A Trece Latidos

Capítulo 13: "Emma No Contesta"

[Aquí tienes el Capítulo 13. Este capítulo marca un giro emocional fuerte: Emma, la figura que ha sostenido a Thiago con su humor y valentía, enfrenta una complicación médica. Thiago, desde casa, siente la impotencia de estar lejos mientras la fragilidad de todo lo que ha vivido se hace evidente]

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La videollamada nunca llegó.

Thiago se había acostumbrado a los mensajes de Emma como quien espera el sol por la ventana: una rutina que daba sentido a los días. A veces era una imagen del desayuno del hospital con títulos ridículos. O un nuevo dibujo en su “mapa invisible”. O simplemente una selfie con la lengua afuera.

Pero ese día, nada.

Ni una palabra.

Lucía intentó distraerlo: le propuso hornear galletas, ver una película, pasear a Rocky. Thiago aceptó todo… pero estaba en piloto automático.

Cuando cayó la tarde, Thiago llamó al hospital. No a Emma, sino a la sala de oncología pediátrica. Preguntó con una voz que no parecía suya.

—¿Emma Rodríguez? ¿Sabe si está bien?

Del otro lado, una voz conocida respondió: era Marta, la enfermera.

—Thiago… Emma tuvo una complicación esta madrugada. Infección. Está en aislamiento. Pero está recibiendo todo lo que necesita.

—¿Está… grave?

—Está siendo cuidada. Eso es lo que puedo decirte por ahora.

Colgó. El mundo se quedó en silencio.

Mateo lo encontró sentado en el piso del cuarto, con Rocky acostado sobre sus piernas. No dijo nada. Solo se sentó a su lado.

—¿Quieres que vayamos?

—No me dejarían entrar. Está aislada.

Mateo le pasó una hoja de papel.

—Entonces escríbele algo.

Thiago escribió sin pensar. Una carta corta, temblorosa. Luego dibujó un nuevo pez para su acuario compartido: uno rojo, con alas enormes y una armadura brillante.

“Para Emma. Porque sé que estás luchando, incluso cuando no puedes hablar.”

Le pidió a su mamá que la llevara al hospital y se la entregara a Marta.

Esa noche no durmió.

No lloró. Tampoco habló. Solo miró el techo, recordando la primera vez que ella le dijo que el miedo podía ser una brújula.

Al amanecer, llegó un mensaje a su celular. Una sola palabra:

“Lucho.”

Era de Emma.

Y con eso, respiró.




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