Un cordero extraviado fue encontrado por una mujer de bajos recursos. Ella lo llevó a su pequeño establo y prometió cuidarlo. Al cabo de un año una atroz ventisca azotó a toda la comarca. La mujer pasó por alto la promesa que le había hecho al cordero y procedió a trasquilar toda su lana para usarla como abrigo ante la tempestad. El gélido frío se acrecentó gradualmente por la noche. Al siguiente día la ventisca cesó. Por la tarde la mujer se encaminó hacia el establo y encontró al cordero tendido sobre el suelo; estaba muerto.