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Los análisis llegaron al final de la semana. Ferrer y Padilla entraron con una hoja en la mano.
—Thiago —dijo la doctora—. Tenemos buenas noticias. El tratamiento está funcionando. Tus niveles están bajando como esperábamos.
Lucía se llevó las manos al rostro. Esteban, que acababa de llegar con café, se quedó inmóvil. Thiago sintió como si un peso invisible abandonara su pecho.
—¿Eso quiere decir que me voy pronto?
—Aún no —dijo Ferrer—. Pero vamos por el camino correcto.
Emma apareció minutos después. Thiago le contó.
—Entonces —dijo ella, cruzándose de brazos—, estás oficialmente en la senda de los magos. Bienvenido al club.
—¿Qué club?
—Los que tienen cicatrices, pero siguen soñando.
Esa tarde, hicieron un pacto frente a la ventana secreta.
—Si salimos de aquí —dijo Thiago—, vamos a ver el mar.
—Y me tiño el pelo de azul —dijo Emma.
—Y bailamos.
—Y no dejamos que nadie nos diga que no podemos volar.