A Trece Latidos

Capítulo 29: “Nuevas luces”

[Aqui tiene el Capítulo 29; Etapa de expansión: nuevos proyectos, mentoría a otros jóvenes diagnosticados, y una primera historia de amor madura en medio del caos]

📘 —Parte 1

1. Un mapa nuevo

Miami volvía a brillar con ese calor denso que lo envolvía todo. Era julio, y la humedad se pegaba a la piel como un recuerdo indeleble. Thiago caminaba por la costanera, con los auriculares puestos, pero sin música. Solo el ruido del viento mezclado con los motores de los barcos, los pájaros tropicales y las conversaciones cruzadas de la gente en la playa.

Habían pasado dos meses desde su regreso de Buenos Aires. El mural “Murales del Alma” había quedado registrado en cientos de fotos, videos, artículos de blogs y medios especializados. Pero él no buscaba publicidad. Su energía estaba concentrada en algo más grande.

Un nuevo proyecto.

Se llamaría “Constelaciones”: una red internacional de jóvenes con enfermedades crónicas, artistas, profesionales de la salud y educadores que se conectarían por medio de talleres, encuentros virtuales, libros colectivos y espacios de mentoría.

Thiago no quería solo contar su historia. Quería abrir caminos para que muchos más lo hicieran.

2. El equipo

Para eso, necesitaba un equipo. Y el equipo no tardó en formarse.

Abril, desde Argentina, confirmó su participación como coordinadora artística. Joaquín propuso crear una biblioteca sonora con relatos en distintos idiomas. Zoe ofreció clases virtuales de escritura terapéutica. Marta, la madre de Olivia, pidió ser parte del comité editorial.

Desde Miami, sumó a varias personas que habían sido clave en su infancia:

—Daniela, una enfermera pediátrica que lo cuidó cuando tenía catorce años y que ahora daba clases en la Universidad.

—Leandro, un terapeuta ocupacional con quien Thiago había hecho rehabilitación motora durante los tratamientos más duros.

—Ivana, una ilustradora venezolana con linfoma en remisión, que compartía sus dibujos en redes y había inspirado a miles.

—Y Nico, un joven de dieciocho años con fibrosis quística, que escribía poesía urbana y tenía una voz magnética.

La red comenzó a tomar forma. Los primeros encuentros virtuales se organizaron con más de veinte jóvenes de distintos países: México, Chile, Perú, España, Colombia, Cuba, Puerto Rico, Brasil, Uruguay y Estados Unidos.

Cada uno tenía algo para decir.

3. Mentoría inesperada

Una tarde, mientras preparaba una presentación para la web de Constelaciones, recibió un mensaje en video. Lo abría una joven de ojos oscuros, rostro delgado y una voz que parecía mezcla de rabia y arte.

—Hola. Me llamo Renata. Tengo 17. Vivo en San Diego. Hace un año me detectaron sarcoma de Ewing. No soy buena con la esperanza ni con los discursos inspiradores. Pero vi una charla tuya. No sé qué me pasó. No lloré. No sonreí. Pero no cerré la ventana. No me fui. Y eso ya es mucho. Si vas a hacer una red, yo quiero estar. Pero no para “curar el alma” ni esas cosas que suenan a yoga. Quiero decir lo que me pasa sin que me corrijan.

Thiago la buscó por correo. Se reunieron por Zoom esa misma noche. Y a la semana siguiente, Renata estaba liderando un grupo de escritura con otros adolescentes.

Su texto inaugural decía:

> “No tengo frases lindas. Tengo cortes. Y no todos cicatrizan. Pero aún sangrando, puedo escribir mi nombre en mayúsculas.”

4. Un reencuentro

En medio del crecimiento del proyecto, Thiago fue invitado a dar una charla en la Universidad de Miami. El evento era sobre “Arte y Salud Mental”. Decidió aceptar, aunque los auditorios grandes todavía le generaban ansiedad.

El día del evento, mientras se preparaba en el vestuario, escuchó una voz que lo hizo girar.

—¿Thiago?

Era Lucas, su excompañero de secundaria, a quien no veía desde los diecisiete. Habían compartido momentos intensos, secretos, y una atracción que nunca se concretó del todo.

Lucas se había ido del país a los diecinueve. Ahora volvía con un máster en Psicología y un proyecto de intervención en jóvenes LGBTQ+ con enfermedades crónicas.

—Estoy aquí para ver tu presentación. Y también… porque escuché que Constelaciones existe. Y creo que quiero formar parte.

Hablaron durante horas después del evento. Sobre el pasado. Sobre las heridas no dichas. Sobre lo que aún dolía. Sobre los años perdidos.

Y sobre lo que aún podía comenzar.

5. Primer temblor

Esa noche, después de reencontrarse con Lucas, Thiago sintió un temblor interno.

No era enfermedad. No era miedo. Era otra cosa.

Algo que venía creciendo en silencio desde hacía tiempo.

El deseo de vivir más allá del testimonio. De amar sin necesidad de explicar la cicatriz. De abrazar la vida sin el miedo de perderla.

Tomó su cuaderno, y escribió:

> “Ya no soy el niño con leucemia.
Ya no soy solo el que sobrevivió.
También soy este hombre que quiere amar.
Y no pedir permiso para hacerlo.”

—Parte 2


6. Ensayo general

Una semana después del reencuentro con Lucas, Thiago organizó el primer ensayo general de “Constelaciones”. Fue una transmisión híbrida entre Miami y otras cinco ciudades con nodos activos: San Diego, Buenos Aires, Bogotá, Madrid y Ciudad de México.

Cada grupo presentó una muestra breve de su trabajo: pinturas, relatos, videos experimentales, poesía hablada, performance de danza desde una habitación de hospital, incluso una animación hecha con recortes de radiografías.

Thiago abrió el evento con una frase:

—No buscamos brillar. Queremos ser faros.

La conexión fue emotiva, pero no caótica. Todo fluyó con naturalidad. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no cargaba con el peso del mundo sobre los hombros. Ahora era uno más dentro de un sistema de afecto y creación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.