Emiliano sintió una oleada de emociones al observar a Lucy después de tantos años. Era como si el tiempo no hubiera pasado, como si aún estuviera en aquel verano de su infancia, pero ahora, con una mezcla de remordimiento que no había anticipado. El rostro de Lucy, aunque tal vez más maduro, parecía no haber cambiado en nada. Esos mismos ojos que una vez reflejaron tristeza, ahora lo miraban con una firmeza que solo el paso del tiempo podía otorgar.
Lucy mantenía su postura, tratando de contener la avalancha de recuerdos que amenazaban con desbordarse. A pesar de haberse preparado mentalmente para este momento, no podía evitar que su corazón diera un vuelco al verlo. Emiliano, con su postura ya no tan arrogante, parecía un hombre distinto al chico que recordaba. Lo que sí la había sorprendido es que él sabía quien era ella. ¿Cómo era posible que recordara su nombre? Se preguntó.
—Buenos días, señor Carson, un gusto, Lucía Martínez, seré su nueva publicista —ella extendió la mano para ofrecerle un saludo, como si era la primera vez que se veían o estaban frente a frente. Lucy decidió que sería mejor así manteniendo su postura profesional, intentando demostrar que el pasado era eso, un pasado que ella ya no recordaba.
—Buenos días, señorita Martinez —dijo Emiliano, permitiendo que una pequeña sonrisa se asomara, extendiendo la mano también para tomar la suya. La carga de sus acciones pasadas pesaban como rocas. Pero el contacto suave con la piel de ella fue una descarga de adrenalina que él jamás pensó que algo así podía suceder.
Un silencio tenso llenó el aire, dándoles un momento para procesar lo que significaba este reencuentro. Al final, Emiliano respiró profundamente y decidió enfrentar la realidad de frente.
—Bueno, tome asiento por favor, tenemos mucho de que hablar —dijo él, desviando la mirada hacia su escritorio. Lucy pestañeó con prisa y se volvió hacia Giana. Ella simplemente le sonrió y con una sonrisa traviesa, les dijo en tono juguetón: —Bueno, los dejo para que hablen tranquilos. Nos vemos luego, Lucy cuando acabes por favor ve a mi oficina. Solo debes preguntarle a la secretaria de mi hermano y ella te va a llevar hasta allí.
Lucy solo sonrió débilmente. Desde que dijo “los dejo solos” ella se había bloqueado. En todos sus años trabajando como publicista, era la primera vez que estar solas con un cliente la ponía nerviosa.
El sonido de sus pasos alejándose por resonó como una orquesta que anunciaba el comienzo de algo inevitable. Ella y él estaría solos encerrados en esa oficina, mirándose a la cara.
Finalmente Lucy decidió tomar asiento frente a Emiliano, quien seguía mirándola de una manera intensa.
Él no sabía lo que estaba pasando, pero esas curvas, ese pelo lacio, esos labios carnosos, esa mirada tan decidida, le movía el piso donde estaba situado.
“Debe ser una jodida broma” pensó para sus adentros.
La sala se llenó de un silencio expectante, uno que pesaba en el aire como una niebla densa. Lucy intentó respirar profundamente, recordándose a sí misma que ella era una profesional capaz y que no tenía nada que temer. Sin embargo, la idea de estar a solas con Emiliano hacía que sus manos temblaran ligeramente.
Emiliano, la miraba fijamente parecía absorto en sus pensamientos. —Lucy… —se aclaró nuevamente la garganta.
—Señorita Martinez —se retractó rápidamente.
—Señor Carson, estoy aquí por pedido de su hermana. Me ha comentado que necesita ayuda para mejorar su imagen, voy a necesitar algunos datos importantes para llenar mi ficha de clientes.
—¿Qué necesitas saber? —preguntó con una voz ronca que proyectaba una seguridad increíble. Sin dudas para Lucy, Emiliano se había convertido en un hombre enigmático, poderoso. Ella era incapaz de levantar la mirada y ponerla en él. Mantenía su mirada fija en sus anotaciones.
—Edad, estado civil, relaciones sentimentales. Actividades, profesión.
—Tengo 30 años, soltero, no hay ninguna relación sentimental. Soy empresario, me gusta mucho la diversión —dijo en tono jocoso, lo que hizo que Lucy finalmente levantara la vista y mirarlo.
Luego hizo un gesto con las cejas.
—¿Sucede algo, señorita Martinez?
Ella suspiró profundamente. Dejó de escribir y apoyó sus manos sobre su agenda.
—Eso de diversión es justamente el motivo por el cual yo estoy aquí. Eso va a cambiar a partir de este momento —le dijo apuntándole con el bolígrafo.
—¿Cómo va a cambiar? Mira Lucy…
—Señorita Martinez, por favor —aclaró Lucy, Emiliano sonrió de lado y luego inclinó su cuerpo apoyando sus brazos doblados sobre su escritorio.
—Señorita Martinez, ¿Qué exactamente tiene planeado hacer con mi vida? ¿Cómo Planea cambiar mi imagen?
El corazón de Lucy saltó en un alocado latido.
—Campañas publicitarias de prestigio. Hará muchos sacrificios señor Carson.
—Dime Emilio, por favor. Señor solo se lo reservo a mis empleados, usted, no lo es —ella pestañeó mirándolo y él la miraba queriendo saber más de ella. La tensión se reflejaba en cada uno de los movimientos de ambos.
—Me resulta más profesional llamándolo señor, pero, eso es lo de menos aquí. Debemos empezar desde ya a cambiar lo que se dice de usted.
—¿Y que se dice de mí, señorita Martinez? —preguntó Emiliano con una voz que era capaz de quebrar cualquier barrera impenetrable.
—Que es el hombre mas inmoral, de reputación cuestionable y que está dejando el apellido Carson por el suelo. Ah y que es probablemente sea bisexual.
Él echó una carcajada recostándose en su silla.
—Ha hecho la tarea, señorita publicista.
—Es mi trabajo.
—Sabe mucho de mí para solo ser un trabajo —insinuó jocoso.
—¿Qué insinúa, señor Carson? —dijo ella desafiante.
—Nada, absolutamente nada —respondió sin apartar la vista de ella ni un segundo.
“Dios mío, esto será más difícil de lo que imaginé. Emiliano, ya no es el chico inmaduro que yo conocí alguna vez. Ahora era un hombre, uno decidido, determinado, indisciplinado y con una reputación de mierda”