Después de las vacaciones de verano viene lo peor. La universidad. Esa rutina inevitable que te arrebata toda la libertad y convierte los días soleados en recuerdos lejanos. El sonido de las olas, las risas con amigos y las tardes sin preocupaciones se transforman en una nostalgia que pesa cuando las despedidas llegan, y tus amigos de otras ciudades se van. Los tres meses de tiempo libre se evaporan de un día para otro, y entonces estás de vuelta, caminando por los mismos pasillos, rodeado de las mismas caras, enfrentando el mismo caos.
Para la mayoría, la universidad es una mezcla de estrés y vida social interminable, pero para mí también tiene algo bueno. Algo que me recuerda que no todo está perdido. El otoño.
El suave crujir de las hojas bajo mis botas, el aire frío que me envuelve cuando camino por el campus, los colores cálidos que pintan los árboles... esa es mi estación favorita. Es como si el mundo se ralentizara justo cuando lo necesito. La transición del verano al otoño me hace sentir en paz, y aunque suene extraño, es lo que me permite soportar el regreso.
La primera mañana de clases siempre tiene esa mezcla de anticipación y desdén. Me ajusto la bufanda, tomo mis libros, y me dirijo al campus. El aire es fresco, y los primeros rastros de hojas marrones ya están en el suelo. Hay algo mágico en cómo el otoño comienza a asomarse, como una bienvenida suave a algo nuevo.
Pero el resto del mundo no parece compartir mi aprecio por la estación. Las risas estridentes de grupos de estudiantes ya empiezan a resonar por todas partes, y las miradas de aquellos que, como yo, regresan sin ganas, son inconfundibles. Entonces, lo veo. Ethan.
Está, como siempre, rodeado de su grupo de amigos, hablando con la misma despreocupación con la que lo hace todo. Su cabello rubio ceniza se mueve ligeramente con la brisa, y aunque parece completamente ajeno a todos los demás, sé que está perfectamente consciente de cada mirada que recibe. Como siempre.
No puedo evitar sentir un nudo en el estómago. No es miedo exactamente, pero la incomodidad de tener que lidiar con él, una vez más, es inevitable. Ethan es el tipo de persona que domina cualquier habitación en la que entra, el típico chico que parece tenerlo todo bajo control. Pero lo que los demás no ven es su verdadera naturaleza, la que yo conozco bien. El sarcasmo, los comentarios hirientes... siempre tiene algo que decir, especialmente cuando se trata de mí.
Debería estar acostumbrada, pero después de tres meses de verano, sin verlo, había casi olvidado lo exasperante que puede llegar a ser. Casi.
Respiro profundo, ajusto mi bufanda de nuevo y sigo caminando. Trato de ignorar su presencia, enfocándome en el sonido de mis pasos sobre las hojas caídas, pero ya puedo sentir su mirada clavada en mí. Lo presiento, como si fuera un hábito que ha perfeccionado. Y entonces, justo cuando paso cerca de él, lo oigo.
-¿Mira quién ha vuelto a arrastrarse desde su cueva otoñal?-dice él
Un comentario ligero, dicho con su típica sonrisa burlona. Sus amigos ríen, claro, porque es Ethan. El tipo que siempre tiene algo que decir para mantenerse en la cima. No me detengo, pero mis músculos se tensan. Es el primer día, y ya ha empezado.
Qué divertido verte por aquí, Avery. ¿No te has perdido entre los libros de alguna biblioteca antigua?-sigue burlándose de mi riendose.
El otoño puede ser mi estación favorita, pero con Ethan alrededor, es difícil encontrar paz.
Me esfuerzo por no mirar atrás, no darle la satisfacción de saber que sus palabras me han molestado. No lo hará. No hoy. Ajusto mis libros en el brazo y acelero el paso, ignorando las risas de su grupo de amigos que siempre le sigue el juego. No tengo tiempo para esto. No hoy, no después del verano que he tenido, donde, por un breve instante, me sentí libre.
Cuando finalmente doblo la esquina del edificio principal, el sonido de su voz se desvanece. Me permito respirar aliviada.
¿Otra vez Ethan, cierto? -la voz de Sarah me saca de mis pensamientos justo cuando me aproximo al café del campus. Ella está ahí, como siempre, esperándome con un café ya preparado, apoyada en la barandilla con una sonrisa divertida.
Sarah es mi mejor amiga desde que entramos en la universidad. Es una de esas personas con una energía contagiosa, capaz de hacerte sentir más ligera con solo una mirada.
-¿Cómo lo adivinaste? -le sonrío mientras tomo el café que me ofrece. Ella siempre sabe lo que me gusta: capuchino con extra de canela, perfecto para un día de otoño como este.
-Es obvio. Es como si el tipo tuviera un radar para arruinar tu día -Sarah da un sorbo a su café mientras caminamos juntas hacia nuestro edificio-. No sé cómo lo soportas. Yo ya le habría dado una buena bofetada.
Nos acercamos a la mesa donde Luca y Maya, mis otros dos amigos, ya están sentados. Luca está inmerso en su laptop, probablemente leyendo alguna noticia o buscando algo relacionado con sus estudios de política. Maya, por otro lado, está absorta en su teléfono, probablemente en busca de inspiración para sus proyectos de fotografía. Cuando nos ven llegar, levantan la vista y sonríen.
-¡Hey, Avery! ¡Sarah! -Luca cierra su laptop rápidamente y nos hace espacio-. ¿Cómo estuvo la primera confrontación con el Rey del Ego? -bromea, refiriéndose a Ethan
-¿El Rey del Ego? -Sarah suelta una carcajada-. Me gusta, lo voy a usar..
-Ugh, como siempre. Le encanta empezar el semestre molestando a alguien -me dejo caer en la silla junto a ellos, sintiendo el peso de la tensión que Ethan siempre genera en mí-. No entiendo qué le pasa. Es como si necesitara hostigarme para poder respirar.
Tal vez tiene un crush contigo -Maya suelta el comentario con una sonrisa traviesa, pero yo ruedo los ojos.
—Por favor, no empieces con eso.
Lo digo en serio -insiste, apoyando la barbilla en la palma de su mano-. Es como el típico cliché. El chico que molesta a la chica porque está enamorado de ella pero no sabe cómo manejarlo.