—Creo que no hay nada que considerar, señor Carson, porque eso no sucederá ni hoy, ni nunca —Lucy se desplomó en su silla de cuero, justo en el instante en que su secretaria le traía su café.
—Gracias Marta —dijo Lucy.
—De nada jefa —declaró la joven mujer abandonando la oficina, dejándolos nuevamente solos.
Emiliano suspiró dramáticamente levantándose de la silla en dónde llevaba sentando largo rato.
—Entonces… ¿ni siquiera lo considerará? Mañana… ¡mañana es el cumpleaños de mi madre! La mansión Carson estará repleta de… ¡de influyentes! Imagínese, ¡usted a mi lado! ¡El impacto en mi imagen!
Lucy sonrió con ironía.
—Señor Carson, su imagen, ya es bastante impactante.
Emiliano levantó una ceja con una mueca divertida. Lucy pestañeó con prisa al darse cuenta de que sus palabras ha sido malinterpretadas.
—Sabe a lo que me refiero —dijo ella negando mientras bebía su café.
—Además, ¿Cree que mancharé mi imagen al lado de la suya? —Lucy bufó.
—Eso es bastante cruel —respondió Emiliano.
—Cruel no, realista. Seamos realistas señor Carson. Si me ven a su lado como una “novia” mi imagen comenzará a tener otro impacto, perderé seriedad. Y eso no está en mis planes.
—¿Cree que yo no soy un hombre serio? —preguntó Emiliano indignado.
—Por algo trabajaremos en su imagen. ¿No lo cree?
—Además. Tengo un novio, ¿Recuerda? Un novio que no apreciaría que yo fingiera ser la novia de otro hombre, por más influyente que sea.
Emiliano bufó molesto. De repente, su corbata parecía estrangularlo.
—Su novio, su novio ¡Debe ser alguien increíble para competir conmigo! ¡Yo soy Emiliano Carson, el hombre más influyente de la ciudad!
—No es increíble, pero si es mucho más encantador que la mayoría de los hombres que conozco.
—¿Más que yo? —Emiliano movió las cejas repetidas veces.
—El me conoce, me comprende y ha estado conmigo en mis malos momentos.
Emiliano rodó los ojos. Luego con una sonrisa un tanto forzada, se acercó al escritorio de Lucy. Ella lo miró con una mezcla de diversión y paciencia.
—De todas maneras… ¿Quieres acompañarme a la cena de cumpleaños de mi madre mañana? Ella estará feliz de verte. Y no irás como mi novia, irás como mi nueva publicista. Además debes cuidar de que no haga una tontería. Eso no estaría bien para mí imagen.
Lucy negó con la cabeza sonriendo un poco.
—No lo sé, Emiliano. Debo ver mi agenda. Y, bueno, debo decírselo a André.
Emiliano arrugó el ceño. —¿Quién es André?
Lucy levantó una ceja. —Lo conociste ayer. Mi novio.
Emiliano hizo un gesto de fastidio con los ojos, visiblemente molesto y algo celoso. Intentó disimularlo, pero su expresión lo delataba.
—No es un nombre que quiera recordar, ni me interesa —dijo con la voz seca. Llena de fastidio.
—Por favor, piénsalo, Lucy. Sería… un gran comienzo para nuestra… relación profesional.
Ella rió. —Emiliano, nuestra relación profesional es excelente. No necesita ningún tipo de… “comienzo” extraño.
—Habrá pasteles de chocolates que el chef de mi madre va a preparar.
Lucy soltó una pequeña carcajada.
—No me sorprende, a tu madre siempre le ha gustado la buena comida. Pero… André prepara los mejores pasteles de chocolates del mundo.
Emiliano, completamente derrotado, deja caer su sonrisa forzada. Parecía a punto de explotar
—André, André, ¿Qué más sabe hacer el susodicho? ¿Tocar el ukelele con los pies mientras cocina?
—¿Te molesta tanto mi novio? —preguntó Lucy mirándolo con una sonrisa divertida. Mientras Emiliano estaba a punto de explotar.
Emiliano bufó. —No es eso. Es que… es demasiado. Demasiado bueno, demasiado encantador, demasiado… todo. Es como una figura salida de una novela romántica cursi, y me resulta profundamente irritante.
—No, está lejos de ser un personaje literario perfecto, pero si es un buen hombre —declaró Lucy al hablar de André.
Emiliano caminó hacia ella. Rodeó su silla y se posó detrás apoyando sus dos manos en el respaldar. Lucy comenzó a ponerse nerviosa ante esa cercanía. Emiliano definitivamente aún la ponía nerviosa.
—Quizás no sea tan perfecto como crees. Puede que tenga sus defectos, igual que todos. Secretos. Incluso, quizás te sorprenda.
—Andre no me oculta nada —dijo Lucy y Emiliano sonrió de medio lado.
—Todos guardamos un secreto. Te puedo asegurar que tu “perfecto novio” también tiene uno.
Lucy enarcó una ceja. Nunca se puso a pensar que André pudiera tener un secreto
Lucy arqueó una ceja. —¿A qué te refieres?
Emiliano sonrió, acercándose aún más. Su aliento rozó su oído. —Todos tenemos secretos, Lucy. Incluso el maravilloso André. Es la naturaleza humana. Es el condimento que hace interesante la vida. ¿O acaso crees que la perfección existe realmente?— Sus manos, a centímetros de sus hombros, rozándole el cabello, Lucy pasó saliva, esa cercanía de Emiliano le transmitio una vibración sutil, casi imperceptible. Una provocación.
—Incluso te aseguro que tú tienes un secreto muy bien guardado, que ni siquiera tu perfecto André, lo sabe. ¿Verdad señorita Martínez? —el corazón de Lucy comenzó a latir muy rápido. Y entonces Emiliano se apartó de ella. Volvió a caminar hasta el medio de la oficina. Luego de haber aspirado el aroma del cabello de Lucy y se negaba a seguir cerca de ella.
Lucy, sin apartar la mirada, sintió una oleada de curiosidad de pronto, mientras su cuerpo intentaba recuperarse y recuperar el latido normal de su corazón.
—¿Y cuál sería tu secreto, Emiliano? ¿Te atreverías a compartirlo conmigo?
Emiliano la miró a los ojos, una sonrisa enigmática dibujada en sus labios. —Eso, querida Lucy, sería contarte demasiado. Por ahora, basta con saber que todos guardamos algo… en la sombra. Incluso aquellos que parecen brillar con una luz impecable tienen un jodido secreto.
—Tienes hasta mañana en la mañana para avisarme si decides ir al cumpleaños de mamá.