El aire atascado en el centro de mi garganta me recordó que debía respirar. La respiración automatizada se hizo conflictivamente mecánica. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. Llena tus pulmones de aire. No desfallezcas. Observa lo que tienes delante de ti. Mi corazón iba a un ritmo galopante. Tenía escozor en mis ojos desorbitados. Mi anatomía entera estaba estática. Los engranajes en el tope de mi cabeza se atascaron entre sí dejándome sin pensamientos racionales. Haz algo. ¿Que? ¿Que hago? Algo. Cualquier cosa. ¡Algo ya! Una mera planicie de nada más que desorientación constituia mi mente. Vacío. Parpadea. Registra. Comprueba. No existía duda. No podia cuestionar mi propia vision. Perdí el control de mi respiración otra vez oyendome ahogada. Las entrañas se me retorcian, anudandose entre sí. El agarre de mis manos sudorosas cedió de los pomos que se sentían como hielo seco contra mi piel hirviendo. La tela suave del vestido, con las que mis brazos chocaron al caer inerte a mis costados, me azotó con la realización del lugar en el que me encontraba. Lo que veía. Lo que estaba presenciando.
Andy y Amanda compartían besos apasionados qué desprendian más que chispas de complicidad o malintención. El deseo más puro los envolvía en una burbuja aislante, que no los hacía consciente del par de ojos filosos que los veía a través de la rendija de la puerta. Mis ojos filosos. No se molestaron en cerrar bien. No les preocupaba ser atrapados. Se sentían seguros. Confiados. Andy guió el cuerpo de Amanda para recostarla sobre la larga mesa y poder tener mejor acceso a ella y lo que se escondía bajo el largo vestido de ella. Sin separarse el uno del otro, Andy la puso en el borde de la mesa y la poseyó en el sitio tanto con besos desenfrenados como manos aventuradas que tocaban con basta confianza los centímetros de los lugares más privados de Amanda. Ella se encorvaba gustosa de darle acceso. Lo instaba con suaves jadeos cuando le daba las atenciones qué requería. Le pedía en silenciosas súplicas de amantes que le diera todo lo que podía.
La garganta se me seco al oír el tintineo de una correa. Andy desabrochaba torpemente su pantalón mientras que Amanda se meneaba para librarse lo suficiente de la ropa interior casi desesperada por volver a ser el blanco de sus toqueteos. Mis manos fueron hacia los pomos de la puerta nuevamente pero ¿para que? ¿detenerlos?
Amanda se lamio los labios con sus ojos en... aparté la mirada hacia el suelo incapaz de continuar. La bilis me rasgo la traquea dejando un rastro de ardor. Me preparé para retroceder teniendo suficiente. Organicé mis ideas a duras penas. Volver a la fiesta. La punta de mi pie descansó en el suelo como base del paso que me sacaria definitivamente. Ver a Cinthia a la cara y escoger lo que hacía consecuentemente con lo que tendría grabado hasta que echaran la última pala de tierra por sobre mí ataúd. Mi talon bajo, poniéndome sobre la planta del pie. El otro pie, sin embargo, no se movió. Renuente. Enfrentalos. Acaba con esto de una vez por todas. Dale fin.
- ¿Se ha perdido, señorita?
Me desestabilice completamente al ser atrapada y no tuve opción. Mis manos quisieron sujetarse de los pomos para proporcionarme auxilio, pero su condición irremediablemente sudorosa y temblorosa las hizo resbalar. En lugar de sujetarme, empujé. Empujé las puertas abiertas de par en par. No caí puesto que el mozo se aseguró de socorrerme a tiempo. Los cuatro involucrados farfullamos.
Amanda tenía una pierna suspendida en el aire y el vestido a la cadera. Andy se hallaba preso con los pantalones y calzones a los talones. El horror desfiguro sus facciones. Si es que así se sentían ellos, no podía imaginarme lo que se vislumbraba en mi rostro. Horror sería un eufemismo. Yo me sentía...
- ¡Son unos hijos de puta, malnacidos, asquerosos cerdos! -ladre fuera de mi misma. Incluso llegue a escupir por la fuerza con la que las palabras salieron de entre mis labios para insertarse en ellos como dagas. No pudo valerme menos. Tampoco pude reconocer mi voz. El cólera me dominó de una forma abrumadora. Mi torrente sanguíneo lo llevo a los extremos de mi cuerpo sin que pudiera detenerme a utilizar la racionalidad. Yo me sentía hastiada. Contenida en una fachada que ya no quería portar más- ¡Esto se acaba en este momento!
- Yena, escúchame. Esto no es lo que tú piensas.-Andy batalló para subirse los pantalones saliendo de su ensimismamiento. Amanda se apresuró a cubrirse, mortificada. Asustada. El vestido, como si estuviera de mi lado, se las puso dificil para volver a su lugar. Los dos eran un desastre. Cabellos revueltos. Pintura de labios por todos lados. Ropas arrugadas- Hablemos. Puedo explicarlo.
Apreté los dientes tanto que juré oírlos tronar. El mozo puso distancia de la situación cuando me sacudi su agarre. Ya no queria contenciones. No iria sobre cascaras de huevo. Una nueva resolución me albergo. Explicaciones. Dudas. Razones. Motivos. ¿Y eso... que valor tenia ahora?
- Te vas a ir muy directo a la mierda, Andy. Eres una basura. Una jodida escoria. -expulse entre dientes. Andy se aferró a su camisa hecha nada, estupefacto- ¿Una explicación tuya? ¡No me importa más que el sucio de la suela de mis zapatos! Esta vez en serio no te lo dejaré pasar. No te permitiré casar con mi hermana, ¡nunca!
La exclamacion final los removió a los dos justo de la manera en la que quería. Delante de mí se deshicieron como polvillo. Sabían que no tendrían escapatoria. Eche a andar sin reparar en el par un minuto más. El mozo quiso hablar pero midió la situación tan bien como para pegarse a la pared y darme lugar para seguir sin meterse en mi camino.