Emiliano no había amanecido muy bien ese día, cualquier cosa le molestaba. No había dormido muy bien porque la imagen de Lucy no salía de su mente ni por un instante. Miles de preguntas atacaban su mente. Una de ellas era, ¿Cómo una niña tan llorona como ella se pudo haber convertido en una mujer tan, tan… bueno, tan guapa…?
Suspiró pesado. Comenzó a intentar concentrarse en los nuevos cambios que también venia para la compañía, como la incorporación de una nueva marca en teléfonos móviles. La presentación sería de aquí en un mes. Había mucho trabajo que hacer, debía concentrarse en eso.
Revisando correos importantes, el sonido de la llegada de un nuevo remitente llamó su atención.
Lucia Martinez
Asunto: “Cronograma de actividades y cambios”
—¿Qué es esto? —preguntó Emiliano frunciendo el ceño mientras abría el mensaje completo.
Entrecerró los ojos y comenzó a pasarlo por las líneas. Acercó un poco más su rostro al monitor como si no pudiera leerlo bien, o más bien no entendía muy bien lo que estaba sucediendo.
—Imprimiré está cosa —dijo dándole en el botón de print y la hoja comenzó a salir por la impresora nueva que le habían instalado apenas la semana pasada.
Emiliano tomó el papel en sus manos y comenzó a leer.
—Esto debe ser una horrorosa broma de esa desquiciada mujer.
Se levantó de su silla de forma abrupta, ajustó su corbata y caminó con el papel de la lista en la mano, salió de su oficina y cerró la puerta con tanta fuerza que era probable que lo escuchará hasta el café de enfrente.
Pasó frente a su secretaria, tomó el elevador y bajó hasta la oficina de Giana.
Al entrar, encontró a Giana con una taza de café en la mano, su expresión tranquila pero alerta. Emiliano sabía que ella había sido el artífice de eso y ahora no podía evitar sentirse un poco enfadado con su hermana por no decirle antes que la publicista contratada era Lucy.
—Giana — comenzó Emiliano, tratando de mantener un tono calmado, aunque algo de irritación se filtra en sus palabras.
—Hola hermanito —saludó ella con una sonrisa radiante en los labios.
—Primero que nada, ¿Por qué no me dijiste que Lucy era la publicista?
Giana se encogió de hombros desinteresadamente, pero había un brillo afecto en sus ojos que Emiliano no pudo ignorar.
—¿Eso importa? Ella es la mejor publicista de Boston. No veo por qué habría algún inconveniente en trabajar con ella —respondió, sorbiendo su café con aire de inocencia.
Emiliano soltó un suspiro pesado, dejando que sus hombros se relajaran un poco. Sabía que su hermana no lo había hecho con malicia, pero la sorpresa lo había dejado desconcertado. &Sí, lo sé… es solo que… bueno, ya sabes toda la historia. Fue un poco chocante verla tan de repente.
Giana sonriendo cálidamente, dejando su taza de café sobre la mesa. —A veces las buenas sorpresas pueden sacudirnos las ideas, Emi. He investigado todo lo que Lucy ha hecho y cuánta imagen ha limpiado, y estoy más que segura de que es la persona indicada para ayudarte. No deberías dudar que el tiempo ha trabajado a su favor, y al fin y al cabo, el pasado no tiene que definir nuestro futuro. ¿O si? —preguntó Giana sentándose en su silla mientras seguía bebiendo su café y se cruzaba de piernas.
—Supongo que tienes razón — admitió Emiliano al fin.
—Pero todo eso se resume en nada cuando leas esto —le extendió el papel con la lista que Lucy se lo había enviado al correo.
Al extenderle la lista a Giana, esperaba su reacción con anticipación.
Giana tomó el papel con una mirada de interés, sus ojos bailando rápidamente sobre los puntos detallados. Bajó su taza de café a medio acabar y continuó con la lectura.
Sus gestos en silencio, puntuales, danzaban en el aire mientras seguían las frases. De repente, una risa profunda e incontrolable brotó de su interior, llenando la oficina con un eco vibrante que resonó incluso mucho después de haber terminado.
Emiliano la observó, sintiendo que la irritación subía por su columna. Había esperado que Giana tomara el asunto con la seriedad que él sentía que merecía. Pero la risa de ella era como una burla, una bofetada a sus preocupaciones acumuladas.
—¿Qué es tan gracioso? — masculló, cruzando los brazos sobre su pecho, una mueca de disgusto distorsionando su expresión habitual de calma.
Giana intentó controlarse, limpiándose una lágrima que se había escapado de tanta risa. —Lo siento, Emi, es solo que… Lucy te dejó esta lista como si fuera una lista de compras —explicó todavía entre risas —como si estuvieras preparándote para un gran banquete, y el plato fuerte eres tú —Giana volvió a soltar otra carcajada hasta las lágrimas.
Sus palabras eran ligeras, amigables, pero cargaban aquella cierta complicidad que solo los hermanos lograron cultivar a lo largo de los años.
La irritación de Emiliano se mantenía, aunque inevitablemente disminuía ante la perspectiva jovial de Giana. —Es que —comenzó, eligiendo con cuidado sus palabras mientras intentaba contener su frustración, —me siento como si estuviera navegando por un océano impredecible. Estas sugerencias de Lucy son interesantes, pero también complejas… Lo que quiero decir es, Giana , ¿cómo esperas que aborde todo esto? ¿Una novia? Santo cielos. ¿Está loca? No necesito una novia. Ya bastante con tenerle a ella detrás de mí trasero a tener que soportar a una mujer “buena” —dijo entre comillas.
Giana le desarrolló una mirada comprensiva. Sabía que, a pesar de las bromas, todo eso era mucho para Emiliano, pero Lucy tenía razón, él debía cambiar su imagen y también hora de tener una relación seria con alguien.
—Mira, esto es solo un comienzo & dijo suavemente, acomodando el papel sobre la mesa entre ambos. —¿Por qué no empiezas con los primeros pasos? Puede que si las opiniones sobre tu comienzan a cambiar y la sociedad comience a verte con otros ojos, pues no necesites una “novia” que te fastidie —dijo Giana. Emiliano enarcó una ceja, se frotó la barbilla.