Lucy un beso leve pero cariñoso. Sin embargo, su mirada captó la preocupación en sus ojos, el reflejo de la tensión que llevaba dentro desde aquel encuentro.
Se sentó a su lado, notando su silencio y perdida en pensamientos. —¿Algo va mal, Lucy? —preguntó, pasándole un brazo por los hombros.
Lucy tomó un respiro profundo, preparándose para compartir lo que había resonado en su día. —Tuve una visita inesperada hoy — comenzó lentamente, midiendo sus palabras con cuidado, —Giana Carson vino a verme. Hablamos sobre Emiliano.
Lucas tensó ligeramente su abrazo, y la retiró del hombro de Lucy, un gesto casi imperceptible, pero para ella, fue suficiente indicativo de que él entendía el peso de esa conversación. —¿Y que quería? —Su tono era suave, preparado para bucear en aguas emocionales que sabía que eran profundas.
—Quiere que sea su publicista —confesó Lucy, permitiendo que la sinceridad fluyera entre ellos como un río. —No sé si estoy lista para enfrentar de nuevo a Emiliano, incluso después de todos estos años.
Lucas asintió. Era el único que conocía el secreto de Lucy, el impacto que la burla de Emiliano había tenido en ella en el pasado, cuando ella se lo contó hace años.
—Sé que puedo ser la persona que se enfrenta al reto —dijo Lucy. —Pero me asusta lo que eso podría revivir dentro de mí, y cómo podría afectar todo en lo que trabajé para convertirme en lo que soy.
Lucas le dio un apretón suave en la mano
—Claro que podrás, eres una mujer fuerte. Tal vez al ver a ese hombre ya no sientas rencor ni odio hacia él.
Lucy inhaló profundamente, dejando que las palabras de Lucas se asentaran dentro de ella como una piedra que cae en aguas tranquilas. —Gracias, nene. Necesitaba escuchar eso.