A love in the mountains

Capitulo 5.

JEKA.

El primer día que lo vi, parecía un hombre perdido en una tierra que no era suya. Aun así, no se comportaba como los demás extranjeros. No hablaba con superioridad, no intentaba imponer su conocimiento, solo observaba con una calma difícil de descifrar.

Mi gente no confiaba en él. Tampoco el jefe. Pero algo en su manera de moverse, en su forma de escuchar antes de hablar, me hizo querer entenderlo. Me acerqué poco a poco, primero con preguntas pequeñas, luego con curiosidad real.

Él nunca me apartó.

Me enseñó cosas que no sabía que podían explicarse: la relación entre los ciclos de la luna y la salud del cuerpo, la manera en que las heridas pueden cerrarse mejor con paciencia y precisión. Aprendí a leer con sus libros, a descifrar mapas que nunca había visto, a analizar detalles que antes ignoraba.

Se convirtió en alguien a quien admiraba. No porque pareciera un hombre sabio, sino porque nunca hizo de su conocimiento una barrera entre nosotros.

Hasta ese día.

La cabaña sigue ahí, silenciosa, inmóvil, como si el tiempo dentro de ella se hubiera congelado. Antes, podía entrar sin pensarlo, con la certeza de que siempre habría algo por hacer, algo que él necesitaría de mí. Pero ahora, la puerta se ha convertido en un muro, en una barrera que no sé cómo atravesar.

Lo veo menos. Lo escucho aún menos. Cuando sale, sus pasos son cortos, medidos, como si estuviera esquivándome sin decirlo. Me pregunto si de verdad es así, si tal vez todo es producto de mi imaginación, pero la puerta sigue cerrada, y él sigue distante. No hay señales de que vaya a cambiar.

Pero la distancia que impone me afecta más de lo que debería. No lo admitiré en voz alta, ni siquiera para mí misma, pero es cierto. Me he quedado esperando, buscando algún indicio de que las cosas volverán a ser como antes, de que abrirá la puerta, de que explicará por qué todo cambió.

Hasta ahora, no ha pasado.

Mi mejor amiga me observa mientras recojo los últimos haces de trigo. Su mirada es astuta, como si viera algo en mí que yo intento ignorar.

—¿Está todo bien con el colonizador? —pregunta, con un tono que pretende ser casual pero no lo es.

—El Dr. Patrick ha estado ocupado con una nueva especie —respondo sin pensar demasiado, excusándolo, justificando la distancia que nos separa.

Ella inclina la cabeza, claramente poco convencida.

—¿Segura? Últimamente ni te acerca. Antes no pasaba ni un día sin que fueras a verlo.

No respondo. Solo termino mi tarea, sintiendo su mirada aún sobre mí. Me despido con un gesto breve y me dirijo al río.

El agua está fría cuando la vierto sobre mi piel, pero es agradable. La suciedad del día se desprende, y por un momento me concentro en las gotas cayendo en la tierra. Cuando termino, me alisto rápidamente. Esta vez, cuando vaya a verlo, quizá sí me necesite.

Cruzo el campamento con pasos decididos, aunque mi interior se siente menos seguro. Cuando llego, la luz aún brilla detrás de la ventana, una señal de que sigue despierto. Me detengo frente a la puerta, respirando hondo, y finalmente golpeo.

Silencio.

Intento de nuevo, un poco más firme.

Se escuchan papeles moviéndose dentro. Luego pasos. Unos segundos después, la puerta se abre apenas, y Patrick aparece con el gesto cansado, los ojos entrecerrados como si estuviera decidiendo si dejarme entrar.

—Jeka. —Dice mi nombre sin emoción, pero tampoco con frialdad. Solo una afirmación, un reconocimiento de que estoy aquí.

—Pensé que quizá necesitarías ayuda. —Mi voz es más insegura de lo que pretendía.

Él exhala, pasándose una mano por el rostro. No me deja entrar, pero tampoco cierra la puerta.

—No hoy.

—Últimamente nunca necesitas ayuda.

Patrick desvía la mirada un instante antes de volver a enfocarla en mí.

—He estado ocupado.

La misma excusa que yo usé antes con mi amiga. Pero en su voz hay algo más, un peso que no puedo identificar.

—¿Eso es todo?

Él parece a punto de responder, pero se detiene. Y ahí lo veo: la duda, el conflicto en sus ojos, como si hubiera algo más que no quiere decir.

Pero finalmente, solo sacude la cabeza.

—Descansa, Jeka. Es tarde.

La puerta se cierra suavemente, dejándome afuera.

Me quedo un segundo más, observando la madera oscura frente a mí, sintiendo el peso de sus palabras en mi pecho. Luego, sin decir nada, me doy la vuelta.

Tal vez mañana. Tal vez entonces sí me necesite.

¡Hola! No soy de las que deja nota al final de los capítulos, pero me gustaría saber que opinan sobre la historia hasta ahora. De ante mano, les agradezco por darle la oportunidad a este nuevo libro, por tomarse un tiempo para leerlo :) Espero pronto leerlo en comentarios.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.