29| Fiesta en la piscina

Más pronto que tarde había llegado el verano y con él, el final del curso, pero no solo eso, sino también el de la preparatoria.

Mis amigos y yo creíamos que ese era un buen motivo para celebrar o, tal vez, solo buscábamos una excusa para montarnos una mini fiesta muy exclusiva.

Voy caminando en dirección a mi casa, cargando en cada mano dos bolsas repletas de chucherías y algunos ingredientes para preparar unos sándwiches y una ensalada.

A mi alrededor solo se escuchaba el trinar de las aves. El pueblo estaba tranquilo y no se había vuelto a saber más nada de asesinatos o desapariciones, razón por la que Closwell iba recuperando su característica vida.

La gente ya volvía a sentirse segura por la calle y el toque de queda había quedado en un olvido.

Mi celular vibra en el bolsillo de mi pantalón y tengo que conectar los audífonos de bluetooth para poder atender la llamada. El nombre de Tessa resalta en el identificador.

—Hola hola, mejor amiga —dice con demasiado entusiasmo—. ¿Qué tal estuvo tu graduación? Tiene dos semanas que no hablamos.

—Claro que no —niego—. ¿Los miles de mensajes que nos mandamos diario no cuentan?

—En absoluto. —La conozco tan bien que puedo imaginármela frunciendo los labios en un puchero—. Vamos, quiero saber —me apura—. Yo te conté con lujo de detalles mi graduación, pero yo no he sabido nada de la tuya.

Se me escapa una leve carcajada.

—No fue nada del otro mundo —comienzo con mi relato.

Y no lo fue, en realidad se trató de una ceremonia con un estilo rural, cosa que sentó de maravilla, teniendo en cuenta que estábamos en un pueblo.

El comité de la escuela se encargó de decorar un bonito páramo, a apenas un par de kilómetros de la escuela. De hecho, fue en el mismo lugar donde Chris me hizo una fiesta sorpresa.

Acomodaron varias sillas dándole forma a una medialuna alrededor de un púlpito y la mesa donde se sientan los directivos.

Payton fue la estudiante que tuvo el privilegio de dar el discurso en esta generación.

Todavía recuerdo las palabras con las que finalizó: “Crecer es parte de la vida, pero no debemos permitir que eso nos amargue la existencia, en cambio, debemos mantener siempre en nuestra mente ese niño que alguna vez se entretuvo jugando con la pelota y soñaba despierto, o a ese adolescente que se enamoró por primera vez y aspira con hacer grandes cosas. Estamos a punto de entrar a una nueva etapa, la universitaria, aunque algunos decidieron tomarse un año sabático, pero a todos, amigos, les deseo la mejor de las suertes y que logren cumplir todo lo que se han propuesto. Y recuerden, ustedes son grandes, y no hablo de la edad o la estatura, sino de sus capacidades, pueden lograr lo que sea, jamás duden de ello, y si algún día dudan de sí mismos, rememoren este día, porque como hoy, siempre creeré en ustedes aun si ustedes mismos no lo hacen”.

Después de su motivador discurso el director volvió a tomar la palabra para entregar los diplomas. Y, cuando la ceremonia se terminó, había una mesa repleta de aperitivos dispuesta para los graduados y sus familiares.

Ahí fue cuando la verdadera fiesta comenzó. La mezcla de música pop con electrónica comenzó a sonar, y los jóvenes comenzaron a despojarse de la poca ropa que traían para correr a darse un chapuzón en la laguna bajo la cascada.

Conforme se fue haciendo de tarde los adultos se fueron yendo poco a poco, pero la fiesta continuaba.

Por la noche, ya no había ningún adulto alrededor y se empezaba a sentir el fresco, pero eso no fue impedimento alguno para seguir en nuestro mundo sumido de alegría. Chris y otros chicos aparecieron con sus instrumentos, al parecer habían montado un pequeño escenario y ellos se organizaron para tocar algunas piezas.

No fue hasta la media noche que la música se apagó y, poco a poco, la gente se fue retirando a sus casas. Mis amigos y yo fuimos de los últimos en irnos, a eso de una 1:00 a.m.

Tardo todo el camino de regreso a mi casa y todavía me da tiempo de comenzar a preparar los sándwiches en lo que termino de relatarle a Tessa la graduación.

—Quiero que me mandes fotos —demanda—. Sí tomaste, ¿verdad?

—Claro que tomé fotos... Algunas.

—Bien —bufa, sabiendo que si digo algunas es que cuando mucho tomé unas 10 fotografías, la cual no es una cantidad suficientemente buena para ella—, mándamelas.

Escucho el sonido del timbre, así que tras pedirle a Tessa que me espere un momento, dejo lo que estoy haciendo para ir a ver de quién se trata.

Al abrir la puerta me encuentro con Nenúfar. Estiro la comisura de mis labios, dándole forma a una sonrisa. La chica se había ofrecido a ayudarme con los preparativos.

—Hola.

—¿Qué tal? —responde.

Me hago a un lado para permitirle el paso, enseguida me sigue hasta la cocina. Le hago una seña para pedirle que me dé un segundo antes de tomar el celular en mis manos.

—Llegó Nenúfar, tengo que irme.

—¡Hola, Nenúfar! —grita Tessa al otro lado de la línea, aturdiendo mi tímpano en el proceso.

—Tessa dice hola —digo en dirección a Nenúfar, quien le corresponde el saludo y se lo hago saber a mi mejor amiga. No duramos mucho más en la llamada, pronto me veo colgando y volviendo mi total atención a la chica que luce demasiado cohibida en mi cocina.

—¿Me ayudas desinfectando la lechuga? —pido, señalándole los cajones donde están los tuppers y el cloro.

Asiente con la cabeza y se dispone a hacerlo, mientras, yo voy lavando los tomates y aguacates.

Ya hemos terminado con los sándwiches cuando vuelve a sonar el timbre. Todavía nos falta hacer la ensalada y aún no es hora de que lleguen los chicos, así que me desconcierto.

Camino hacia la puerta, al abrirla, veo a Payton delante de mí.

—Hola —digo, mostrándole una sonrisa—. Llegaste temprano.