Skyler
Saco la masa del refrigerador y comienzo a estirarla con ayuda de un rodillo, todo mientras Sebástian me mira atentamente, lo que me recuerda a cuando era pequeña y veía a mi mamá hacer todo para la cena de navidad, la seguía por toda la cocina hasta que se cansaba y me dejaba hacer algo.
Con ese recuerdo en mente me dirijo hacia el rubio con una cálida sonrisa.
—Tal vez necesite un poco de ayuda con esto.
Me mira con las cejas alzadas, puedo notar cierta emoción en sus ojos. Hay facetas de este hombre que quiero descubrir cada vez más, es como una necesidad.
Cuando nota que lo miro un tanto sorprendida, vuelve a su semblante serio de siempre, aún así, rodea el mesón y se coloca junto a mí, le paso todos los moldes mientras le explico lo que debe de hacer.
—¿Por qué se pega la masa?—refunfuña con el ceño fruncido
—Solo hágalo con un poco más de delicadeza.
Pongo mis manos sobre las suyas y trato de mostrarle la manera correcta de hacerlo, cuando finalmente queda la forma del muñeco de jengibre, alejo mis manos y le dedico una sonrisa.
—Así de fácil.
Lo escucho bufar y empieza a hacerlo por su cuenta.
—Así lo estaba haciendo.
Me tapo la boca con el dorso de la mano para disimular mi sonrisa, no quiero que piense que me estoy burlando de él, puesto que en realidad me parece lindo.
—¿Es su primera vez haciendo galletas?
Dejo que lo haga él solo y tomo asiento en el banquillo al otro lado del mesón, parece que terminamos intercambiando lugares.
—Solía hacer con mi abuela y mi madre para las reuniones familiares, lamentablemente mi familia no es muy agradecida, así que dejamos de hacerlo, al menos para ellos, nosotros seguimos disfrutando de las increíbles galletas de la abuela.
Percibo cierta melancolía en su voz, por lo que decido cambiar el ritmo de la conversación.
—¿Es verdad que era un niño prodigio?
Me mira confundido y estoy casi segura que una sonrisa lucha por plantarse en su rostro.
—¿Quién le dijo eso?
—Harvey.
La verdad es que Harvey me habla de Sebástian sin parar, siempre que nos topamos tiene la habilidad de mencionar al rubio por lo menos una vez en la conversación, algo a lo que realmente no le había prestado mucha atención porque en realidad lo poco que sé sobre este hombre es gracias a él, y siendo sincera, ahora cada vez que me cruzo con Harvey, espero con ansías lo que tenga que decir sobre mi vecino.
—Harvey a veces exagera las cosas—niega divertido—. Por cierto, ya terminé.
Asiento y me acerco para ayudarle a colocar las galletas en la bandeja para luego meterlas al horno.
Comienzo a hacer el betún para decorar las galletas en lo que Sebástian me ayuda a limpiar un poco, no se lo pedí, pero agradezco que lo esté haciendo. Para eliminar este silencio que afortunadamente no estaba siendo para nada incómodo, retomo la conversación.
—Harvey dijo que usted siempre era el mejor de su clase, eso es realmente increíble, por más que quisiera hacerlo no creo que lo hubiera logrado, nunca he sido tan inteligente como al parecer usted lo es.
—Mentira.
Giro la cabeza cuando lo siento posicionarse a mi lado mientras se seca las manos con un trapo, se arremangó las mangas de la sudadera dejando a la vista sus antebrazos y es justo cuando me doy cuenta que esto parece un momento íntimo, ambos usando nuestra ropa más cómoda, haciendo galletas, tomando vino y conversando como nunca lo hemos hecho antes.
—¿Por qué mentiría?—inquiero, regresando a la conversación—. Si fuera inteligente no lo escondería y lo gritaría a los cuatro vientos, bueno, en realidad no, eso sería demasiado arrogante, pero ya me entiende.
Niega con la cabeza y me mira escrutadoramente analizando si solo estoy mintiendo para que me llene de halagos asegurando todo lo contrario, pero no es así y parece darse cuenta puesto que su mirada se suaviza.
—El hecho de que sea capaz de escribir buenas historias muestra lo inteligente que es, no cualquiera puede expresarse como usted lo hace, señorita Campbell.
Ladeo la cabeza con confusión.
—¿Cómo sabes que escribo?
Debido a lo asombrada que estoy me olvido de hablarle con formalidad, cosa que parece notar, pero que no le molesta en lo absoluto puesto que no dice nada sobre ello.
—Harvey me lo contó.
Suelto una risita.
—Creo que a Harvey le gusta hablar mucho de nosotros, supongo que tiene sentido que te contara sobre lo que hago.
Asiente.
—Pensé que solo lo hacía conmigo, pero ahora sé que también te habla de mí, no sé cómo sentirme al respecto.
Lo señaló con el índice sorprendida, tal vez con un poco más de exageración de la que debería.
—¿Qué?—inquiere confundido.
—Acabas de tutearme.