—Lucia y yo somos buenos amigos —agregó Mateo.
Emiliano esbozó una sonrisa forzada, sus ojos moviéndose entre Lucy y Mateo. —Ah, con que buenos amigos, vaya, que sorpresa— respondió, intentando mantener un tono casual, aunque el recelo en su voz era innegable.
Mateo, ajeno a la tormenta interna de Emiliano, continuó
—Lucia es muy conocida en Norteamerica y me atrevería a decir que en Europa también, ella es un publicista impresionante.
Las palabras de Mateo solo intensificaban el torbellino de emociones en Emiliano.
Lucy, sin percibir el tumulto dentro de Emiliano, irradiaba energía y calidez, su mirada encontrándose con la de Emiliano de una manera que, por un breve instante, pareció calmar su inquietud. Pero el miedo a admitir lo que sentía lo mantenía en un limbo de orgullo y negación.
La conversación giró hacia otros temas, pero Emiliano apenas lograba concentrarse. Sabía que debía confrontar sus propios sentimientos, aceptar que las etiquetas que tenía en la mente acerca de Lucy no eran más que barreras que él mismo había levantado.
La conversación se había animado cuando Emiliano, incapaz de controlar el torbellino de celos y molestias que bullía en su interior, decidió dar siempre su opinión aunque no de la manera más amable.
—Vaya, Mateo, no sabía que además de buen conversador tenías talento para el entretenimiento de fiestas. ¿Te dedicas a alegrar cualquier reunión a donde vas? —comentó Emiliano, con un tono que no lograba disfrazar el sarcasmo, al ver cómo con cada cosa que Mateo decía, Lucy no paraba de soltar carcajadas. Y es que Mateo se consideraba muy carismático.
Lucy, miró a Emiliano, enarcó una ceja, captando al instante la tensión oculta en sus palabras. Observó la escena que se desarrollaba ante ella, tratando de descifrar el motivo real detrás de aquel comportamiento.
Mateo, tomándose los comentarios de Emiliano con buen humor, se rió ligeramente. —Hago lo que puedo. Pero tengo que admitir que es fácil cuando tienes una audiencia tan encantadora — respondió, lanzándole una mirada amistosa a Lucy.
Lucy apretó los labios, intentando disimular una sonrisa ante la inesperada interacción. Era claro que Emiliano estaba incómodo, pero la situación tenía un tinte casi cómico.
Emiliano sintió la mirada de Lucy sobre él, y aunque su intención era mostrarse tranquilo y seguro, sus ojos delataban una mezcla de emociones. Al encontrar la mirada de ella, hubo un momento de conexión silenciosa, repleto de cosas no dichas.
Decidió suavizar el ambiente, aunque no sin mantener su presencia. —Bueno, al menos sabemos que las fiestas de mi madre nunca son aburridas con ustedes alrededor —dijo, tratando de restarle importancia a su propio comportamiento.
Lucy observaba cómo los dos hombres intentaban mantener la conversación flotando por terrenos seguros. Sin embargo, no podía evitar sentir cierta diversión al ver cómo Emiliano lidiaba con su propia incertidumbre. Mientras la tarde avanzaba, se prometió a sí misma que en algún momento tendría que hablar con Emiliano sobre lo que realmente estaba pasando, pero por ahora, decidió disfrutar del momento con la esperanza de que Emiliano también lo haría.
—Bueno, me disculpo, fue encantador verte Lucia, te estaré llamando, tengo algo importante que tratar contigo —le dijo Mateo a Lucy antes de alejarse.
—Por supuesto Mateo, esperaré ansiosa tu llamada —dijo ella en tono divertido.
—Chao —le dijo Mateo con su encantador acento italiano. Lucy sonrió embobada por dónde él se había marchado.
Emiliano, incómodo ante la escena que acababa de presenciar, no pudo evitar chasquear los dedos frente al rostro de Lucy, despertándola de ese trance embelesado.
—¿Hola? Tierra llamando a Lucy — dijo Emiliano en tono medio divertido, medio molesto, tratando de disimular su incomodidad con un toque de humor.
Lucy parpadeó, volviendo al momento presente, y lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión. —¿Qué pasa, Emiliano? Estaba simplemente apreciando la belleza del idioma italiano — respondió, sabiendo muy bien que su respuesta solo añadiría combustible al fuego de sus celos.
—Claro, claro, el idioma. No me quedó ninguna duda de eso — replicó Emiliano, intentando parecer despreocupado mientras sus ojos se fijaban en cualquier cosa menos en Lucy.
Lucy, disfrutando la interacción, dio un paso más cerca de Emiliano, su sonrisa divertida desdibujada en una expresión un poco más seria. —Señor Carson ¿estás bien? Parece un poco tenso —comentó con un tono de picardía.
Emiliano suspiró, manteniendo su fachada pero sabiendo que Lucy lo podía leer con facilidad. —Sólo estaba asegurándome de que no olvidaras que aún estoy aquí — respondió, intentando suavizar el ambiente.
Lucy sonrió con calidez, reconociendo que bajo esa coraza que Emiliano intentaba proyectar, había sentimientos más profundos que ambos evitaban abordar directamente. —Eso nunca lo haría —dijo y llevó su copa de margaritas a sus labios.
—Y usted no se olvide de cuidar las apariencias —le dijo Lucy como su publicista de imagen.
—Reír con esa rubia de tetas grandes y mostrar tu ego de macho mujeriego frente a todas estas personas influyentes, no trae ningún beneficio —dijo Lucy enarcando una ceja.
Emiliano se acercó a ella acortando toda distancia.
—¿celosa, señorita Martinez? —bromeó mientras ella rodaba los ojos exasperada alejándose de él.
—Hago mi trabajo, señor Carson, para eso me paga.
Emiliano rió suavemente ante el comentario de Lucy. La cercanía había dejado el ambiente cargado de una tensión que ambos conocían bien.
—Bueno, señorita Martínez, aprecio que cuide mi imagen. Aunque a veces necesito un recordatorio de por qué me conviene mantener a raya mi ‘ego de macho mujeriego —respondió Emiliano con una sonrisa juguetona, intentando aligerar la conversación mientras se mantenía cerca.
Lucy, sin perder su compostura profesional, le devolvió la mirada con firmeza pero con un destello de diversión en sus ojos. —Para eso estoy aquí, señor Carson, para mantenerlo dentro de los límites del decorum. Y créeme, no dejaré que se me escape ningún detalle. Con permiso, siga disfrutando de la fiesta —dijo ella pasando a su lado, volviendo a dejarlo solo. Pero el corazón de Lucy latía tan fuerte que ni ella misma entendía porque.