El amanecer trajo una calma falsa.
Clara despertó con una presión en el pecho, como si durante la noche hubiese estado conteniendo un grito. Eden dormía aún, en el sillón de la librería, con la partitura enredada entre los dedos. A su lado, el violín descansaba, pero una de sus cuerdas vibraba levemente… sin que nadie la tocara.
Fue entonces cuando lo sintió: Un eco.
Una frase repetida en su mente. Un susurro que no le pertenecía.
“Donde la melodía se rompe… algo intenta entrar.”
Clara se levantó, cruzó la estancia y tomó el cuaderno que había encontrado detrás del cuadro la noche anterior. Lo abrió con cautela. Las páginas estaban llenas de símbolos antiguos, mezclados con pentagramas, anotaciones en latín, y fragmentos de partituras.
En una esquina, en letra temblorosa, leyó:
“Los portadores del eco no nacen. Despiertan.” “Solo ellos pueden oír lo que duerme debajo del Vieux Carré.”
Sintió un escalofrío.
Al mirar a Eden, comprendió: Ella también lo escuchaba.
Horas más tarde, ambas caminaban por el Barrio Francés. El cielo estaba gris, pero la ciudad parecía más viva que nunca. Un niño tocaba una armónica desafinada. Una anciana tarareaba una melodía conocida… demasiado conocida. Era la misma canción de la partitura.
—¿La escuchas? —dijo Eden en voz baja.
—No. La reconozco —respondió Clara—. Pero nunca la he escuchado completa. Como si alguien hubiese arrancado el final.
—Anoche soñé con un nombre —dijo Eden—. Thorne.
Clara se detuvo.
—¿Liam?
Eden negó con la cabeza.
—No. Otro. Pero con los mismos ojos.
Esa noche, Clara volvió a ver a Liam. Tocaba en la misma esquina, pero esta vez, cuando la vio, dejó de tocar. Se acercó lentamente.
—¿Quién es ella? —preguntó, sin rodeos.
—¿Eden? No estoy segura. Pero parece… conectada a ti. A nosotros.
Liam cerró los ojos.
—Estoy empezando a escuchar canciones que no conozco. A soñar con manos que no son mías… componiendo.
Clara sintió que algo se abría entre ellos. Una rendija de recuerdo.
—Quizás no lo perdiste todo, Liam. Quizás… hay algo que aún queda.
Él levantó la mirada. En sus ojos, por un instante, brilló la verdad.
—Soñé contigo anoche. Y desperté llorando.
Clara tragó saliva.
—¿Por qué?
—Porque en el sueño… te ibas. Y yo no podía detenerte.
Ella dio un paso hacia él. Quería abrazarlo, decirle que aún estaba allí. Pero antes de que pudiera hacerlo, una figura apareció entre ellos.
Andrew.
—Tenemos que hablar —dijo, con una mirada cansada, más sabia.
—¿Tú también recuerdas? —preguntó Clara.
Andrew asintió.
—No todo. Pero lo suficiente. Y sé esto: no rompimos el ciclo, solo lo desplazamos. Hay algo más antiguo que los juramentos. Algo… que quiere corregir lo que hicimos mal.
Liam lo miró con desconfianza.
—¿Y tú qué sabes?
Andrew extendió una carta. El sobre llevaba el mismo símbolo que Clara había visto en el cuaderno.
Una llave dibujada dentro de una nota musical.
—La encontré entre las cosas de mi abuela. Junto a un mapa. Y una advertencia.
Clara leyó el reverso de la carta.
“Donde el eco nace, el silencio muere.” “Busquen el Corazón del Vieux Carré.”
Eden, que había llegado silenciosamente detrás de ellos, susurró:
—Yo… sé dónde está.
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Editado: 11.07.2025