Me fue difícil seguirle el paso a Cinthia dado que me arrastro con un ritmo de urgencia que me tuvo yendo a tropezones. Me sentía débil al ser arrojada al probador. Mis manos hormigueaban y a veces sentía que mi vista se desenfocaba. El poco aire en el espacio reducido no ayudaba en lo absoluto.
- ¿Te falta mucho?
Mis brazos con sensación de gelatina cayeron a los costados de mi cuerpo. ¿Qué es lo qué estoy haciendo? ¿Lo explicó y no lo registré en mi cabeza?
- ¿Qué es todo esto? -repasé el probador abarrotado de prendas, confundida.
La escuché exhalar desde afuera.
- ¿No te gusta nada?
La pregunta vino acompañada del sonido de su tacon golpeando el suelo, lo que era prueba de su apuro. Aunque no requería mucho para darme cuenta de que sucedía algo porque lo tenía escrito en rojo y mayusculas en su frente. Abrí la puerta del probador de un tirón, sosteniendo la camisa a medio poner con mi mano. Estuve alrededor de quince minutos descifrando las prendas que arrojó hacia mí, urgiendo que debia probarmelas y escoger una. Todas las prendas eran extravagantes, por no decir exageradas. Demasiado ostentosas. En lo absoluto mi estilo.
Al plantarme frente a ella dispuesta a recibir una explicación a su semblante visiblemente preocupado, ella se hizo para atrás y trató de sonreír. A pesar de su intento, la comisura de sus labios cayó y ella se cruzó de brazos.
- ¿Qué? -pretendió que nada ocurría.
Imite su postura de brazos cruzados.
- No me voy a probar ninguna de estas prendas hasta que no me digas que es lo que ocurre. -sentencie.
Cinthia alzó la barbilla en desafío.
- ¿Donde estuviste toda la mañana?
- Ocupada.
- ¿Haciendo que cosa?
Resople.
- Cosas que no debo decirte. ¿Acaso tengo que elaborar un itinerario?
Se vio insatisfecha.
- Tú me dices que estabas haciendo, y yo te digo que ocurre.
Arquee la ceja.
- ¿Volviste a ser amiga de Amanda? -arremeti.
Su boca se abrió y se cerró. Apartó la vista un momento para pensar que decir.
- Ella se contactó conmigo hace unos dos años y retomamos la amistad. -explicó vagamente.
Suspiré.
- ¿Honestame crees que vale la pena tener una amistad con alguien como ella? -cuestioné.
- Ya no tiene esos hábitos. -se apresuró a decir.
- ¿El hábito de hacer fechorías e inculparte?
No le permitiría aligerar los hechos. Recordaba muy bien los actos que Amanda cometió y las repercusiones que Cinthia tuvo que afrontar al ser su amiga más cercana. Causar una reacción alérgica que casi mató a una de sus compañeras en la secundaria, golpear hasta la inconsciencia a niñas de grados menores, hurto de una grandisima cantidad de dinero a sus padres, conducción bajo la influencia de alcohol que resultó en una coalición. Era una lista larga. Ridículamente extensa. Infinita me atrevería a decir. Y esta se encontraba llena de fechorías que sabía, por propia confesión de Amanda, no se arrepentía.
Era conocida en la escuela y la universidad, pero no por las razones comunes o por las que se esperaría de alguien que provenía de una familia tan bien posicionada. Todos sabían, o al menos quienes se movían en el círculo de sus conocidos, que padecía cleptomania y mitomania. Nadie la quería cerca o quería ser visto con ella, por lo que siempre era irremediablemente apartada. Sus padres no tuvieron otra opción que enviarla lejos en su primer año de la universidad, y para ese entonces, nuestros padres le exigieron a Cinthia alejarse definitivamente de ella.
- Sabés que era involuntario. No podía evitarlo. -la defendió.
Si ella no podia evitarlo, yo tampoco pude evitar poner los ojos en blanco.
- Trabaja en una joyería ahora. Aunque eso debes saberlo ya que eres amiga de ella.
Probablemente la joyería pertenecía a sus padres. En el medio de mi propio nerviosismo no pude comprobarlo, pero era lo más lógico de acuerdo a su circunstancias. Ninguna otra persona le daría empleo. Me atrevía a decir que sus padres la tenían en ese lugar para controlar posibles daños. Era más fácil cubrir los errores cuando no había otras personas involucradas.
- ¿Para eso saliste esta mañana? ¿Saliste de compras? -dedujo.
- Salí a dar un paseo, nada más. -mentí.
Ahora que veía mejor el panorama, ¿realmente fue buena idea dejar el regalo de bodas a su cargo?
- ¿Por qué no me respondías?
- No escuché mi celular. Me distraje viendo los almacenes y demás tiendas.
Cinthia casi me mató con los ojos.
- No sabes lo nerviosa que me puse.
- Ya estoy aquí, no me iré a ningún lado.
- ¿Segura?
- Si, no me iré hasta que todo esto termine.
Se acercó un poco.
- ¿Lo prometes?