A Las Flores Les Gusta El Silencio

C U A T R O

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≪❈ E N E R O ❈≫

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Alice estaba sentada, observando el plato de comida frente a ella, con unas ganas de vomitar horribles mientras escuchaba como su hermano le gritaba al teléfono. Se veía tan enojado que no hablo, desde que perdió a su hija se sentía atónita, era como darse un golpe muy fuerte y girar para todos lados sintiendo el mundo moverse más lento. Últimamente, era como ser un mueble más de la casa, solo su hermano la notaba y trataba de hablar con ella, aunque era Martina la que estaba todo el día ahí, solo sentía a su hermano rondar. Lloraba por no poder reconocerse, eso le dolía.

Sentía constantemente que su cuerpo no le pertenecía, quizá era un efecto segundario de los medicamentos o quizá era eso en lo que se convirtió, muchas veces, a lo largo de su vida se sintió irrelevante, como si todo importara menos ella y ahora incluso ella misma se veía de esa manera.

Su hermano le dio un beso en la frente, él también estaba preocupado por su estado, pero todo era mejor cuando fingía que estaba lo mejor posible, según su doctor, si veía que todo se movía, ella no tardaría mucho en hacerlo también.

Estaba estresado, aunque trataba de ocultarlo, esa conexión de hermanos era inevitable, fue Alice quien prefirió ignorarlo. Eliot, constantemente se preguntaba que pensaba su hermana, aunque últimamente creía que posiblemente era arrepentimiento y desprecio por él, por ella, por su exesposa, por el padre de su hija, por todos. Simplemente, Eliot sabía lo que Alice no lograba descifrar que pasaba. Odiar era un sentimiento recurrente cuando era niña y volver a sentirlo era extraño, era desconocido después de tanto. Pero no lo odiaba, ella jamás sería capaz de odiar a su hermano menor; a quien realmente odiaba era a sí misma por permitir que algo así pasara.

La dejó acostada, sabía que Martina estaba en la cocina preparando todo para quedarse todo el día, al menos lo que tardara en el trabajo y solucionando el problema de la clínica, porque definitivamente eso sería lo primero que haría, su mejor amigo le había dicho una y mil veces que era una mala idea, un desperdicio de dinero y una estupidez. Pero a Eliot no le importaba el dinero, podía derrocharlo si quería y si su hermana estuviera en todas sus facultades mentales estaría decepcionada. Pero justo en ese momento no le importaba que se volviera loca después.

Subió a su auto, en cuanto se puso el cinturón marco al número de su amigo, lo dejo sobre su porta vasos rotos que había usado como trípode hasta el momento.

—Bájale un poco princesa —dijo en cuanto contesto—, hola, ¿qué paso, cómo estás?

—El mundo me está enloqueciendo y conspirando en mi contra.

—¿Por qué lo dices? —en la pantalla, dejo de aparecer el techo y vio al rubio al otro lado, con unas ojeras enormes y algo que parecía ser una mascarilla verde y mohosa color verde.

—¿Qué te paso?

—Sky, está de viaje —Movió el celular, no solo él estaba hecho un caos, su casa estaba hecha un caos—, es la única forma de distraerlas, ¡dejar que me torturen! —grito, escucho las risas de sus hijas.

—Lo de la clínica, no funciono —confeso.

—No me digas, ¿cómo sigue Alice? —Eliot se encogió de hombros.

—No funciono —repitió.

—Te dije que era mala idea, Eliot —ambos se quedaron unos segundos en silencio.

—Embarazaron a otra, no a la que contrate —se miraron, miraron la pantalla y el rubio soltó una risa. Como si le hubieran contado un chiste y no una tragedia. Solo comenzó a reírse y Eliot espero que se calmara.

Encendió el auto, comenzando a conducir hasta el hospital. No tuvo que preocuparse por hablar mientras conducía porque seguía riéndose, cada que parecía calmarse, un ataque de risa lo invadía mientras le contaba a su hija lo que estaba pasando, aunque sabía que la niña no lo entendía y la otra no lo escuchaba.

La parte de su cabeza que se conocía sabía que, como mucho, solo amenazaría con una demanda y no pasaría de ahí. Ya le había pagado mucho dinero a la mujer con la que había alquilado el vientre y para ser honesto pensó que no la vería hasta dentro de nueve meses. No era capaz de reclamarle, así que, solo pensó en ver a la chica que inseminaron erróneamente y en ver como lograría convencerla.

—Eliot, ¿qué harás ahora?

—Hablar con la chica y convencerla —corto la llamada antes de escuchar el discurso de que estaba mal, no debería hacerlo y exactamente lo que no paro de decirle desde que se le ocurrió la idea.

Cuando puso un pie en el hospital el guardia se puso tenso, las enfermeras se habían encargado de regar el chisme por todo el hospital y además era una clínica muy pequeña, a pesar de lo prestigiosa que era y la cantidad de personas que acudían a ese lugar, la conoció por la hermana mayor de su amigo así que confió completamente.

—Señor Miller —saludo el doctor cuando abrió la puerta de su oficina, tomo asiento frente al tipo y ninguno de los dos hablo mucho más, la cita era a las nueve en punto.

El hospital tenía un silencio horrible, tanto que cuando escucho las pisadas por el pasillo su pierna comenzó a temblar.

Y entonces, la puerta se abrió, casi sonrió al ver la chica rubia del otro día entrar hecha una furia hasta que entendió, sintió como si le hubieran lazado agua con hielo.

—Voy a hundir este maldito hospital —Amenazo la chica, su pecho no dejaba de subir y bajar, quizá venía corriendo o quizá estaba reteniendo las ganas de golpear al doctor—, exijo un aborto ahora mismo.

—Señora Ramírez, eso es...

—¿Es ilegal un aborto, pero no una inseminación sin mi consentimiento?, cuando venía a una cosa completamente diferente, por un pago mediocre y una atención aún peor —Eliot abrió mucho los ojos, cuando la vio hace unas semanas en el ascensor, juro que lucía como la persona más educada de la tierra.




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