A Pesar De La Heridas || H.S

CAPITULO 23

Solo tengo algo que decir.

Estoy emputada.

Como por cosas de la vida, hoy amanecí con gripa, no hay nada más que yo odie en esta vida, que enfermarme, juro que prefiero enfermarme de cualquier cosa, pero menos, de la p*ta gripa, yo simplemente la detesto, me emputa de sobremanera no poder sentirle sabor a la comida; de la rabia por no sentir el sabor, pues no como, pero me da tanta hambre, que como emputada.

Mamá ya me dio medicamentos y aún sigo igual.

–¡Mamá, aun no se me pasa la gripa! –grito para que me escuche, estoy recostada en el mueble porque si me siento, se me escurren los mocos, lo sé, es asqueroso, pero para desagrado de muchos, es algo que pasa.

–Por Dios bebé, deja tu drama, te di el remedio hace diez minutos –no me pueden juzgar por esto, justo hoy es día de comer en familia y mamá va a preparar su plato estrella, mi delirio más grande en todo el mundo, el Ajiaco, y ¿Adivinen quien no va a saborearlo? Así es señores, este pechito –. Alístate que Gellert, debe llevarte a las vacunas para el próximo filtro.

No sé qué estaré pagando en esta vida.

¿Hay algo peor que tener gripa? ¡Si! ¡Demonios sí! Las malditas inyecciones, más que la misma gripa, siento que esas malditas me tocan hasta los huesos y lo peor es que son ¡siete malditas inyecciones! Mejor llévame yisus.

–Mamá, moriré joven –la burla en su rostro es notable y cuanta maldad cabe en el cuerpo de esa mujer.

–No te me acerques mucho, no quiero enfermarme.

–¿Tu realmente tienes corazón? –mi rostro de indignación la tiene conteniendo una risa grande.

–Si no tuviera corazón, no te amaría de la forma en la que lo hago –ha recorrido el espacio hasta ponerse a mi lado y jalar mi cachete –¿Quién es lo más lindo? –lo dice con esa vocecita chillona que usan para hablarle a los bebés, cuando no hay nadie, le sigo el juego, pero cuando lo hace en frente de la gente me pongo como un tomate. Y como no hay nadie, ¿Adivinen quien está hablando como bebé?

            Toma tu premio, así es.

            Esta ternura con mal carácter.

–Me escapare, no pienso ir a que me chucen –no me pongo a chillar, porque las niñas grandes no lloran, pero estoy enferma y esa mirada que me da, es la que provoca que quiera llorar hasta el cansancio.

–¡Claro que vas a ir! No me vas a hacer lo mismo de antes, ahora eres una persona responsable.

¿Y tú quieres saber las jugaditas que le hacía antes? Bien. Pues aquí vamos.

cuando tenía siete años y en ese tiempo los demonios hacían censos para vacunar a los niños y cuando digo demonios, me refiero a los enfermeros, a penas los veía en un radio de siete casas, yo ya estaba corriendo para treparme en el palo de mango que teníamos en el patio; podía escuchar los gritos de mamá diciendo mi nombre por toda la casa, pero yo parecía estatura en ese palo, aunque siempre fui gordita. Eso no impedía que me encaramara en el árbol.

Hay sí. Patitas pa´ que las tengo.

No me bajaba del palo hasta que los veía en la esquina, por qué.

Chiquitica, pero no pendeja.

Pero de nada servía, porque después me llevaban al hospital y me iba peor.

El entrenador se para en la entrada de la sala con su imponente figura, hace tronar sus dedos para que me dé prisa.

–Buenas tardes entrenador Gellert, es un gusto verlo ¿Cómo ha estado? –y él se enoja conmigo cuando no saludo.

–Andas muy graciosa Alexandra, se nota que estás enferma –el sarcasmo con el que habla es palpable. Por suerte Kenny, está a su lado y él no se ha percatado de eso, ella le da una palmadita en el brazo y él se ríe.

–Deja de molestarla –yo lo miro con una sonrisa sobrevalorada dándole a entender «Como siempre… Ganando».

–¿Me tienes envidia verdad?

–Así es Alexandra, te envidio demasiado –la mirada que me da, es obvia, va a decir algo que me va a enojar –Justo ahora estoy deseando que se me escurran los mocos.

–Eres un insensible, no mereces ser mi tío adorado –mi salida de drama Queen, es mi especialidad, salgo corriendo de la sala para ir a mi cuarto a cambiarme, antes de perderme lo escucho gritar.

–Te amo escarcha –ja, si, que dijo, ya caí. ¡Pues no!

Por Dios, él me está picando la lengua, recuerdo que apenas nos conocimos solo me dijo tres veces escarcha, porque por error y por confianzuda se me salió de la nada decirle marica, pero en mi defensa, así le digo a mis amigos a los cuales les tengo demasiada confianza, el realmente se había ganado todo conmigo, era simplemente maravilloso hablar y reírme con él. Así que él dejo de decirme de esa forma y volvió al habitual Linda Lombriz. Pero aquí estamos de nuevo con el poderosísimo “escarcha”.

Bajo corriendo las escaleras y me siento a su lado, pongo mis piernas en las suyas.

La confianza papi, la confianza.

–No me vayas a hacer regañar después, tu solo quieres que mamá me reprenda, pero no lo lograras, ya cambie, ahora soy más madura. –la represión de su risa no me alegra, pero él va a notarlo por sí mismo, espero y no se me salga la gamina que llevo dentro, porque en realidad no he mejorado en eso de controlar las groserías. –Por cierto, tío, ¿Sabes cuándo podremos reclamar lo del premio? Desde hace rato no nos han dicho nada, porque te digo, o salgo loca, o salgo graduada, pero de que salgo de la universidad, salgo.

Esta vez no se reprime nada, ese hombre de no sé cuantos kilos, hace vibrar hasta el sofá de las ganas con las que se ríe y como ya he dicho, para que él se ría, tiene que ser a mi costa.

–No le eches la culpa a la universidad por estar mal de esa cabecita –me da unos toques en la frente mientras se ríe por lo bajo.

–No sé cómo Kenny, te puede querer tanto, eres de lo más desagradable –yo por supuesto cagandola como siempre, de su rostro divertido ya no queda ni la sombra, baja mis piernas con cuidado y se pone de pie para dirigirse a la cocina con mamá. Espero un momento y me levanto como resorte del cojín y me voy derechito a la cocina, pero vaya, vaya, mira tú esa vaina; G, tiene a mamá con sus piernas rodeándole la cintura y besándola profundamente como si se la fuera a tragar de un bocado.




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