A Letras De Ti

CAPÍTULO 11.5

CAPÍTULO 11.5

MIÉRCOLES EN LA TARDE

NARRADOR OMNISCIENTE

La tarde pasaba y en el palacio había silencio y confusión para Andreus, quien aún estaba sorprendido por las palabras de Itzel, pero no dejaba de sonreír como un tonto al recordarlo.

Y aunque todo parecía ir bien en el palacio, habían tres personas que tenían un plan en mente para que Andreus dejase de sonreír así por Itzel.

Solo tengo por deciros que tenéis que aprovechar la cercanía entre ellos, no puedo permitir que pasen a algo más.

— Claro, pero como podríamos intentar esto.

— Pues Andreus a fin de cuentas es el príncipe, avisemos a la prensa que está en ese instituto; así no se acercará a ella para evitar problemas en la prensa
— Tienes razón, ese es un buen punto, pero conozco a ese tipo. Sé que no le importará mucho eso.

— Si le importará, creedme, él no permite que digan nada de esa mujer.

— Pues tal vez le importe, pero no creo que tanto como para no permitir que salga en alguna foto.

— Joder, por qué no en esas carreras que hace en la moto, ella también lo hace, tal vez si se entera esto cambie su perspectiva hacia él.

— Solo digo que si las cosas no empeoran, tendré que tomar una medida más extrema.

— Podríamos sedarla, ella estaría tranquila y se dejaría hacer algo, podríamos hacerla besar con alguien y que él los vea, esto si le dolería.

Los otros dos asintieron, todos de acuerdo con estos planes.

— Eso solo estará en nuestro último alcance, por ahora comencemos con la prensa.

— Ya estaré avisando a la prensa sobre esto, haré llegar el rumor.
La charla entre ellos terminó, pero no con esto sus planes, pues todos seguían pensando en maneras de como alejarlos y hacer que incluso se aborrezcan, sin importarles ni un poco el dolor que pasarían.

ITZEL ARTEAGA

— ¿Qué quieres venir a mi casa?— Indagué con una sonrisa mientras Andreus escuchaba al otro lado de la pantalla.

— Sí, eso dije, te quiero visitar, además, te puedo explicar el trabajo de matemáticas, porque pareció que no lo entendiste ni un poco— se echó a reír.

— No empieces. — no puedo evitarlo, sonrío a la mínima palabra que él dice…— Anota mi dirección, más te vale llegan antes para que me ayudes a preparar mi café.— Voy a molestarle también, sé perfectamente que detesta ese olor.

— Oh vamos, no me hagas eso, cerecita.

— Me lo pensaré, tal vez me apiade de ti y no lo haga.

— ¿Te apiadarás de mí como si fueses una diosa o algo por el estilo?— sonreí.

— Sí, así mismo.

— Pues entonces me sentiré halagado de que una diosa tan preciosa se apiade de mí.

Mis mejillas ardieron

— Te voy a terminar colgando y te quedarás sin mi dirección.

— Bien, bien, como digas, ya no te molesto más, cerecita.

No sé cómo ni por qué terminé dándole mi dirección al príncipe de Francia, pero la idea de tenerlo aquí no me desagradaba en lo absoluto, al contrario, me agradaba.

Solo fue cuestión de algunos minutos para que timbrasen a mi puerta, estaba algo lejos de ella, por lo que la abrí por un botón y sentí mi corazón acelerarse un poco al saber que él ya estaba.

— ¿Dónde estás?— La voz de Andreus hizo que un escalofrío recorriera mi columna.

— Estoy aquí, en la cocina.

Andreus caminó con confianza, como si conociera mi casa de memoria, y llegó a la cocina, sonriendo al verme.

— Hola… — dije con algo de vergüenza al ver lo formal que venía; aunque siempre está formal, no hay que engañarnos.

— Te ves linda hasta con las prendas más simples, ¿lo sabías? — sonreí por inercia al oír sus palabras.
— No, no lo sabía…

— Pues me alegro de ser quien te lo haga saber.

Entonces sacó de su mochila algo, y antes de mostrármelo habló

— Te quería traer algo más, pero no sabía si te gustaría o no…

Entonces sacó una linda barra de chocolate blanco, que tardé muy poco en darme cuenta de que me trajo un chocolate que nunca llegaría a probar de lo caro que era.

— Andreus…

— Es para ti, sé que no es la gran cosa, pero prometo la próxima vez traer mucho más… — Esperen, acaso el también se sentía… ¿Avergonzado?

Tomé el chocolate y sonreí, entonces uno de esos imparables impulsos llegó a mi mente y no pude evitarlo, claro que lo hice.

Me acerqué un poco más a él— ¿por qué es tan alto? y me puse de puntillas para dejarle un beso en su mejilla.

— Gracias, con esto es más que suficiente, mimado…

Andreus se quedó viéndome, sus mejillas se enrojecieron un poco debido a mi beso; realmente no puedo creer que antes quería hacerle la vida imposible a este chico…

— Itzel…

— ¿Sí?
— ¿Por qué me besaste…? — me puse algo nerviosa, ¿le molestó esto?
— Porque quería…— Respondí, aunque fui totalmente sincera.

— No me dejaste terminar mi pregunta, cerecita.

— Lo siento, ¿qué ibas a preguntar?
— Quería saber por qué besaste mi mejilla y no mis labios.— Lo sabía, joder.

Mis mejillas ardieron y lo empujé suavemente

— No lo iba a hacer. — Dije algo avergonzada, o nerviosa, no lo sé…
— Bueno, lo digo porque te queda mucho más cerca.

— Te quedaría más fácil a ti darme un beso que a mí.— Bromeé, pero Andreus pareció no tomarlo de broma.

— ¿Eso crees?— pronunció, y yo, como ya era costumbre, me puse nerviosa.

— Sí, eso creo.
— Pues solo quedaría comprobarlo. — Asentí antes de caer en cuenta de lo que iba a comprobar. No, no, no; no lo puedo dejar en este momento, no pienso quedarme sin mi explicación de matemáticas, pero tampoco quiero quedarme sin su beso.

— Espera— Él paró de inmediato— Me enseñarás matemáticas luego, ¿verdad?— Asintió—. De acuerdo…

Andreus se agachó un poco hasta estar a mi altura y tomó mi mejilla con suavidad, no había nada ni nadie que parara a Andreus cuando tenía algo en mente, pero yo sentía que me iba a morir solo con ver como miraba mis labios. ¿Cómo un chico puede ser tan dulce y a la vez tan jodidamente sexy sin saberlo?



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En el texto hay: humor, romace, romance drama

Editado: 23.03.2025

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