A Trece Latidos

Capítulo 6: "La vida entre paredes blancas"

[A continuación, comenzamos con el bloque de capítulos 6 al 10. Esta sección se centra en el proceso de adaptación a la vida hospitalaria, el impacto de la enfermedad en los vínculos familiares y escolares, el surgimiento de una amistad fuerte con Emma, y el descubrimiento de espacios internos donde la esperanza comienza a florecer]

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Las semanas pasaron como páginas húmedas: pesadas, arrugadas, llenas de tinta corrida.

Thiago ya no contaba los días por el calendario. Lo hacía por el tipo de medicina que le colocaban, por la rutina de las enfermeras, por los cambios de turno. El hospital se había convertido en su mundo: pasillos fríos, techos iguales, timbres de alerta que sonaban como relojes marcando la vida de otros niños.

A veces pensaba que el mundo afuera era una ficción.

En casa, las cosas también cambiaban. Mateo y Nico grababan videos cada semana para mantenerlo al tanto. Nico había pintado una pared de su cuarto con grafitis (algo que antes no se atrevía a hacer), y Mateo había comenzado a escribir un rap sobre Thiago, que tituló: Pequeño Luchador.

Los domingos eran especiales. Esteban llevaba comida casera escondida bajo suéteres, como si fuera contrabando. Thiago probaba un bocado y lo demás se lo llevaba Emma. Ella decía que el arroz de Lucía tenía poderes curativos.

Una tarde, mientras miraban una serie juntos en la televisión de la sala común, Emma le preguntó:

—¿Qué harías si hoy no estuvieras enfermo?

—Iría al mar —respondió él sin pensarlo—. Me lanzaría al agua sin camiseta ni miedo.

Emma asintió.

—Yo me teñiría el pelo de azul. Como los dibujos animados. Y bailaría en la calle sin que nadie me dijera loca.

Rieron juntos. Y en ese momento, la enfermedad parecía una palabra pequeña.




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