A Través De Un Sueño

Capitulo XI

KOHEM

—¿En serio quieren saber? —las cuatro me observan y asintienten.—Pues pónganse cómodas porque les contaré como todo empezó y como esto cambió mi vida.

Quería que Heyden supiera todo lo que su preciado mundo de colores esconde, todo lo este mundo oculta, pero tampoco quería decirle todo de una manera brusca. Sobretodo no debía decirle las cosas frente a muchas personas, en donde cualquier oído puede escuchar y donde cualquier ojo puede ver. Si alguien sabe que hable se lo dirán a él y no puedo permitir que eso pase, no dejaré que él sepa que abrí la boca porque si lo sabe, buscará la forma de callarme.

—Desde que tengo memoria recuerdo haber vivido rodeada de monjes, —inicio.—de personas que a toda hora meditaban, vivíamos en un monte en lo alto de una montaña llamada "Mount Akaishi".
Eramos mi padre Mako, mi madre Azami, y mi hermano mayor Kosei, aspiraba a ser como mi padre y los otros monjes del lugar, pésima decisión, yo repudiaba eso ¿Saben? Y lo sigo haciendo.

—¿Eras ciega de pequeña? — pregunta Lilieth. Ella y su curiosidad, algún día esa curiosidad le pasará factura.

—No, —mi voz tiembla un poco al recordar mi niñez.—de pequeña era una hermosa niña de ojos verdes muy hermosos, o eso decía mi madre. Yo tenía vista y muy buena, amaba ver a los animales que merodeaban el lugar, amaba sobretodo ver a los pájaros, hermosas aves que eran capaces de emprender vuelo hasts lo más alto del cielo, donde nadie las podía tocar, donde ellas eran dueñas de su vida, de su destino.

《—Viví durante siete años en ese monte, era todo perfecto, las personas eran amables a pesar de estar sumidas siempre ante las reglas de un gobernador con la anhelos de grandeza, y aires de superioridad. Se tenía estipulado que todos los primeros dos hijos de una familia tenían que ir a un templo designado en las diferentes regiones de Japón. El decreto no lo dejó pasar por alto mi padre, él decidió que era bueno para nosotros profundizar más en las arte del budismo, así como él y su padre antes de él lo hicieron. Mi padre decidió que mi hermano Kosei, tenia que irse con mi madre al Templo de Kiyosumi-dera, y yo junto a él al Templo de Shintenoji, a mi madre no le agrado esa idea, pero ella no tenia su propia voz en ese entonces.

Viajamos juntos en tren, pero luego nos separamos para tomar un tren diferente que nos llevaría a nuestro destino. Antes de tomar el segundo tren os despedimos de mi madre y mi hermano, ella dijo que todo estaría bien, que nos volveríamos a ver, pero no fue así, no la he vuelto a ver desde que nos separamos. —mi voz vielve a temblar. —Cuando mi padre y yo tomamos el tren hacia el Templo Shintenoji, él me iba diciendo las reglas, los deberes y condiciones, yo no sabía que muchas de esas reglas me iban a costar tanto.

Un niño no merece pasar por lo que yo pasé.

Llegamos al templo, nos dirigimos a la entrada para ver que todo estuviera bien con el papeleo. Pasamos por la gran entrada del templo, la fachada de este era muy bella, me gustaba como lo hacía todo, era rojo con piedras amarillas que daba un toque antiguo a todo el templo. Tenia lámparas grandes colgadas de los techos, los pisos eran de concreto de un color amarillo palo, tenia estatuas de budas o leones que eran considerados sus dioses.

Buscamos nuestra habitación designada, dejamos nuestras cosas —que eran pocas— y salimos para integrarnos en las actividades que daban inicio al aprendizaje para ser un buen budista.

Los adultos y niños estaban divididos: los niños estaban con los niños y los adultos con los adultos, como tenía que ser, pero mi padre no lo quiso así. Él alegaba que yo tenía que estar con los mayores porque yo tenía mucha capacidad y nadie se negó. ¿Muy raro, no? Eso pensaba yo hasta que descubí el por qué.

Dos años estuve en el templo tratando de seguir las "normas y reglas" que me estipulaban los monjes, hasta ese momento todo era normal, sentarme y meditar a solas o con más aspirantes a monjes, también estar parada sobre clavos, carbón, e incluso bordes en varias partes del templo para poder poner a prueba la paciencia, fuerza tanto mental como física. Convivir con animales como: vívoras, tigres o leones. Para poder controlarlos con la vista, movimiento, etc.

Tenía nueve años cuando mi infierno comenzó. —tomo una pausa larga para poder respirar y buscar las palabras necesarias para seguir.—Estaba en una habitación del templo, sola, como siempre. Escuché la puerta abrirse pero no le di importancia porque creí que era mi padre que entraría a meditar, y justamente era él, pero no venía solo. Sólo seguí meditando, escuche unos pasos acercarse y vi las sombras de personas delante de mis ojos, lo que hizo que los abriera. Mi padre, y tres hombres más, estaban delante de mi. Eran altos y muy corpulentos,  me observaban de arriba hacia abajo sonriendo de lado de una manera maliciosa. En sus ojos se podían ver sus verdaderas intenciones —Y yo en ese momento no podía verlas cómo lo hago el día de hoy.—

—Es toda suya chicos. —habló mi padre dándoles el permiso de hacer cosas horribles conmigo.—No tarden mucho, yo cuidaré la entrada.

Él me dejó con ellos, escuche como la puerta del templo se abría y luego se cerraba, no lo vi irse, no quise verlo, porque no creía que él me estaba dejando en manos de hombres con intenciónes tan sucias. Escuché a uno decir —es hora de divertirnos— uno de ellos me agarró del brazo y rasgó mi ropa con facilidad, su agarre era tan fuerte tanto que lastimaba.

Golpee su entrepierna con mi rodilla en reflejo de defensa, pero el golpe no fue lo suficientemente duro como para hacerlo caer, pero si lo hizo enfurecer a tal punto que me pegó una cachetada. El golpe me hizo caer, oportunidad que los demás aprovecharón para terminar de acorralarme y romper lo que me sobraba de ropa.




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